Mientras se discutía la posibilidad de un encuentro entre los cancilleres y presidentes de Ucrania y Rusia para intentar resolver diplomáticamente la crisis en el este de Europa -en la que también están involucrados Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN-, el mandatario Vladimir Putin se dirigió a su país con novedades. Este lunes 21 el líder ruso anunció que reconocía como independientes a las autoproclamadas repúblicas separatistas ucranianas de Donetsk y Lugansk. ¿Cómo cambia eso el panorama de las negociaciones? Para reflexionar, El Comercio charló con Rodrigo Murillo, historiador y analista internacional con un posgrado en la London School of Economics and Political Science Rodrigo Murillo.
LEE TAMBIÉN | Expectativa mundial: Biden anuncia las sanciones de EE.UU. a Rusia por la invasión de Ucrania
—¿Esta jugada de Putin debería ser entendida como una primera victoria para Rusia?
En principio, implica la consumación exitosa de su estrategia [Putin trazó una línea roja: por cuestiones de defensa, Ucrania no puede ser parte de la OTAN]. En Moscú supieron siempre que no iban a tener respuesta por parte de los aliados de Ucrania, especialmente de la Unión Europea y Estados Unidos. Y ahora que Rusia ha dado el primer paso militar, porque lo que ha hecho es un acto de agresión y Ucrania lo entiende como una mutilación inaceptable de su territorio, falta conocer la reacción de EE.UU. para entender las consecuencias de este suceso.
—A diferencia de lo que pasó en el 2014 en Crimea, ahora Rusia decide no anexarse Donetsk y Lugansk. ¿A qué responde esa decisión?
En el caso de Crimea, estamos hablando de la incorporación de la península a la Federación Rusa por la vía militar. Crimea ocupa un lugar preponderante en la historia e identidad y también en el ethos cultural de Rusia desde los tiempos del zarismo. Crimea era el lugar de ensueño, de veraneo de los emperadores, y, durante la Segunda Guerra Mundial fue la sede de unas batallas espantosas entre los nazis y la Unión Soviética, siendo la más conocida la del sitio de Sebastopol. Es decir, para Moscú, Crimea ocupa un lugar íntimo, algo así como lo que significa Cusco o Machu Picchu para los peruanos.
En el caso del este de Ucrania, tenemos que las provincias de Donetsk y Lugansk han sido reconocidas mas no anexionadas. Con ello, Putin también calcula la posible reacción de la OTAN y, fundamentalmente, de Joe Biden, quien se ha mostrado muy proactivo para controlarlo en el caso de una eventual absorción de estos territorios. Si Putin hubiera decidido anexarlos, la amenaza para porciones más lejanas del territorio ucraniano hubiera sido mayro y, en ese contexto, los tambores de guerra serían mucho más fuertes.
- Ucrania pide a Occidente el envío de más armas para enfrentar a Rusia
- Rusia anuncia la evacuación de todo su personal diplomático de Ucrania “lo antes posible”
- Unión Europea aprueba nuevas sanciones contra Rusia por la crisis de Ucrania
—¿Diría que no invadir per se, sino disfrazar las intenciones y venderlas como el reconocimiento de la voluntad de los pueblos mientras EE.UU. prende las alarmas por otros temas, fue siempre el objetivo de Putin?
Estoy un 99% seguro de eso, aunque son temas de inteligencia que difícilmente podríamos demostrar. Vladimir Putin y el complejo militar e industrial ruso han pretendido decirle al mundo, quizás de manera tácita, que el paradigma de las relaciones internacionales heredado de la derrota de la Unión Soviética, de cuando Moscú era la capital de un país empobrecido y postrado, ha terminado. Lo que Putin está sosteniendo es que la nueva Rusia, de la que se jactará como su legado, está de pie y nuevamente puede imponer sus condiciones de igual a igual a Estados Unidos, tal como sucedió en tiempos de la URSS. En pocas palabras, que el mundo unipolar que nació tras la caída del edificio soviético ya no existe más y que, nuevamente, EE.UU. se enfrenta a un mundo multipolar en el que cada potencia -China, por ejemplo-, tiene intereses geopolíticos que difícilmente podrá contener.
MIRA: ¿Putin y Biden podrán llegar a una salida diplomática para la crisis de Ucrania?
—Entendemos su objetivo, pero ¿hasta dónde quiere llegar Putin? O, mejor dicho, ¿hasta dónde podría llegar?
Putin es un hombre muy poco dado a la improvisación. Es un estadista, claro que con dejos de autoritarismo, y no olvidemos que es el presidente de un país con altos índices de represión a los derechos y con una gran corrupción. Pero es más experimentado y formado que sus interlocutores occidentales. Es un profesional de la información y de la inteligencia: su periodo de trabajo en la KGB marcó su ideología política. Con eso en mente, creo que la pregunta también ofrece una respuesta. Él sabe que ni Europa ni Estados Unidos, que sale de una pandemia con cientos de miles de muertos y con una inflación que empieza a preocupar a las bolsas de valores del mundo, van a enfrentarlo militarmente. En consecuencia, él podría decir a sus ciudadanos que el orgullo de Rusia, ese que se perdió en los años difíciles de Boris Yeltsin, se ha recuperado.
Te doy dos ejemplos. No hace muchos años, una persona tan respetada como Barack Obama declaró, un poco peyorativamente, que Rusia no era más que una gasolinera que vendía armas. Y, hace poco, vi unas comparaciones entre el producto bruto interno de Texas e Italia y el de Rusia, dando a entender que se trataba de un estado de segundo orden. La realidad es otra. Los hechos dan cuenta de que, si Rusia aprieta un botón, Dios no lo quiera, podrían desaparecer Texas e Italia. Es decir que, a pesar de sus múltiples problemas, Rusia merece todo el respeto de sus socios europeos, quienes dependen de su energía. Parte de la herida de la que suele quejarse Putin tiene que ver con Estados Unidos: en los años 90 Yeltsin pretendió tener una relación de socio con el gobierno de Clinton y posteriormente con Bush; sin embargo, EE.UU. tomó ventaja de la debilidad rusa, de su inflación, para mejorar su seguridad geopolítica en Europa, llevando a la OTAN a sus fronteras.
—Parece que, en el saldo, los intereses de Estados Unidos han generado muchísimos conflictos. Las sanciones económicas a Japón, por ejemplo, derivaron en el bombardeo de Pearl Harbor. De igual manera, sus acciones en Medio Oriente también significaron más problemas. ¿Diría que hay un vicio en la política exterior estadounidense?
No lo pondría exactamente así. Joe Biden es un presidente bien intencionado, muy experimentado, que está, sin embargo, sujeto a una enorme presión dejada por sus predecesores. George Bush padre, Bill Clinton, George Bush hijo, Barack Obama y Donald Trump supieron mantener a Rusia en el paradigma anterior, pero recuerda que Obama decía que Rusia era un país menor en un momento en el que los rusos no tenían la capacidad de demandar el viejo rol que perdieron tras la caída de la URSS. Ahora, Putin ha tomado conocimiento de las debilidades actuales de sus rivales -la Unión Europea está profundamente dividida y Estados Unidos vive golpeado por el COVID-19, una crisis económica y una polarización y tensión racial que no se veía desde hace 50 o 60 años- y ha movido sus fichas en el ajedrez.
La presión que ejerce sobre Joe Biden el establishment estadounidense que exige que Rusia se mantenga como una segunda o tercera potencia, hace que EE.UU. no le pueda permitir a Vladimir Putin asumir un papel preponderante. Quizás la pregunta más importante sea hasta dónde llegará Biden. Putin es muy consciente de los riesgos a los que se enfrenta y sabrá, muy probablemente, cuándo retirarse.
—¿Le parece evidente que Joe Biden no va a ordenar un despliegue militar?
Hace poco, una periodista le preguntó a Biden si aceptaría la línea roja impuesta por Putin, de que Ucrania no se una a la OTAN. Me preocupó la respuesta del presidente, quien un poco molesto, dijo algo así como: ‘A mí nadie me pone líneas rojas’. Esto me recuerda la génesis de la Primera Guerra Mundial y su relación con los egos de los imperios: nadie quería que le faltaran el respeto y eran muy conscientes de que debían mantener su reputación de ganadores. Biden sabe que lo último que le conviene a Estados Unidos es un enfrentamiento militar con Rusia porque, además de destrozar Europa, les impondría costos altísimos a un país que viene enterrando soldados desde el ataque a las Torres Gemelas.
Ahora bien, ¿el establishment más prudente podrá imponerse y esbozar medidas que, a modo de castigo, limiten a Rusia? Eso es muy complicado, y eso que a veces dejamos de lado la aparición del otro gigante, China, que muy pronto va a exigir su rol de primera potencia.
—Y si solo son sanciones económicas, ¿qué tanto podrían afectar a Rusia?
Lo que Putin podría hacer si Estados Unidos limita su sistema bancario o impone sanciones más fuertes -que ciertamente también sufriría Europa, que depende energéticamente de Rusia- es que se vuelva hacia China. Entre ambos pueden hacer mucho para poner en tela de juicio el dominio político y financiero que EE.UU. viene ejerciendo en el mundo desde que desapareció la URSS.
—Desde hace buen rato, Estados Unidos repite que el ataque ruso a Ucrania es inminente. ¿Cómo se explica eso?
Es porque ha utilizado una táctica que solía ser aplicada muy exitosamente por las FF.AA. rusas, la de la desinformación, confusión y sorpresa. Por eso es que han compartido imágenes satelitales, información de inteligencia, de supuestas fuentes del mismos ejército ruso que poco más e indicaban la hora, las unidades, el método y las ciudades que iban a ser atacadas. La pregunta es: ¿tuvieron un impacto en la estrategia de Rusia?
Alemania y Francia, teniendo servicios de inteligencia muy sofisticados, han puesto en tela de juicio la información de EE.UU. Hace muy poco, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, numerosos diplomáticos europeos le preguntaron a Kamala Harris de dónde sacaba la información de los ataques inminentes, porque ellos manejaban otra. Y también está claro que lo último que quieren los países europeos es ir a guerra contra Rusia.
—¿Es posible ponerle fecha a la guerra, digamos, entendida de la forma más tradicional?
Crimea, que en algún momento fue parte de Ucrania, ahora está ocupada por Rusia, está anexionada. Así que, en el caso de que Ucrania ingrese a la OTAN, automáticamente habría una guerra de facto con Rusia, obligando forzosamente a estados como Italia, España, los países bálticos, a Estados Unidos, Francia y Alemania, a ir a la guerra. Eso es real. Si hoy Ucrania entrara a la alianza, serían muy altas las posibilidades de un conflicto y, con ello, la Tercera Guerra Mundial estaría descontada.
Por eso, el presidente Emmanuel Macron propuso la opción de la ‘finlandización’ de Ucrania; es decir, que sea un país soberano e independiente, pero no en su política exterior, que no pueda unirse a la OTAN. En Ucrania se encendieron las alarmas y la propuesta de Macron fue criticada duramente.
Será fundamental en este ajedrez que los ucranianos piensen muy fríamente si creen que EE.UU. está dispuesto a mandar a sus jóvenes a morir a defenderlos en el invierno durísimo de esa parte del mundo, o si la Unión Europea hará lo propio. Creo que los actos del canciller alemán, los viajes de Macron a Moscú, las acciones de Boris Johnson de no mandar tropas, dejan entender que Ucrania debería ser más realista en el contexto de esta controversia. Ahora, eso no es fácil porque hace ocho años vive una situación desesperada: su economía sufre muchísimo, sin mencionar los más de 10 mil ucranianos que han fallecido en el este del país.
—¿Qué tendría que suceder para que China se involucre de forma tangible en esta crisis?
China está contemplando lo que sucede, con ojos ávidos. No descartaría una posible comunicación, muy por debajo de la mesa, entre Moscú y Beijing para establecer objetivos conjuntos porque China vive una situación similar con Taiwán y con el Mar del Sur. Estados Unidos pretende mantener allí una presencia militar importante, pretende decirle a China lo que debe hacer y aquello que no puede hacer en esa zona. Y tenemos que China también está presentando una estrategia de hechos consumados: ya han levantado islas artificiales en el corazón del Mar del Sur, y estas son, en el fondo, portaviones estáticos, de forma que, cuando estén listas y llenas de bombarderos y bases de submarinos nucleares, complicarán muchísimo a los poderosos portaviones de EE.UU.
—¿La nueva revolución cultural china también pondría en jaque a EE.UU.?
Esa revolución también es de índole militar. Recordemos que, según ciertos cálculos, para el 2050 China tendrá la armada más poderosa del mundo a nivel de buques. Además de eso, también buscan convertirse en un nuevo polo comercial y político: con la ruta de la seda que están implementando buscan que Europa y África, y en un futuro cercano también Sudamérica, miren más a Beijing que a Washington. También ya crearon el Banco Asiático de Inversión, institución que claramente busca competir con instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Si la comparamos con Rusia, China tiene más espalda para poner en tela de juicio el papel de Estados Unidos como primera potencia del mundo.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- Putin dice en que momento autorizará el envío de tropas rusas a regiones separatistas de Ucrania
- Rusia incluye zonas en manos de Kiev como territorio rebelde, lo que hace temer una invasión total de Ucrania
- Invasión a gran escala: Senado de Rusia autoriza el envío de tropas a las regiones separatistas de Ucrania
- Putin dice que la “mejor solución” para Ucrania es renunciar a ser miembro de la OTAN y desmilitarizarse
- Ucrania: el momento en el que las fuerzas invasoras de Putin cruzaron a territorio de Donetsk | VIDEO