Santiago de Chile. Los muros de la capital chilena están siendo testigo de la mayor ola de protestas de la historia democrática del país y se han convertido en lienzos improvisados donde decenas de artistas conocidos o anónimos plasman el descontento social en forma de graffiti, collage o afiche.
En pleno barrio Lastarria, sobre uno de los muros exteriores de la Iglesia Veracruz, una adaptación del archiconocido "Guernica", que Pablo Picasso pintó en 1937 en plena guerra civil española, capta la atención de los viandantes.
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En vez del toro, el caballo o la madre con su hijo muerto en brazos, hay mutilados oculares, bombas lacrimógenas, estaciones de metro quemadas y "pacos", nombre coloquial con el que se conoce a la Policía chilena, blanco de críticas por haber cometido presuntamente violaciones a los derechos humanos durante la represión de las marchas en las que se clama contra la desigualdad y a favor de un modelo económico mas justo.
“Esta obra de Miguel Ángel Kastro sintetiza el horror que hemos vivido estos dos meses”, explica a Efe Juan Pablo Prado, uno de los fundadores del “Museo de la Dignidad”, una iniciativa ciudadana que nació con el fin de preservar y poner en valor las mejores expresiones artísticas que han ido surgiendo durante las revueltas.
OBRAS CON DIGNIDAD
Inspirados en galerías al aire libre como la East Side Gallery en el Muro de Berlín o la propia ciudad costeña de Valparaíso, a 100 kilómetros de Santiago, los siete integrantes de este atípico museo escudriñan cada pared de la capital y escogen las obras con mayor carga reivindicativa, las que “mejor representen la dignidad que todos estamos pidiendo en las calles”, apunta el joven publicista, de 35 años.
Una vez seleccionadas, las enmarcan en madera dorada porque así es como están expuestas "las grandes obras de arte en los mejores museos del mundo" y las incorporan a un catálogo online en Instagram, en donde especifican la técnica, el artista y la ubicación para que cualquiera pueda hacer el recorrido.
“Algo pasa con los marcos que hacen que la gente se detenga y piense, como en un museo. Los afiches alrededor de la obra enmarcada tienen un valor político y artístico muy parecido, pero el marco crea un aura especial y un espacio de reflexión”, reconoce Prado.
El museo ya cuenta con 14 obras y está a punto de incorporar otra docena. De momento, solo están en Santiago, pero animan a mantener la idea “viva” y replicarla en otras ciudades, como Valparaíso o Antofagasta, que también han sido muy azotadas por esta crisis, que ya va camino de los dos meses y en la que ya han muerto al menos 14 personas y hay miles de heridos.
La primera obra que enmarcaron es un collage de Caiozzama, un grafitero chileno muy conocido, que dibujó a un Jesucristo rodeado de policías y con una pancarta con este potente mensaje: "No los perdones, saben perfectamente lo que hacen".
MUROS QUE HABLAN
“Santiago se ha convertido en un museo público. Me fascina esta representación de (la poetisa chilena y premio Nobel de Literatura) Gabriela Mistral con una bandera de Chile teñida de negro en señal de duelo”, reconoce a Efe sobre otra de las obras del museo Daniel Osorio, un electromecánico que dedicó su día libre a recorrer los muros de la ciudad.
Si uno camina hoy por los barrios aledaños a la zona cero del estallido, la conocida como Plaza Italia, apenas encontrara una pared en blanco. Las imágenes con el rostro de Camilo Catrillanca (un indígena asesinado por la policía hace un año) se intercalan con las del expresidente derrocado Salvador Allende y las del dictador Augusto Pinochet.
También están el poeta Pablo Neruda o el cantautor Víctor Jara, así como un sinfín de representaciones del “Negro Matapacos”, un perro callejero muy beligerante que se hizo famoso durante las protestas de 2011 por atacar a agentes policiales y que se ha convertido en un símbolo nacional de rebeldía.
“Hay veces que encontramos una obra que nos gusta, la medimos, nos vamos a comprar los marcos, volvemos y ya no está. Es la magia del arte callejero. Los muros son las imprentas del pueblo”, concluye Prado.
Fuente: EFE