El objetivo de Rusia con la "operación especial" iniciada en Ucrania el pasado 25 de febrero es "desmilitarizar y desnazificar a Ucrania", aseguró en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. (EFE/ Isabel Saco)
El objetivo de Rusia con la "operación especial" iniciada en Ucrania el pasado 25 de febrero es "desmilitarizar y desnazificar a Ucrania", aseguró en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. (EFE/ Isabel Saco)
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La Nación / GDA

“No planeamos atacar a otros países. Tampoco atacamos a ”. La frase la lanzó en una conferencia de prensa de casi una hora en Turquía, después de su primera reunión con su par ucraniano. Al canciller ruso, Sergei Lavrov, no se le movió un pelo cuando lanzó esas palabras, que tuvieron eco en todo el mundo por la firmeza con la que el funcionario expresó la afirmación que solo algunos rusos podrían creer.

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Como cabeza de la Cancillería rusa durante la invasión de Ucrania que Vladimir Putin ordenó hace dos semanas, Lavrov encarna la desafiante postura del Kremlin con una combinación de dureza, sarcasmo y diplomacia.

Aunque Putin dirige sin trabas la política exterior del país, Lavrov transmite el mensaje de Moscú con un estilo directo poco habitual en un diplomático.

Lavrov, de 71 años y que lleva 18 en el cargo, se caracteriza por ser la cara y la voz ante el mundo del relato ruso del conflicto: no es una guerra, no hubo invasión y el bombardeo al hospital materno-infantil de Mariupol de ayer es casi una fake news.

Esta mañana, en Antalya, Turquía, después del primer cara a cara de alto nivel entre Ucrania y Rusia desde que comenzó la guerra, en el que no hubo un acuerdo para un alto el fuego, cada canciller brindó una conferencia de prensa por separado.

“Hemos abordado la cuestión de un cese del fuego por 24 horas para resolver la mayor parte de las cuestiones urgentes desde el punto de vista humanitario. No hemos hecho progresos, pero parece que hay otras personas que deciden sobre esto en Rusia”, dijo el canciller ucraniano, Dmytro Kuleba. Sobre los corredores humanitarios para evacuar los miles de civiles atrapados en la ciudad de Mariupol, duramente bombardeada por las fuerzas rusas, “desafortunadamente Lavrov no estaba en condiciones de asumir un compromiso”, agregó.

Mientras tanto, Lavrov decía desde otro salón: “Hemos tenido la confirmación de que no tenemos alternativas. Aquellos que llenan a Ucrania de armas deben entender que son responsables de sus propias acciones”.

“No planeamos atacar a otros países. No atacamos a Ucrania. En Ucrania se creó una situación que a su vez creó una amenaza a Moscú, hicimos varios llamados que nadie nos escuchó”, sostuvo Lavrov, repitiendo la línea oficial del Kremlin.

Una mujer embarazada herida baja las escaleras del hospital de maternidad dañado por los bombardeos en Mariupol, Ucrania, el miércoles 9 de marzo de 2022
Evgeniy Maloletka - AP
Una mujer embarazada herida baja las escaleras del hospital de maternidad dañado por los bombardeos en Mariupol, Ucrania, el miércoles 9 de marzo de 2022 Evgeniy Maloletka - AP

Así, el canciller insiste con que en Ucrania no hay guerra ni invasión sino una “operación militar especial” para la “desnazificación” de la exrepública soviética. Los mimos conceptos que se leen en todos los sitios de noticias rusos, que tienen prohibido usar las palabras “invasión”, “ofensiva” o “guerra”.

El ataque al hospital de Mariupol

En la misma conferencia, Lavrov increpó a un reportero ucraniano por vender “falsificaciones” sobre las acciones rusas en Ucrania, consultado sobre el ataque a un hospital materno-infantil en Mariupol que dejó por lo menos tres muertos, entre ellos, una niña.

El canciller arremetió contra lo que calificó de “patéticos gritos sobre supuestas atrocidades de las fuerzas armadas rusas” y dijo que el edificio del hospital llevaba días bajo el control de las fuerzas ultrarradicales ucranianas, que habían desalojado a los médicos y a los pacientes, versión que el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, rechazó de plano.

“Como siempre, mienten con confianza”, dijo Zelensky, que acusó a Moscú de perpetrar un genocidio en la guerra que lanzó hace dos semanas.

En el Kremlin, mientras tanto, se amasaba una nueva versión de los hechos, algo inusual en la comunicación del gobierno ruso.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, y el presidente Vladimir Putin. (MIKHAIL METZEL / SPUTNIK / CONTACTOPHOTO)
El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, y el presidente Vladimir Putin. (MIKHAIL METZEL / SPUTNIK / CONTACTOPHOTO)

Preguntado justo después del ataque, ayer, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov dijo a Reuters que “las fuerzas rusas no disparan contra objetivos civiles”. No obstante, hoy cambió el mensaje e indicó que el Kremlin examinará el incidente. “Definitivamente preguntaremos a nuestros militares, porque ustedes y yo no tenemos información clara sobre lo que ocurrió allí. Y es muy probable que los militares proporcionen alguna información”, dijo Peskov a la prensa.

Otros funcionarios rusos adoptaron una línea más agresiva, rechazando el atentado contra el hospital como una noticia falsa. “Esto es terrorismo informativo”, dijo la vocera de Lavrov, Maria Zakharova.

El estilo Lavrov

Lavrov se caracteriza por no andar con rodeos cuando se trata de defender lo que considera los intereses de Moscú, y ese estilo debe gustar al presidente de Rusia, conocido por su dura retórica.

En 2008, Lavrov respondió a un reproche del entonces secretario británico de Exteriores David Miliband con un “¿quién [diablos] es usted para darme lecciones?”.

Como su jefe, Lavrov canaliza la nostalgia generalizada del público por la influencia que ejercía el país en la era soviética. Aviva la hostilidad hacia Estados Unidos, presentado como un país arrogante, engreído, traicionero y decidido a dominar el mundo. Y menosprecia a los aliados occidentales como secuaces que obedecen las directrices de Washington para frenar a Rusia.

Tras una larga carrera diplomática, Lavrov se ve visiblemente aburrido con la rutina cotidiana. Cuando comparece ante los medios no se molesta en ocultar su irritación ante preguntas ingenuas o provocadoras y a menudo contesta con condescendencia o directamente burlas.

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