Desde el asedio al Capitolio, los extremistas de derecha en las redes continúan glorificando la violencia. Esta actividad presenta una amenaza.
Pero hay otra conclusión menos obvia: los expertos saben, o pueden saber, mucho sobre la naturaleza y evolución de la amenaza.
Los detectives de datos han revisado una caché de 70 terabytes de Parler, la ahora desaparecida plataforma popular entre la extrema derecha. Los investigadores han archivado y mapeado millones de estas publicaciones, controladas por un pirata informático anónimo. El botín incluye evidencia valiosa y planificación de nuevos ataques, mezclados con los datos privados de personas que no cometieron ningún delito. Las primeras conclusiones son aterradoras: la frecuencia de hashtags en Parler que hacen referencia a la horca o al asesinato de miembros del Congreso se duplicó después de las elecciones de noviembre.
Hasta que la nación no tenga en cuenta las heridas autoinfligidas derivadas de una arquitectura de redes sociales poco regulada y sin reformar, los llamamientos del presidente Biden a la curación y la unidad no producirán resultados sustanciales. La nueva administración necesita un plan a largo plazo.
El hackeo de Parler es el lugar para comenzar. Indica que la moderación del contenido violento, racista y antidemocrático conducirá cada vez más a la migración de ese mismo contenido. La demolición de Parler provocó una estampida virtual hacia foros similares.
Como también demostró el estudio de Parler, el desmontaje también hace desaparecer datos valiosos. Pero los extremistas no simplemente desaparecen, caen en “agujeros de conejo cada vez más pequeños”, en palabras del investigador Peter Singer. Esas madrigueras constituyen un universo mediático de extrema derecha grande, creciente e incontrolable.
Dado que varias grandes empresas de tecnología dejaron de respaldar a Parler, esta resucitó en una nueva forma, en el mismo servicio de alojamiento web que proporciona una plataforma para The Daily Stormer, un tablero de mensajes neonazi. La medida sugiere que incluso si los gigantes tecnológicos se deshacen del contenido tóxico, las empresas más pequeñas actuarán como refugios seguros.
Eso podría cambiar. Hay crecientes pedidos en el Congreso para que se investigue el papel desempeñado por Parler y otras plataformas en el asedio en Washington. La inacción arriesga la posibilidad muy real de que países como Rusia puedan ofrecerse como una alternativa de alojamiento web para las facciones antidemocráticas violentas dentro de los Estados Unidos.
Si bien la industria de la tecnología debe tomar medidas más firmes sobre la moderación, los legisladores también deben reconocer que el modelo de autocontrol adoptado por Facebook, Twitter, Google y Amazon está roto. Todas las partes se beneficiarían mejor con la adopción de normas legales para la moderación del contenido en línea.
A largo plazo, este cambio también ayudará a las empresas de Silicon Valley a gestionar las expectativas competitivas de los principales mercados mundiales, que a menudo han instituido una supervisión gubernamental mucho más agresiva. La pregunta para Estados Unidos es si el futuro de Internet corre hacia la versión europea orientada a la comunidad o hacia el modelo de empoderamiento autoritario de Beijing.
Las amenazas a la seguridad nacional que plantea esto exigen una colaboración más abierta entre los políticos, la industria tecnológica y la comunidad de investigadores.
Hace casi una década, el exdirector de la CIA Leon Panetta advirtió sobre un “ciber-Pearl Harbor”. Evocó imágenes de un ataque ruso, chino o dirigido por Al Qaeda. Pero pocos imaginaron que la democracia estadounidense podría ser destruida desde adentro.
–Glosado y editado–
© The New York Times
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