Aunque con cautela, en el Reino Unido va creciendo la sensación de que el retorno a la normalidad podría estar más cerca de lo esperado. La sorpresiva noticia de que el país europeo se convirtió en la primera nación del mundo en aprobar la distribución masiva de la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer y BioNTech llenó de optimismo a gran parte de la ciudadanía. Incluso el primer ministro británico, Boris Johnson, reaccionó con efusividad. “Nos permitirá recuperar nuestras vidas y poner en marcha la economía otra vez”, escribió en Twitter el político, que ha padecido en carne propia la enfermedad.
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El país más castigado de Europa y quinto en el mundo por la pandemia -con casi 60.000 muertes confirmadas por coronavirus y la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial- ha enfatizado en los últimos meses que la lucha contra el virus es una prioridad y ha reforzado progresivamente sus estrategias para contener su avance.
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Sin embargo, la respuesta inicial del Reino Unido a la pandemia no fue igual de severa. Desde que los primeros casos en el país fueran confirmados el 31 de enero, las acciones de Johnson ante el virus fueron más bien laxas, lo que desde entonces provocó reproches al gobierno por haber minimizado al virus y desoído a los científicos en los primeros meses del año.
En un artículo del 19 de abril llamado “Coronavirus: 38 días en los que Gran Bretaña caminó dormida hacia el desastre”, el diario “The Sunday Times” ya criticaba duramente el manejo de la pandemia por parte del primer ministro británico. Señalaba, entre otras cosas, que Johnson no asistió en febrero a cinco reuniones de emergencia Cobra sobre el COVID-19 y habría desatendido recomendaciones para preparar al Servicio Nacional de Salud ante los retos sanitarios que se aproximaban.
Fue en febrero que importantes expertos y científicos aumentaron sus recomendaciones ante el virus. The Scientific Advisory Group for Emergencies (Sage) advirtió en un documento al gobierno que restringir las actividades fuera del hogar, obviando la escuela y el trabajo, retrasaría el pico del brote y reduciría los casos entre un 50% y un 60%. El grupo asesor también habló de los beneficios de aislar los casos sospechosos y poner en cuarentena a los hogares que tuvieran contacto con contagiados.
Otros expertos, como el director médico Chris Whitty, aconsejaron considerar el cierre de las escuelas y la suspensión de las reuniones masivas para evitar una explosión de casos en el Reino Unido, pero las autoridades del gobierno siempre desestimaban sus recomendaciones.
A inicios de marzo, el propio Boris Johnson dijo en televisión nacional que había estado recientemente en un hospital donde creía que había algunos pacientes con coronavirus. “Les di la mano a todos, les complacerá saberlo, y sigo dándome la mano“, contó el primer ministro el mismo día en que Sage afirmó que el gobierno debería desaconsejar los saludos que incluyan dar la mano y abrazar.
Primer ministro hospitalizado
Fue recién el 23 de marzo que Johnson impuso medidas estrictas -varios días y semanas después que lo hicieran Francia, España e Italia- y anunció al país que la ciudadanía debería “quedarse en casa”. El gobierno ordenó el cierre de la mayoría de los negocios y prohibió todos los viajes, excepto los esenciales. Los casos de coronavirus empezaron a aumentar vertiginosamente.
Cuatro días después, el propio Johnson fue diagnosticado con coronavirus. Fue hospitalizado en abril y pasó tres días en la Unidad de Cuidados Intensivos. “No puedo agradecerles lo suficiente. Les debo mi vida”, dijo el político al personal médico en su primera declaración pública tras encontrarse fuera de peligro.
It is hard to find the words to express my debt to the NHS for saving my life.
— Boris Johnson (@BorisJohnson) April 12, 2020
The efforts of millions of people across this country to stay home are worth it. Together we will overcome this challenge, as we have overcome so many challenges in the past. #StayHomeSaveLives pic.twitter.com/HK7Ch8BMB5
Para el 5 de mayo, el Reino Unido ya había superado a Italia como el país con el mayor número de muertos declarados en Europa por el virus, con más de 32.000 fallecidos.
Las restricciones empezaron a ser levantadas paulatinamente en junio a medida que la epidemia parecía bajar el tono. A inicios de junio, el gobierno, que ya había autorizado que algunas personas que no podían trabajar desde casa volvieran a salir y que dio luz verde a realizar ejercicios físicos al aire libre, reabrió las escuelas para todos los alumnos de primer y sexto año.
Poco después se anunció que, bajo la modalidad de “burbuja social”, los hogares de una sola persona podían reunirse y pasar la noche en otro hogar. También se aprobó que las tiendas no esenciales volvieran a abrir en Inglaterra, al igual que los zoológicos y los lugares de culto. Poco después Johnson informó que desde el 4 de julio las reglas de distanciamiento social se relajarían y que los pubs, cines y restaurantes volverían a abrir.
Sin embargo, como pasó en muchos otros países europeos, las tasas de contagio repuntaron con la reapertura de los negocios y el retorno de las concentraciones.
La segunda ola
Para mediados de julio, los nadadores ya podían visitar piscinas al aire libre y parques acuáticos y los salones de belleza, las cabinas de bronceado, los spas, los salones de masajes, los locales de tatuajes y los servicios de perforación corporal estaban autorizados para reabrir. Y los casos volvieron a aumentar.
Ante el aumento de casos y de fiestas ilegales en pleno verano europeo, el gobierno británico anunció la imposición de multas de hasta 10,000 libras (unos 13 mil dólares). Para el 27 de agosto el Reino Unido registraba la mayor cantidad de nuevos casos diarios de coronavirus desde principios de junio, con un total de 1.522 positivos reportados.
La situación llevó a mediados de setiembre a la autoridades a declarar ilegales las reuniones sociales de más de seis personas. Para finales de ese mes el noreste de Inglaterra dispuso una nueva regla para la cuarentena, que hace ilegal que las personas de diferentes hogares se mezclen en lugares interiores, incluso en bares.
Ya en octubre Inglaterra adopta un sistema COVID-19 de tres niveles, con áreas separadas según las tasas de infección y sujetas a diferentes restricciones de bloqueo. Para inicios de noviembre, Inglaterra entra en un segundo bloqueo nacional a medida que los contagios siguen aumentando, y Escocia, Gales e Irlanda del Norte siguen bajo sus propias restricciones.
El Reino Unido se convirtió el 11 de noviembre en el primer país de Europa en superar las 50.000 muertes por coronavirus. Es en ese contexto que la Agencia Regulatoria de Productos Médicos y Fármacos de Reino Unido (MHRA) concedió la aprobación de uso de emergencia a la vacuna de la compañía estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNTech. El anuncio fue hecho tres semanas después de que las compañías anunciaran que su ensayo clínico de gran escala demostrara un 95% de efectividad para evitar contagios de coronavirus.
El Reino Unido empezará la próxima semana a administrar vacunas a los grupos más vulnerables. El servicio de salud dará prioridad a los residentes mayores en hogares de ancianos y a sus cuidadores, luego a las personas mayores de 80 años y al personal la salud de primera línea. Johnson ha dicho que las vacunas serán voluntarias.
Según una encuesta de YouGov, el 20% de los británicos no está del todo convencido de que vacunarse sea seguro.
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