Natalia Manso Álvarez

“Mi trabajo comenzó con la pregunta: ¿Cuál ha sido la evolución de la participación de las mujeres en el mercado laboral y cómo cambió con el auge y caída de varios sectores, como la agricultura, la manufactura y los servicios?”. Así inició una entrevista con la periodista española experta en género Ana Requena la nueva Nobel de Economía en el 2019. La profesora de economía de Harvard puso en agenda el asunto de la brecha salarial entre hombres y mujeres en los años 90, cuando publicó el libro “Comprendiendo la brecha de género. Historia económica de las mujeres en Estados Unidos”, rompedor trabajo que abrió un análisis determinante en la relación entre el trabajo no remunerado y el desarrollo profesional de las mujeres. En esa misma entrevista, Goldin nos recuerda que la primera estimación conocida de la brecha de ingresos es bíblica. De hecho, en el libro de Levítico, capítulo 27, se fija la diferencia monetaria entre esclavos israelitas masculinos y femeninos en edad productiva en un 40%.

es muy interesante metodológicamente porque recoge datos desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Históricamente, la mayor parte de la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres se explica por las diferencias en la educación y la elección de la carrera. Sin embargo, Goldin demostró que en la actualidad la mayor parte de esta diferencia de ingresos se produce a raíz del nacimiento del primer hijo, independientemente de la ocupación. Empresarias, profesionales y trabajadoras son las que se toman un “sabático” para encargarse de la casa que acaba transformándose en una salida del mercado sin retorno, pues cuando los hijos son mayores la empleabilidad de las mamás a tiempo completo se ve penalizada.

Otro de los elementos claves del trabajo de Goldin fue la relación entre los anticonceptivos orales y las decisiones de las mujeres jóvenes sobre el matrimonio y sus carreras, desde que en 1960 la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA) aprobó el uso de noretinodrel, una progesterona sintética, como anticonceptivo (la famosa “píldora”). En su estudio “The power of the pill: Oral contraceptives and women’s career and marriage decisions”, Goldin demostró que la píldora disminuyó el costo de las mujeres de permanecer solteras e invertir en una carrera profesional, así como su efecto en el retraso de la edad del primer matrimonio.

En la actualidad, la sigue estudiando a en Estados Unidos. El año pasado, Goldin publicó el artículo “When the kids grow up: Women’s employment and earnings across the family lifecycle” junto con las economistas Claudia Olivetti y Sari Pekkala Kerr, en el que analiza a mujeres a lo largo de su ciclo de vida, estimando que los principales componentes de las diferencias de ingresos entre hombres y mujeres son tres: la penalidad de la maternidad (la diferencia entre madres y no madres), el precio de ser mujer (la diferencia entre hombres y mujeres) y la prima por paternidad (la diferencia entre padres y no padres). Como ejemplo, una madre gana 12 puntos menos que una mujer sin hijos, pero esa madre gana 54 puntos menos que un padre, ¿a qué se debe esta enorme diferencia? A dos factores. Primero, que las universitarias de entre 35 y 39 años ganan un 22% menos que los hombres y, segundo, al efecto positivo o “prima” que suponen los hijos sobre los ingresos de los hombres y que, en el caso de las mujeres, se trata de un efecto negativo.

Goldin evidencia que, a medida que los hijos crecen y las mujeres trabajan más horas, la penalidad de ingresos por maternidad se reduce, pero los padres logran ampliar sus ganancias relativas, especialmente los graduados universitarios. Ello se condice con la idea central de Goldin, que afirma que las diferencias de género tienen que ver con lo que está ocurriendo en el entorno de los individuos, más que con los propios individuos, siendo fundamentales los cambios educativos que dan empoderamiento a las mujeres para desarrollar sus carreras profesionales.

El reconocimiento de Claudia Goldin es una puesta en valor del trabajo invisible de las mujeres que dedican miles de horas a cuidar de sus familias dejando con frecuencia de lado sus aspiraciones y sueños personales. Un recordatorio de que las que aceptaron un puesto menos edificante o dejaron de trabajar, sea voluntariamente o por una imposible conciliación, también contribuyen a la economía y la construcción social, mereciendo todo el reconocimiento. Asimismo, es un llamado a los empleadores que penalizan los espacios en blanco en sus hojas de vida y que olvidan que fueron llenados con años dedicados a desarrollar habilidades en el hogar que son fundamentales para cualquier profesional: planificación, administración efectiva, gestión de presupuestos, logística, motivación de equipos, compromiso, liderazgo, empatía, capacidad de negociación. ¿No son esos los ingredientes de una buena candidata?

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Natalia Manso Álvarez es profesora en Pacífico Business School