Barcelona. [AFP]. “Me parece una auténtica vergüenza que una multinacional como ésta nos deje tirados” en plena pandemia del coronavirus, dice Jordi Carbonell, un hombre con 32 años trabajados en la planta que Nissan cerrará en Barcelona, dejando sin empleo a 3.000 trabajadores.
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Este jueves, los trabajadores se reunieron en las inmediaciones de la fábrica automotriz para conocer la confirmación del peor de los pronósticos: la clausura definitiva de una planta que llevaba operando casi 100 años, y que ahora dejará a 3.000 empleados directos sin trabajo.
A modo de protesta, los trabajadores bloquearon con vehículos una autovía, y luego una avenida, manifestándose a pie y con mascarillas puestas.
Desde comienzos de mayo la planta estaba paralizada por la huelga indefinida de una parte de los empleados, que reclamaban inversiones tras conocer un plan inicial de reducción del 20% de la plantilla.
Como parte de una reestructuración destinada a suprimir sobrecapacidades, la alianza Nissan-Renault-Mitsubishi había anunciado su intención de suprimir 12.500 puestos de trabajo en todo el mundo hasta marzo de 2023, pero la crisis del coronavirus precipitó los planes.
Carbonell, de 54 años, acusa por ello a la empresa de atacar “el punto más flojo, que es la planta de Barcelona, después de muchos años de dejarla morir. Y han dicho que ahora es fácil y además con la pandemia”.
Para él, el cierre en el contexto de la COVID-19 es “una cobardía y una canallada”.
Juan Sánchez, de 45 años, lleva 16 trabajando en la fábrica, que consta de tres instalaciones, y es padre de dos hijas de 10 años. Su mujer también trabaja en Nissan.
“Esto supone el despido de los dos y una unidad familiar que se va a la calle sin trabajo. Ya nos echaron en 2009 a los dos estando mi mujer embarazada, pero esto es peor porque ahora la empresa cierra”, dice Sánchez.
“El futuro está complicado porque el COVID-19 agrava que no podamos encontrar trabajo y que haya muchos despidos en otras empresas”, apunta.
En el mismo sentido se expresa Natalia Ros, de 45 años y operaria en la planta de carrocerías: “Vivimos de lo que ganamos aquí y el futuro puede ser un poco traumático, porque la situación está complicada”.
“Han sido muchos años aquí para que se vayan de esta manera”, dice Ros, que lleva 14 trabajando en Nissan.
El gobierno de España, que había presionado para intentar evitar el cierre, lamentó la decisión.
La ministra de Exteriores, Arancha González Laya, dijo que se explorarán “todas las opciones posibles” para mantener las capacidades industriales y el empleo en el sector de la automoción en Barcelona.
En una teleconferencia con la prensa, el presidente de Nissan Europa, Gianluca de Ficchy, insistió en que la decisión es definitiva, y explicó que tras las estimaciones pertinentes “llegamos a la conclusión de que la ecuación económica de la planta no era sostenible en lo sucesivo”.
100 años de historia
La fábrica de Nissan en la Zona Franca de Barcelona es un símbolo de la industria automotriz española.
Sus orígenes se remontan un siglo atrás, cuando el fabricante estadounidense Ford estableció en 1920 una fábrica en Cádiz, en el sur de la Península, que sería el germen de Motor Ibérica.
Tres años después se trasladaría a Barcelona, primero dentro de la ciudad, y en 1967, a las actuales instalaciones de la Zona Franca, a las que se añaden las de Montcada y Sant Andreu de la Barca.
No fue hasta 1980 que Nissan entró para producir modelos tan emblemáticos como el todoterreno Nissan Patrol.
La planta llevaba años en la cuerda floja. A pesar de tener una capacidad de producción de 200.000 vehículos al año, ya funcionaba muy por debajo de su capacidad antes de la pandemia.
“Cuando yo entré, en 1986, todavía se construían tractores. Es una empresa que ha fabricado prácticamente de todo, siempre hemos sido muy flexibles”, dice Pedro Ayllón, representante del sindicato USOC.
Sin embargo, lamenta este sindicalista, “nos han ido quitando productos, han intentado vaciar de producción la empresa. Y ahora estamos a un 25% de capacidad”.
Junto a otros trabajadores, Ayllón acusa de inacción a los gobiernos estatal y regional, y advierte de un posible “efecto dominó con otras empresas que vean que cerrar en España es fácil”.
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