Enjot cuidaba sus vacas en las colinas cerca de su casa cuando se agitó la tierra.
El sismo de magnitud 5,6 mató a más de 268 personas, entre ellas 11 familiares de Enjot. Su cuñada y dos hijos de ésta resultaron lesionados en el terremoto del lunes, entre cientos de personas más.
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Ahora, Enjot visita a sus seres queridos hospitalizados e intenta reconstruir su vida, como miles de indonesios tras el desastre.
”Mi vida de repente cambió”, dijo Enjot, de 45 años, quien al igual que muchos indonesios es conocido por un solo nombre. “A partir de ahora tengo que vivir con ello”.
El epicentro del sismo fue a poca distancia al sur del pueblo natal de Enjot, Cianjur, a unas tres horas en auto de Yakarta, la capital. Después de recibir una llamada de su hija, Enjot se subió a su motocicleta y corrió a casa, adonde llegó en cuestión de minutos para ver su vecindario derrumbado.
”Hombres, mujeres y niños lloraban mientras las personas que estaban atrapadas en las casas colapsadas gritaban pidiendo ayuda”, recordó. “Vi una devastación terrible y escenas desgarradoras”.
Su cuñada e hijos, quienes estaban de visita desde una aldea cercana, fueron algunos de los más afortunados. Otras personas escucharon sus gritos de entre los escombros y los sacaron.
La mujer y los niños sufrieron lesiones graves en la cabeza y fractura de huesos, y eran atendidos en un hospital abrumado por la cantidad de víctimas.
Según la Agencia Nacional de Atención a Desastres, para la tarde del martes más de 268 personas habían muerto, y cientos más estaban lesionadas o desaparecidas, casi todas en Cianjur y en sus alrededores. Se prevé que aumente la cantidad de fallecidos.
Como muchos otros aldeanos, Enjot escarbó desesperadamente entre los escombros en busca de sobrevivientes y logró rescatar a varias personas. Pero las vialidades bloqueadas y los puentes dañados impedían a las autoridades llevar la maquinaria pesada necesaria para remover grandes trozos de concreto y otros escombros.
A lo largo del día, familiares lloraban mientras observaban a rescatistas sacar de edificios destruidos cuerpos cubiertos en lodo, entre ellos a los sobrinos de Enjot.
No lejos de la casa de Enjot, una réplica provocó un deslave sobre la casa de uno de sus familiares y dejó a siete personas enterradas en el interior. Cuatro fueron rescatadas, pero dos sobrinos y un primo murieron, comentó.
En una aldea vecina, su hermana, un primo y seis parientes más murieron cuando sus casas se vinieron abajo, dijo Enjot.
Ante una pérdida de vidas tan repentina y sin un lugar en donde vivir, Enjot se pregunta qué sigue.
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Él y miles de personas más viven en tiendas de campaña u otros albergues temporales montados por voluntarios, apenas lo suficiente para protegerlos de las lluvias monzónicas.
”La situación es peor de lo que se ve en la televisión”, dijo Enjot. “Estamos sedientos, hambrientos y tenemos frío sin tiendas de campaña y ropa adecuadas, y no tenemos acceso a agua limpia”.
”Lo único que me queda”, dijo, “es la ropa que traigo puesta desde ayer”.
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