Un camión Kamaz avanza a toda velocidad alejándose del frente cargado con soldados ucranianos con el semblante sombrío. Son los miembros de las 81º brigada que recibieron la orden de retirarse del frente del este del país para recuperar fuerzas ante el avance de los rusos.
La tropa caminó 12 kilómetros el sábado, camuflada en un bosque, evitando los tiros de la artillería, hasta el punto donde fueron exfiltrados en la localidad de Sviatoguirsk.
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Durante un mes, defendieron su lucha bajo la consigna “Siempre primeros” y participaron en la contraofensiva para intentar frenar la avanzada rusa en el frente del este en la región del Donbás, donde los rusos avanzan lento, pero conquistando una localidad tras otra.
“Todo el mundo entiende que tenemos que mantener la línea aquí, no podemos dejar que el enemigo se acerque, intentamos resistir con todas nuevas fuerzas”, explicó a la AFP el lugarteniente Yevguen Samoilov, muy nervioso ya que la tropa está al descubierto y puede ser blanco de un bombardeo en cualquier momento.
“El enemigo está muy, muy cerca”, dijo el militar. La línea de tanques rusos está del otro lado de una colina, a unos 7 kilómetros.
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Este oficial de la Academia Militar de Odessa, tiene 21 años y tiene a su cargo a algunos conscriptos que tienen el doble de su edad.
“Es mi primera guerra, yo iba a titularme en cuatro meses, pero me enviaron aquí”, expresó, casi a modo de disculpa.
Samoilov usa como nombre de guerra “Samson” y tiene una barba negra y el semblante de un adolescente. A donde sea que vaya, lleva consigo una libreta roja donde anota todos los desplazamientos, pero también las peticiones y cualquier señalamiento que le haga su tropa, a quienes siempre se dirige ocupando un tono suave.
Un silencio sepulcral
La sección de paracaidistas fue movilizada el 23 de febrero, en vísperas de que comenzara la invasión de Moscú.
“Los combates son muy duros”, contó el lugarteniente.
En esta brigada, como en el resto de las unidades, no se lleva un balance de las pérdidas.
En el camión militar reina un silencio sepulcral en el viaje hasta el edificio donde los soldados tendrán derecho a descansar durante una semana.
Durante el camino en una carretera desierta se cruzan con un camión cargado de municiones y de misiles de largo alcance destinados al frente. Los soldados hacen un gesto de victoria como reflejo y luego siguen mirando al suelo en silencio.
Estos supervivientes “tienen heridas leves del frente, también fracturas tras quedar sepultados bajo los escombros en un bombardeo y otros recibieron metralla tras la explosión de un obús”, contó a la AFP, Varim Kirilov, un médico militar de 25 años.
Sin embargo cuenta que la mayoría de los problemas son las enfermedades crónicas como la hipertensión, entre otras.
“El pie de trinchera”
El médico explica que muchos sufren del denominado “pie de trinchera” que son heridas menores e infecciones en el pie debido a una exposición prolongada a la humedad, al frío y a la falta de condiciones de higiene.
Tras el reconocimiento médico todos tienen el mismo reflejo, aislarse y reconectar su teléfono para llamar a sus familiares.
En el frente los teléfonos y especialmente las aplicaciones que requieren una geolocalización están prohibidos.
Cuatro soldados preparan la habitación compuesta de camarotes oxidados que será su lugar de descanso.
“Es el momento para que los chicos descansen, sanen sus heridas físicas, morales y psicológicas y que retomen las fuerzas antes de volver a combatir”, explicó Samson.
“Van a dormir en un lugar cálido, van a alimentarse con comida normal y van a intentar retomar en cierto modo la vida”, afirmó.
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