Valentyna, de 82 años, está tan cansada de los constantes bombardeos rusos contra la ciudad de Chasiv Yar, en el este de Ucrania, que ya ni le importa morir.
“Estaba aquí en casa y a punto de dormirme sobre el sofá. Y de repente, los bombardeos empezaron”, cuenta la anciana a AFP.
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“Ya no podía salir. Entonces volví a echarme y pensé: ‘Pase lo que pase, si me matan aquí, que así sea’. Y duró por lo menos tres horas. Dios mío, no puedo soportarlo”, continúa, con una voz que denota cansancio.
Los bombardeos alcanzaron el barrio de Valentyna el viernes por la noche, aunque su casa quedó intacta.
Un cohete destruyó en cambio parte de un edificio y en una calle cercana cayó artillería.
Al lado de su pequeña casa de ladrillos cayó otro proyectil, destruyendo la rueda de un vehículo militar.
Otro coche 4x4 terminó en una zanja y varios militares resultaron heridos.
La casa de Valentyna ya no es apta para vivir porque fue bombardeada anteriormente.
“Adentro hace frío. Ya no hay gas, ni electricidad, ni agua. Ya no hay nada”, cuenta.
Pero la mujer, viuda desde hace 20 años, aguanta. No tiene adónde ir y su única hija vive en el este de Rusia.
“La última vez que visité a mi hija, me tardé cuatro días”, explica.
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La carretera que lleva a Chasiv Yar, donde vivían unas 13.000 personas antes de la invasión rusa, es la única que sale de Bajmut y que Ucrania sigue controlando.
Las tropas rusas intentan conquistarla desde el verano y actualmente, la rodean en el norte, el este y el sur.
Trincheras
El avance ruso alrededor de Bajmut amenaza a Chasiv Yar. En los últimos días se cavaron trincheras sobre varios kilómetros a proximidad de la localidad.
El sábado, las excavadoras seguían trabajando, aunque la mayoría de los habitantes decidió dejar la ciudad por su cercanía con la línea de frente.
Fue el caso de una madre y su hija, que se subieron a un minibus en dirección a Dnipró, más al sur. El marido se irá también a finales de mes.
El hombre que las acompañó a la parada vio cómo los bombardeos destruyeron el techo de una casa al lado de la suya.
Llegó a Chasiv Yar hace seis meses, huyendo de Bajmut, donde regentaba una cafetería. “Prometí a mi mujer que ya no iría”, explica. Ahora abandonará también Chasiv Yar.
En la ciudad y sus alrededores, la artillería ucraniana no deja de retumbar.
“Tenemos mucho trabajo, sin pausa, en cualquier momento del día. Si nos llaman trabajamos de noche”, explica el jefe de unidad “Siry”, su nombre de guerra.
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“Hoy, cubrimos principalmente la zona alrededor de Bajmut”, explica. El objetivo, añade, es impactar contra “la infantería o los blindados” de los rusos.
Sus soldados luchan “por la victoria”, insiste. “Necesitamos victoria, no solo paz”, manifiesta.
“Siempre digo que los rusos son animales locos, eso es todo (...) Tenemos que frenarlos”, lanza.
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