En el sótano de su casa, sentada en una silla de escritorio junto a su cama, Louise , de 24 años, relata en voz baja las únicas cinco conversaciones que tuvo con su madre Margareth en los últimos ocho meses.
En la más reciente, su progenitora le aseguró que tropas chinas estaban instaladas en la frontera de Canadá con Estados Unidos, donde residen las dos, a la espera de una señal del nuevo presidente estadounidense Joe Biden para apoderarse del país y establecer el socialismo.
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Louise vive sola con su madre, quien durante esta entrevista se encontraba en la cocina.
Originalmente, las habitaciones de ambas eran contiguas y las dos solían cocinar juntas o sorprenderse la una a la otra con una nueva receta culinaria.
Ahora Louise vive en el sótano y limita su circulación por casa a los momentos en que se cuela en la cocina para buscar comida.
Y se baña en las madrugadas, cuando Margareth sigue dormida.
La ruptura casi completa de la relación familiar comenzó hace casi un año y es una consecuencia de la propagación de las teorías de conspiración asociadas con la nueva pandemia de coronavirus y el proceso electoral estadounidense.
¿Cómo nace un devoto de QAnon?
Al mismo tiempo que el coronavirus se extendía por todo el mundo, la madre de Louise comenzó a dudar de la gravedad del virus.
Se rebeló contra el uso de máscaras y el encierro, y comenzó a buscar fuentes en internet para reforzar sus creencias. Contaba con orgullo que pasaba entre cinco y diez horas al día en esta clase de búsquedas.
Así se sumergió en foros de teorías de conspiración, como QAnon, que propaga la tesis sin fundamento de que Donald Trump libraba una guerra secreta contra pedófilos adoradores de Satanás que son parte del Estado, el mundo empresarial y la prensa.
Y empezó a inundar el buzón de correo electrónico de amigos y conocidos con mensajes con ese tipo de contenido.
“Ella cree que Trump estaba defendiendo la libertad y salvando a la gente que era oprimida por la covid, una farsa convertida en arma por los chinos”, resume Louise.
La historia de Louise y Margareth se repitió en los últimos meses en miles de hogares de Estados Unidos y Canadá.
Las crisis familiares que involucran a padres, hermanos o parejas convertidos en fervientes partidarios de QAnon son la culminación de un proceso que también se vio en menor medida en otros países occidentales, como Brasil, en los que los intercambios de contenido falso y las diferencias políticas dividen a familiares y amigos.
Aunque no hay cifras sobre la separación de familias en EE.UU., algunos indicadores dan ciertas pistas.
En la red social Reddit, en julio de 2019, se creó un grupo denominado “Bajas de QAnon” con el objetivo de convertirse un espacio donde los usuarios compartan sus experiencias familiares y ofrezcan consuelo y consejos para quienes se encuentran en la situación de Louise.
En junio de 2020, el foro tenía solo 3.500 miembros, pero ahora son 132.000, con miles de relatos de ruptura y dolor.
“Aunque las teorías de la conspiración son tan antiguas como la humanidad misma, un entorno de incertidumbre, ansiedad y aislamiento social, como la pandemia de 2020, es ideal para difundir este tipo de interpretación del mundo. Y se vio facilitado aún más por la capacidad de consumir tanto información verdadera como contenido probadamente falso en redes sociales”, explica Dannagal Young, experto en opinión pública y estudioso de las teorías de la conspiración en la Universidad de Delaware.
Efectos reales del contenido en las redes
Las acciones de Margareth no se limitaron al mundo virtual. Asistió a manifestaciones callejeras de grupos antivacunas y terminó sin poder acceder a los negocios de su vecindario después de que se negara a usar mascarilla y por desobedecer las medidas para contener la pandemia.
“Ella invitó a gente a reuniones aquí en casa durante la cuarentena para hablar de teorías conspirativas. Cuando esas personas estaban aquí, yo no salía de mi habitación. Estoy en peligro porque tengo asma severa, tratada con medicamentos. Siento miedo por mí”, afirma Louise.
Uno de los efectos reales más evidentes del accionar de grupos como el de Margareth fue la invasión del Capitolio por partidarios del expresidente Trump que provocó cinco muertes e impidió por unas horas la certificación de la victoria electoral de Biden por parte del Congreso estadounidense el 6 de enero pasado.
Uno de los manifestantes, que ingresó al edificio con ropa vikinga, lucía un letrero que decía “Q me envió aquí”, en referencia al nombre en clave del usuario de internet que inició la teoría de la conspiración de QAnon.
En la madrugada del 7 de enero, horas después de la invasión del Capitolio, Margareth fue a su cuenta de Twitter y publicó: “Trump ganó. Esta noche ni siquiera dormí, estoy muy feliz”.
Joana, hermana de la madre de Louise, cuenta que ella pensó que su familiar “terminaría alejándose” de sus creencias tras ver que las cosas no se confirmaron y que Biden ganó y tomó el mando del país.
“Desafortunadamente eso no sucedió. Ella es muy devota de estas ideas y de difundirlas. Convenció a nuestro padre de 85 años de que no recibiera la vacuna contra la covid-19. No sé cómo resolver eso ahora”, indica la mujer, quien confirmó a BBC News Brasil el relato hecho por su sobrina.
Joana también restringió el contacto con su hermana al mínimo necesario.
Cambio de gobierno, no de creencia
Es posible suponer que la derrota electoral de Trump y la transición de gobierno resolverían algunos de estos conflictos familiares. Y aunque las cuentas de algunos de los mayores seguidores de QAnon mostraron dudas sobre la consistencia de sus ideas después de la toma de posesión de Biden, para un número significativo de ellos, la adherencia a la teoría y la ira aumentaron.
De hecho, en muchas familias el problema se agravó.
“Para las personas que están totalmente involucradas con una teoría de la conspiración, cuando la predicción no se cumple no importa. A veces, en ese punto es donde la gente se compromete aún más fuertemente con la conspiración misma. Para gente que invirtió tanto tiempo y energía en ello e incluso dañó sus relaciones personales, dar la espalda a la teoría sería como admitir que el último año, o los dos o tres últimos de su vida han sido un desperdicio”, explica Dannagal Young.
Eso es exactamente lo que Sonia, de 26 años, relata.
Tuvo que irse de la casa donde vivía con su madre, su padrastro y dos hermanos menores en un tranquilo suburbio de Kansas City, Misuri (centro de EE.UU.).
Según cuenta, su familia tenía una vida económica cómoda y poco interés en la política hasta que la muerte de George Floyd, un hombre negro desarmado asfixiado por un policía blanco a finales de mayo de 2020, detonó las mayores protestas callejeras en Estados Unidos en los últimos años.
Mientras Sonia y su prometido se sumaron a las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter, su madre y su padrastro comenzaron a seguir cada vez más páginas de derecha, hasta que empezaron a consumir contenido de QAnon en redes sociales.
El nivel de tensión en la familia aumentó tanto hasta que ella como sus padres coincidieron en que era imposible seguir viviendo bajo el mismo techo.
“Cuando se acercaban las elecciones (3 de noviembre), era la noche de Halloween, mi prometido y yo llegamos de la calle y mi padrastro estaba hablando con uno de sus amigos. Entramos, nos miró y no dijo hola. Sí se dirigió hacia su amigo y le dijo: ‘Si votas por alguien que no sea Trump, eres un traidor’”, cuenta Sonia.
No fue un episodio aislado.
“Ellos actuaron de manera distante toda esa semana, pero volviéndose cada vez más agresivos. Así que no sentí que fuera un entorno seguro y no quería causar ningún problema. Mi padrastro había comprado un arma por primera vez durante las protestas de Black Lives Matter. Estaba convencido de que iban a entrar a su casa y matar gente. En ese momento, simplemente ya no me parecía seguro confrontarlo”, relata la mujer.
Sonia se casará en junio de 2021 y es poco probable que su madre y padrastro estén en la fiesta.
Hoy vive en la casa de la familia de un amigo ya que no puede permitirse alquilar un espacio sola con su salario como maestra asistente de escuela primaria. Desde que salió de casa, los contactos con su madre se limitaron a mensajes de teléfono celular en los que su progenitora transmite contenido falso sobre la covid-19 y reafirma que Trump ganó las elecciones.
Daño político y personal
La fecha de una nueva toma de posesión de Trump que estos grupos conspirativos divulgan en internet es el 4 de marzo.
Esto llevó a la Guardia Nacional a mantener un contingente en la capital federal hasta el 14 de ese mes ante la posible llegada de un nutrido grupo de trumpistas y seguidores de conspiraciones que podrían intentar repetir escenas como las del 6 de enero.
Desde la invasión del Capitolio, los alrededores del edificio del Congreso de Estados Unidos fueron blindados. El FBI emitió sucesivas advertencias de riesgo de lo que llama “terrorismo doméstico” de los seguidores de QAnon.
Para el profesor Young, el problema se divide en dos: un problema social y un problema familiar.
En el plano social, el investigador sostiene que las plataformas en internet deberían silenciar los perfiles que publiciten estos contenidos.
Desde el 6 de enero, empresas como Twitter y Facebook eliminaron miles de cuentas con contenido extremista e incluso silenciaron el perfil de Donald Trump. En respuesta, Margareth y muchos otros movieron sus conversaciones a otras aplicaciones como Telegram, lo que demuestra lo difícil que puede ser reducir la propagación de las teorías de la conspiración.
Además, Young dice que los líderes políticos tendrían que expresarse con mayor claridad sobre el hecho de que no apoyan este tipo de cosmovisión, incluso si eso significa perder un gran número de votantes.
“Cuando Trump fue interrogado sobre la campaña de QAnon, él dijo que no sabía qué era eso, pero no los denunció. Eso se ve dentro del movimiento como una señal de apoyo”, afirma el experto.
El comportamiento del exmandatario no es una excepción.
En un informe titulado “La conspiración de QAnon: destrucción de familias, división de comunidades y debilitamiento de la democracia”, investigadores de la Universidad de Rutgers afirman que “cuando los políticos se enfrentan a su participación en el movimiento, a menudo rechazan una afiliación abierta, pero continúan difundiendo etiquetas (hashtags) y memes (relacionados con QAnon)”.
Los investigadores citan como ejemplo una publicación en Twitter del diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente brasileño, de septiembre de 2020. En el mensaje, el legislador escribió en inglés: “Se acerca una tormenta”, expresión típica de QAnon.
El Congreso de Estados Unidos se enfrentó a un problema similar en las últimas semanas. Dos parlamentarios republicanos recién elegidos se sumaron o mostraron cierto tipo de simpatía hacia las ideas de conspiración de QAnon.
Una de ellos, Marjorie Taylor Greene, terminó siendo sancionada por la Cámara de Representantes por respaldar, antes de ser elegida, publicaciones de contenido extremista como la sugerencia de asesinar a líderes demócratas.
“Empecé a buscar cosas en Internet, a hacer preguntas como la mayoría de la gente hace todos los días, a utilizar Google. Y me tropecé con algo llamado QAnon. Publiqué sobre ello en Facebook, leí sobre ello, hablé sobre ello, hice preguntas al respecto y luego llegó más información. Me hicieron creer cosas que no eran ciertas “, dijo Greene un tiempo después.
Familias destruidas
Las palabras de la congresista, sin embargo, no resonaron en la casa de Louise.
Hablar con su madre sigue siendo prácticamente imposible porque cualquier intercambio de frases las lleva a algún punto donde el diálogo se centra en QAnon y la conversación se vuelve inviable.
Es algo que los investigadores de Rutgers describen como un comportamiento estándar en estos casos.
“Cuando los familiares expresan no estar de acuerdo, a menudo se encuentran con hostilidad. La incredulidad sobre los mitos centrales se percibe como una amenaza. Cuando las familias no logran llenar este vacío, a menudo se distancian. A veces, los miembros de la familia que rechazan a QAnon se consideran parte de la conspiración”, indica la investigación.
Aunque la recomendación de los expertos es tratar de limitar las interacciones familiares a temas placenteros y no controvertidos, y mostrar afecto a pesar de los desacuerdos, Louise se muestra escéptica sobre volver a algún tipo de normalidad en su relación de madre e hija.
Intenta conseguir un trabajo estable en el área de tecnología de la información y está ahorrando la ayuda de emergencia que le brinda el gobierno para poder mudarse.
Margareth cree que el dinero que entrega el gobierno es parte de un plan para crear endeudamiento entre los ciudadanos.
“Cuando le dije que no lo creía, ella deseó que me convierta en una esclava y sufriera porque no quiero abrir los ojos”, dice Louise.
BBC News Brasil no se puso en contacto con los padres de Margareth o Sonia porque esto podía poner en riesgo a las entrevistadas.
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