Hace 75 años, un inusual día soleado le salvó la vida a uno de los mayores asesinos de la historia. El 20 de julio de 1944, una serie de pequeños eventos desafortunados provocó el fracaso de la operación Valquiria, un complot ideado para acabar con Adolfo Hitler.
En total, hubo al menos 42 intentos de asesinar al líder nazi. Sin embargo, el que estuvo más cerca de lograrlo fue el encabezado por el coronel Claus von Stauffenberg.
Valquiria involucró a importantes líderes sociales e intelectuales, pero principalmente a la Wehrmacht [el ejército alemán]. Se comenzó a gestar en 1942 tomando como base un plan nazi en caso de un levantamiento de los trabajadores. La nueva operación incluía detalladas acciones posteriores que llevarían al derrocamiento total de los nazis. Para ello, aprovecharían una de las usuales reuniones de Hitler con altos oficiales en uno de los 50 búnkeres subterráneos de la Guarida del Lobo, uno de sus mayores cuarteles ubicado en la actual Polonia.
Las características del búnker lo hacían sumamente vulnerable a una explosión interna. Por más pequeña que esta fuese, las gruesas paredes no habrían permitido que las ondas se disiparan, condenando a quienes estuvieran dentro.
El plan implicaba que el coronel Stauffenberg armara dos paquetes de explosivo plástico antes de entrar a la reunión, colocara la maleta lo más cerca posible de Hitler y saliera del lugar en los 10 minutos previos a la explosión. La suerte, sin embargo, no estaba de su lado.
El calor de ese día hizo que el lugar de la reunión fuera cambiado por una sala de la base militar. Las ventanas y puertas reducían enormemente el daño que podría causar la bomba. Además, Stauffenberg –quien había perdido un ojo, la mano derecha y dos dedos de la mano izquierda en África– solo tuvo tiempo para armar uno de los dos paquetes explosivos. Finalmente, al retirarse de la sala, el maletín fue cambiado de lugar involuntariamente por el oficial que ocupó su lugar en la mesa. La nueva posición de la bomba dejaba fuera de alcance al líder nazi.
En consecuencia, la explosión causó la muerte de cuatro oficiales nazis, hirió a otros 13 y dejó a Hitler con pequeños daños. ¿Pero qué habría pasado si todo salía según lo planeado?
—¿Se acortaba la guerra?—
Con una Alemania debilitada por el avance de los aliados y los soviéticos, tres analistas consultados por El Comercio coinciden en que lo más probable es que la muerte de Hitler habría sido una estocada letal.
“Muchos oficiales alemanes sentían que la guerra ya estaba perdida. Creo que habría acelerado el fin, porque, a pesar de que el grupo que buscaba asesinar a Hitler era muy variopinto, todos coincidían en la búsqueda de una paz honrosa y el retorno a sus fronteras originales”, opina el historiador y docente de la Universidad de Lima Luis Bustamente.
“Se acortaba definitivamente. Sin ninguna duda”, dice el internacionalista Óscar Vidarte. “Era evidente que los frentes iban cayendo. La pérdida del líder habría llevado al fin de la guerra”.
El especialista en derecho internacional público y docente de la PUCP Elías Abugattas coincide en gran parte, pero plantea un escenario adicional. “Si el nuevo gobierno hubiera negociado con Inglaterra, eso habría sido mal visto por Stalin (el dictador ruso). La alianza se habría roto. Roosevelt (el entonces presidente estadounidense) tenía la idea de que debía llegarse a una rendición total. Una opción habría sido que el nuevo gobierno replegara a sus tropas a las fronteras previas a la guerra, por si no alcanzaban un acuerdo”, detalla. “Eso podría haber extendido el conflicto hasta que los aliados se vieran motivados a negociar”.
—¿Una guerra civil?—
Pese a las fallidas campañas militares en suelo soviético y la pérdida de territorio por el oeste, Hitler aún mantenía un nutrido grupo de seguidores. Entre ellos resaltaba la SS, la fuerza paramilitar destinada a mantener seguro al líder nazi. El eventual asesinato del Führer habría podido significar un enfrentamiento entre estos dos bandos.
“Es una posibilidad factible. Aunque quizá la palabra ‘guerra civil’ sea excesiva, pero sí habría habido un enfrentamiento”, dice Bustamante.
Vidarte tampoco descarta la posibilidad, pero la ve poco probable. “Estaba tan desgastado el pueblo alemán con cinco años de conflicto externo que iniciar uno interno parece poco probable”.
Para Abugattás, el plan contemplaba acciones posteriores que evitarían eso. “El funcionamiento al 100% de Valquiria implicaba también matar o arrestar a los altos mandos nazis. Además, acusar a la SS de querer hacerse con el poder. Era posible un enfrentamiento, pero creo que la Wehrmacht lo habría apagado rápidamente”.
—¿Quién sería el sucesor?—
De haberse producido el magnicidio de Hitler, el siguiente paso era definir quién ocuparía ese vacío.
Bustamante descarta cualquier posibilidad de que oficiales como Goebbels o Himmler lo hicieran. “Habría que descartar a cualquiera de ellos porque eran muy cercanos al pensamiento nazi. Quizá se habría buscado una figura consensuada por los extremos políticos que componían el grupo conspirador”, dice.
Vidarte coincide con Bustamante, especialmente por la persecución que se habría generado contra los altos mandos nazis tras la caída de Hitler. “Me imagino más a un diplomático”, señala.
Abugattas añade que, nuevamente, este escenario ya había sido previsto. “De haber tenido éxito, el gobierno lo asumiría Carl Friedrich Goerdeler (un político alemán conservador opositor a los nazis). Él iba a ser el nuevo canciller y formar un nuevo gobierno que estaría apoyado por la Wehrmacht. Es algo bastante inteligente, muy alemán, porque así evitaba que se pelearan por el poder”.
El experto en derecho internacional, además, nos permite conocer el grado de responsabilidad que habría tenido que asumir este nuevo gobierno.
"Primero, pongámonos en ese contexto, uno muy diferente al actual: no había declaración universal de derechos humanos, no existía el derecho penal internacional y las normas estaban más enfocadas en el Estado que en el individuo", dice Abugattas. "Teniendo en cuenta eso, el nuevo gobierno debía sancionar a los criminales de guerra y el Estado debía asumir eventuales reparaciones frente al pueblo judío, los gitanos y todos los afectados".
"Incluso si no llegaban a una situación de paz, en caso de que los Aliados no hubiesen querido negociar, ellos querían presentarse como una nueva Alemania y para ello tendrían que reconocer los crímenes nazi, sancionarlos dentro del propio ordenamiento jurídico alemán y eventualmente asumir como Estado algún tipo de responsabilidad internacional por cualquier violación de derechos", añade.