"Necesitamos nuevas reglas comerciales que rijan los subsidios y la tecnología, y reglas para detener la propagación y limitar el uso de armas autónomas"  (Foto: Nicolas Asfouri and Nicholas Kamm / AFP).
"Necesitamos nuevas reglas comerciales que rijan los subsidios y la tecnología, y reglas para detener la propagación y limitar el uso de armas autónomas" (Foto: Nicolas Asfouri and Nicholas Kamm / AFP).
/ NICOLAS ASFOURI, NICHOLAS KAMM
Susan  Thornton

Como diplomática estadounidense que gestiona las relaciones con China, a menudo me preguntaban: “¿Cuál es la influencia de Estados Unidos sobre China?”. Pekín siempre estaba haciendo algo que no nos gustaba (comprar petróleo a Irán, construir un puerto en Camboya, encerrar a los disidentes) o no hacía aquello que pensábamos que debería hacer, como imponer sanciones a Corea del Norte o abrir su mercado a los productos agrícolas estadounidenses.

Constantemente, estábamos considerando qué planes podríamos desplegar para cambiar el comportamiento de China. No hubo respuestas fáciles. La frustración por nuestra incapacidad para “cambiar China” son de larga data. Pero el creciente poder de China agrava el problema. Y en esta era de competencia entre grandes potencias, la necesidad de acumular y utilizar el apalancamiento para influir en las acciones chinas nunca ha sido mayor.

El presidente estadounidense Joe Biden ha reconocido que falta influencia cuando se trata de China. Pronto se reunirá con su homólogo chino, Xi Jinping. Entonces, ¿de dónde vendrá el apalancamiento requerido por EE.UU.?

No ayuda que los líderes chinos hayan sentido debilidad en el frente estadounidense. Combatir con éxito el COVID-19 y revivir la economía de los Estados Unidos ayudará a contrarrestar esas impresiones y mejorará la actitud de Biden. Aun así, no es suficiente para darle a Washington la ventaja necesaria sobre Pekín.

El principal enfoque de la administración Biden para confrontar a China ha sido el de reclutar a otros países para que se unan a fin de contrarrestar a Pekín en todo tipo de cuestiones, desde los derechos humanos hasta la tecnología y Taiwán. Pero la dificultad para establecer prioridades claras, en última instancia, podría ser la ruina de Biden.

Necesitamos nuevas reglas comerciales que rijan los subsidios y la tecnología, y reglas para detener la propagación y limitar el uso de armas autónomas. La administración Biden también debe apuntar a asegurar cambios concretos en los sistemas globales de energía, construcción y transporte para frenar el cambio climático.

Para obtener la influencia necesaria, debemos darle a China la perspectiva de un resultado beneficioso, que para Pekín podría comenzar con el desarrollo de lo que ellos considerarían una asociación más respetuosa. Los funcionarios estadounidenses a menudo hablan de “aumentar la presión” sobre China, pero las sanciones y los aranceles generalmente no han producido un movimiento político chino. Lo que ha producido movimiento es la perspectiva de una relación más estable y constructiva con Estados Unidos. Actualmente, los chinos no ven esto sobre la mesa.

Enfrentar a China en toda una serie de cuestiones también dificulta que otros se alineen con nuestro enfoque. Para obtener la ventaja de la influencia conjunta, Biden tiene que reconocer y dar la debida importancia a las preocupaciones de los aliados y lograr un acuerdo verdadero, no a medias, sobre la agenda con ellos primero. Esto requiere tiempo, trabajo duro y compromiso.

Por supuesto, Biden también debería continuar denunciando los abusos de los derechos humanos por parte de China o la presión sobre Taiwán, pero debemos reconocer que nuestra capacidad para que China avance en estos temas es insignificante.

Es por eso que Biden no debe desperdiciar la influencia que Estados Unidos puede lograr. Establecer prioridades claras y asegurar que China sepa que el progreso conducirá a una relación constructiva es un punto de partida necesario.

–Glosado, editado y traducido–

© The New York Times

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