El martes 9 de agosto, una serie de explosiones en la base aérea rusa de Saki, en la península de Crimea, encendió la alarma. La región, anexionada por Rusia en el 2014 ante el reclamo de la comunidad internacional, era protagonista por primera vez de la confrontación militar en Ucrania, que lleva ya casi seis meses.
Y este martes 16, un depósito militar en la localidad de Dzhankoe, al norte de Crimea, quedó envuelto en llamas. Según el ejército ruso, se trató de “un acto de sabotaje” que no provocó heridos graves pero que sí hizo detonar la munición almacenada en el lugar.
En el devenir de la guerra, con ciudades destruidas, asedios incesantes y miles de muertos de ambos lados, estos hechos parecerían datos menores, pero podrían tratarse de un punto de inflexión en un momento en que el conflicto parece estancado y ante una guerra de desgaste enfocada, sobre todo, en la región del Donbás, en el este ucraniano.
El pasado 9 de agosto, horas después de conocerse las explosiones en Saki, el presidente Volodymyr Zelensky fue claro: “Esta guerra rusa contra Ucrania y contra toda la Europa libre comenzó con Crimea y debe terminar con Crimea, con su liberación. Hoy es imposible decir cuándo sucederá esto”.
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Pese a lo dicho por el mandatario ucraniano, él ha preferido no confirmar -ni negar- que fue su ejército el que realizó los ataques en la zona. De hecho, ha instruido a sus oficiales a no filtrar información al respecto, pues medios estadounidenses como “The New York Times” y “The Washington Post” citaron fuentes ucranianas anónimas que señalaban que efectivamente las fuerzas de Kiev perpetraron los ataques.
Lo particular en este caso es que Rusia tampoco ha acusado a Ucrania de las explosiones. De hecho, tras lo ocurrido en la base aérea de Saki, Moscú responsabilizó a trabajadores del lugar de no seguir los protocolos adecuados, lo que precipitó el incendio.
De confirmarse que Ucrania llevó a cabo estos ataques, sería un fuerte golpe contra Putin, que emprendió su cruzada en el 2014 con la anexión de Crimea, península a la que ha llamado “un lugar sagrado” para los rusos.
Golpe sorpresivo
¿Estamos pasando, entonces, a una nueva etapa de la guerra?
El analista internacional Roberto Heimovits no prefiere confirmar esto, pero sí considera que lo ocurrido en Crimea no es poca cosa.
“Es importante porque los ucranianos solamente han podido golpear en seis meses la retaguardia rusa en ocasiones muy contadas, y ahora lo han hecho dos veces en una semana, si es que realmente han sido ellos, y todo indica que fue así”, comenta a El Comercio.
“Esto debilita la sensación de seguridad que los rusos tenían en su retaguardia. Si siguen los ataques en Crimea, los puede obligar a sacar fuerzas del frente para cuidar sus bases aéreas y otras instalaciones que tienen al sur, y permite a Ucrania recuperar la iniciativa en el conflicto”, añade.
Crimea —que en esta época del año recibe la visita de miles de turistas rusos— es la base de la flota del mar Negro de Rusia y está siendo utilizado como lugar estratégico para proveer de material militar a las fuerzas armadas que combaten en el sur y este de Ucrania.
Las explosiones de este martes en el arsenal de Dzhankoe destruyeron infraestructura civil como una línea de alto voltaje, subestaciones eléctricas, un tramo de línea férrea y varias viviendas, según el mando ruso.
Aunque no hubo víctimas, más de 3 mil habitantes de Maiskoe, una localidad aledaña, debieron ser evacuados.
“Estamos en estado de emergencia”, declaró a la prensa el gobernador crimeo, Serguéi Axiónov.
Sin embargo, lo ocurrido el martes 9 parece haber sido más complicado. Según fuentes occidentales, como el Ministerio de Defensa británica, las explosiones en la base aérea rusa de Saki dejaron un muerto y cinco heridos, además de destruir nueve aviones de combate rusos. Mientras que al menos cinco cazabombarderos y tres aviones polivalentes fueron “casi con toda seguridad destruidos o gravemente dañados”, según el comunicado al que tuvo acceso la BBC.
Imágenes satelitales también han mostrado que no se trató de un “descuido”, como lo ha querido pintar el Ejército ruso, sino de un ataque dirigido contra la base militar.
Estos ataques contra las bases militares rusas provocaron este miércoles la destitución del comandante de la flota rusa del mar Negro, Igor Osipov, y el nombramiento de Viktor Sokolov.
¿Nuevas armas?
Aunque se pensaba que las fuerzas ucranianas aún no eran capaces de disparar proyectiles por encima de las 120 millas necesarias para llegar desde territorio ucraniano hasta la base de Saki, la realidad podría estar cambiando. El medio estadounidense NPR refiere un análisis del sitio especializado en defensa “The War Zone”, el cual señala que Ucrania habría adaptado sus antiguas armas de la época soviética.
En abril, Ucrania utilizó sus cohetes Neptune para hundir uno de los mayores buques de guerra rusos, el Moskva, un movimiento que también se pensaba que estaba más allá de la capacidad de sus fuerzas.
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“Los ucranianos tienen una cierta base tecnológica que podría permitirles adaptar armas tanto de Occidente como de países de Europa central que les ha estado proveyendo de armas, como Polonia o la República Checa, o podrían haber adquirido armas de largo alcance en el mercado negro”, puntualiza Heimotivs.
El analista, no obstante, desliza otra teoría: “O quizá puede ser que hayan infiltrado gente en Crimea. Hay que tener en cuenta que entre el 25% y 30% de la población de Crimea son ucranianos. Y también están los tártaros, que son un 30%”. Con lo cual, se podría estar pasando a una especie de guerra de guerrillas, con una resistencia ucraniana siendo más efectiva.
No por gusto, el Servicio Federal de Seguridad ruso informó este miércoles la captura de seis miembros de una célula islamista en la anexionada península de Crimea. Se trata de miembros de Hizb ut-Tahrir al-Islami , una organización considerada terrorista en Rusia. Según el FSB, los detenidos, guiados por unos “emisarios de Ucrania”, realizaban acciones destinadas a la difusión de ideología terrorista en territorio ruso.
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