(Foto: El Tiempo de Colombia, vía GDA).
(Foto: El Tiempo de Colombia, vía GDA).

“Para mí, la búsqueda de Sara Sofía nunca se hizo a tiempo, ni con la rigurosidad que la familia esperaba. Por lo menos no por parte de la Fiscalía General de la nación. Yo, en cambio, valoro lo que ha hecho la comunidad”, dijo Xiomara Galván, la tía de Sara Sofía Galván, la niña de inmensos ojos azules que desapareció estando en manos de su propia madre, Carolina Galván, en enero de este año.

El dolor perdura en la comunidad colombiana, en el país entero. No es fácil aceptar que sus cuidadores la hayan dejado morir y que, como si se tratara de un objeto, la botaran en un río envuelta en una cobija sin el más mínimo remordimiento.

También duele porque este caso refleja el drama que hoy viven las familias de 1.952 menores de 18 años desaparecidos este año y reportados hasta el mes de octubre en el país. Según cifras de orden nacional del Instituto Nacional de Medicina Legal, 80 son niños de cero a 4 años. Cada historia encierra el dolor de la realidad de una niñez abandonada, basta con recordar lo que fue la corta vida de esta víctima.

Sara Sofía nació el 30 de marzo de 2019, es decir, en este momento tendría 2 años y 9 meses. Su llegada fue inesperada porque la familia se enteró tarde del embarazo y nunca se supo quién era su padre. Sin embargo, decidieron darle una mano a pesar de sus problemas. “Mi hermana estaba bien viviendo con nosotros, pero para octubre del 2020 ella nos comunicó que se iba a donde una amiga”, contó Xiomara.

La noticia fue sorpresiva, pues finalmente tenía lo necesario con la familia de su hermana: esposo, dos niños y suegra. Sin embargo, ellos notaban la inexperiencia de la madre hacia la niña. “Le costaba su rol de mamá. Yo solía reprocharle eso”. Había una razón de peso: Xiomara y su hermana habían crecido sin la presencia de su madre, un dolor con el que cargaron toda su vida. “Mi papá y nuestra abuela paterna nos criaron”, contó.

Del padre de Sara Sofía, lo único que contó Carolina es que se trató de una relación de una noche y que cuando le contó que estaba en embarazo desapareció.

Carolina, por su parte, vivía su propio infierno, era una joven desubicada que poco o nada sabía sobre qué iba a hacer de su vida. Por eso, cuando se fue dejó a su hija. En el jardín donde cuidaban a la pequeña ya se habían percatado de algunos descuidos. Sentían tristeza por el evidente abandono.

Para enero de 2021, Carolina vuelve a su hogar con la intención de ver a la niña. “A ella nunca se le prohibió verla, ni entrar a la casa. De hecho, el 8 de ese mes la llevó al parque y la volvió a traer. La bebé se ponía contenta, en medio de todo adoraba a su mamá y se quedaba en un mar de lágrimas cuando se iba”, contó Xiomara.

El 16 de enero regresó con la petición de quedarse con la niña el fin de semana. Le contó a su familia que está viviendo en una casa con tres niños y una niña. “Me cogió trabajando y aunque le pedí la dirección, me salió con que no se la sabía”. Xiomara supo en ese momento que con quien vivía era Nilson Díaz y que, supuestamente, los cuatro niños con quienes residía eran sus hijos. En definitiva, no era el escenario soñado para una niña. “El 23 de enero me llamó por última vez y me dijo que se iba a quedar con Sara Sofía”.

Cuatro días después, Carolina apareció diciéndole a su familia que una señora estaba cuidando a la bebé y que la recogería al finalizar la jornada. Esa fue su versión tras días de responder con evasivas los cuestionamientos de su familia. Para ese momento ellos le pedían con insistencia información sobre el estado de la niña.

Un incidente los sorprendió aún más. Cuando fueron al jardín infantil de Sara Sofía les dijeron que Carolina y Nilson habían ido el 29 de enero a reclamar el bono de la menor, pero que la niña no estaba con ellos.

Las primeras noticias

La primera vez que Xiomara volvió a tener una noticia sobre su sobrina fue el 18 de febrero. “Me llamó una señora de nombre Marisela”. La conversación la dejó consternada. Se trataba de una mujer venezolana que vive de su trabajo como vendedora ambulante de la puerta siete de Corabastos, en Kennedy. Le contó a Xiomara que se había ganado la confianza de Carolina desde que la joven llegó al sector e, inexperta, comenzó a prostituirse, aparentemente, dijo, llevada por el hombre con quien convivía. Mientras le compraba un dulce se hicieron amigas. Sin saberlo se había convertido en una testigo clave de este caso.

Por ella, Xiomara se enteró de que la niña pasó por días de llanto e insomnio y que a veces se negaba a comer apretando los labios. “Me contó que el 28 de enero le dio de comer lentejas al almuerzo y que luego se quedó dormida. Que tres horas después la niña no despertaba y que la vio morada. La bebé había muerto”.

Dicen que el miedo y la culpa de la pareja para afrontar su muerte y, por ende, a las autoridades llevaron a Carolina y a Nilson a meter el pequeño cuerpo dentro de una cobija azul y esta dentro de una lona blanca amarrada con un cinta marrón y que luego fue arrojado a un caño del sector Class Roma, en Kennedy, a 300 metros de la iglesia local. “Ella siempre contaba que todo lo había hecho con Nilson”, dijo Marisela.

Según la testigo, entre la pareja se selló un pacto de complicidad. Carolina era obligada a trabajar y a llevar todo lo que producía a su pareja, y este, a callar lo que había sucedido. “Pero todo esto me suena raro, no le veía a Carolina tanta maldad como para hacer eso”, agregó la mujer, y contó que Nilson manipulaba a Carolina. “Fue triste enterarme de que mi hermana estaba vendiendo su cuerpo”, contó Xiomara.

Cuando halló a su hermana la llevó al CAI de Patio Bonito, en donde escuchó la misma versión, que la niña había muerto tres horas después de haber comido y dormido. Ese mismo día, en compañía de los policías recorrieron por primera vez la ribera del río, sin encontrar rastro de la menor. Otra era la versión de Nilson. Solía decir que le reclamaba a Carolina por llevarle a Sara Sofía argumentando que él no tenía dinero ni tiempo para cuidarla, pero su testimonio siempre ha estado en entredicho, tanto que hoy está en la cárcel, al igual que Carolina.

La Fiscalía General de la Nación, a través de un fiscal de la Dirección Seccional de Bogotá, obtuvo medida de aseguramiento en centro carcelario para Carolina y Nilson, tras imputarlos como presuntos responsables del delito de desaparición forzada agravado, cargo que ninguno aceptó.

El dolor nacional por la desaparición de la niña no solo movilizó a los ciudadanos que salieron a las calles a repartir volantes con su fotografía, sino a varios miembros de su familia que recorrieron el país. Pero hoy, más de once meses después del reporte, ella sigue ausente. Solo queda el recuerdo de sus inmensos ojos y videos fugaces en los cuales se la veía bailando, feliz.

‘Seguimos buscándola’

Ante la polémica desatada esta semana por el cese de las actividades de búsqueda de la niña, Ederley Torres Agudelo, coordinador operativo de la Defensa Civil Colombiana de la seccional Bogotá, quiso defender todo el esfuerzo incansable de su personal, de la comunidad y de la familia de la niña. “Yo sé que nuestras esperanzas se han venido diluyendo, pero seguimos buscando”.

Incluso personal de la institución que reside en la zona ha sacrificado su seguridad personal para encontrar cualquier vestigio que lleve al paradero del pequeño cuerpo, a pesar de que las pistas que dio su agresor fueron contradictorias. Para ello se han usado perros, botes, drones, dragas, y aun así no se ha encontrado más que toneladas de basura.

Yo sé que nuestras esperanzas se han venido diluyendo, pero seguimos buscando.

Todos los días unas 30 personas, distribuidas en equipos, recorrían unos 20 sectores aledaños, más 8 personas que navegaban en los botes todo el día y anhelaban encontrar un pedazo del costal, un vestigio de la cobija, algo de la humanidad de la niña que le diera fin a su búsqueda, pero han corrido los días y nada ha pasado. “En total, unas 800 personas han participado en esa búsqueda”. Dicen que les duele no tener un resultado efectivo porque ellos hacen ese trabajo por vocación. Lo mismo dice el personal de la Policía Nacional y de la Sijín. Ahora el caso es responsabilidad de la Subdirección de la Fiscalía, pero hasta el momento nada se sabe.

Mientras tanto, la indignación sigue, sobre todo, en los defensores de la niñez. “Nos duele el alma el tener que pensar que ya se va a cruzar la página y que este país va a olvidar a Sara Sofía. Es increíble que Colombia no sea capaz de esclarecer los hechos que terminaron en la desaparición de una bebé de solo dos años. No han encontrado absolutamente nada”, dijo Yohana Jiménez, defensora de los derechos de la niñez. Agregó que es necesario saber si realmente la niña fue asesinada o, por el contrario, fue víctima de otro delito. “Es que es muy raro que en ese caño no se haya encontrado nada, ni un zapato, un costal. Eso lo único que nos dice es que a la niña la empezaron a buscar tarde, no reaccionaron a tiempo”.

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