¿Por qué es importante la asistencia de la presidenta Dina Boluarte a la reunión en Washington D.C.? La respuesta se despliega en el contexto de la firma, en enero pasado, de la declaración conjunta sobre la Alianza Para la Prosperidad Económica en Las Américas (APEP).
En ese histórico momento, países como Barbados, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, México, Panamá, el Perú, República Dominicana y Uruguay acordaron un objetivo central: promover la cooperación económica regional. Esta iniciativa surgió como respuesta a problemas compartidos que afectan a esta parte del hemisferio, entre los que destacan la migración masiva hacia los Estados Unidos, temas relacionados al cambio climático, entre otros. Pero subyace también una razón geopolítica: contener la creciente influencia de China como potencia expansionista en la región.
Esta comprensible preocupación no solo afecta a los peruanos, sino que genera inquietud también en los Estados Unidos cuyas autoridades son conscientes del riesgo que supone la pérdida de su hegemonía. Washington ve con recelo el avance de China en su vecindario, y con justificada razón. Datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) revelan un cambio sustancial en las relaciones comerciales con China, pues han aumentado su porcentaje comercial significativamente, pasando del 1% en el 2000 al 15%.
Lo anterior se suma a que 21 países latinoamericanos, incluyendo ocho de los signatarios de la APEP, integran el ambicioso “Programa de Expansión Comercial Chino”, una mega ruta conocida como “One Belt, One Road” o “La Ruta de la Seda”.
En Alemania aquello ha generado un transporte comercial ferroviario que reduce drásticamente el tiempo de conexión entre China y Europa; es decir, una ventaja en términos de eficiencia en la exportación de sus productos. China, con una inversión colosal de US$124.000 millones en infraestructura, demuestra su firme voluntad de lograr la hegemonía hacia el 2050.
En este contexto, es evidente que su proyecto tiene un cariz profundamente geopolítico, que lleva a la administración del presidente estadounidense Joe Biden a buscar alternativas y a fortalecer lazos con sus vecinos continentales como respuesta a la pugna entre Oriente y Occidente, que podría desencadenar conflictos diplomáticos y de otra índole.
Ante esta encrucijada, ¿qué conviene para las relaciones internacionales peruanas? ¿Por qué la presencia de la presidenta Boluarte en Estados Unidos es relevante? En un escenario donde solo once países de la región comprenden el nuevo tablero geopolítico, la representación del Perú por parte de quien lidera nuestra política exterior es imperativa. La participación de Boluarte evitará quedar relegados en una alianza de impacto, capaz de darle un liderazgo regional al Perú en el intercambio comercial, no solo de materias primas, y mejorar las cadenas de suministro, entre otros. Es una oportunidad para recuperarnos de la crisis económica desencadenada por la pandemia.
El Perú, como nación respetada y admirada en el ámbito mundial, debe aprovechar esta ocasión para recuperar su espacio en el escenario internacional. Boluarte tiene la oportunidad y la responsabilidad de recuperar, en Washington, la posición peruana en el escenario global.