Hace un tiempo, el señor Walter Bayly, gerente general del Banco de Crédito, definió las fintech como “una amenaza [tan] disruptiva y compleja que en el corto plazo podría transformar la industria [bancaria]”. Tiene razón. Actualmente, hay más de 12 mil fintechs en el mundo que, cual ejército invasor, están tumbándose los portones e ingresando al castillo del negocio bancario. Solo en nuestro país ya existen unas 50 de estas empresas ofreciendo préstamos, transferencias, cambio de monedas, etc.
¿Qué es una fintech? En simple, se trata de combinar el negocio bancario tradicional con las nuevas tecnologías para ofrecer servicios financieros vía el ciberespacio. Las tecnologías de hoy ofrecen muchas ventajas para este fin. Primero, permiten llegar a los clientes sin necesitar cuadrillas de vendedores ni canales de distribución. Segundo, reemplazan el billete físico por cuentas electrónicas (es decir, hay menos necesidad de agencias bancarias, bóvedas y ATM, todo lo que caracteriza a un banco del siglo pasado). Tercero, la tecnología para desarrollar una fintech está al alcance de cualquier emprendedor a costos razonables. Así, el proceso de innovación financiera se ha democratizado y permite a estos emprendedores probar modelos alternativos de negocio con mucha flexibilidad y eficiencia.
Una última pero importante ventaja que ofrece la tecnología es el famoso ‘big data’: grandes conjuntos de información disponibles en Internet sobre los consumidores y sus patrones de comportamiento. Hoy una fintech con pequeñas piezas de información personal (DNI, número de celular, etc.) puede determinar en minutos si uno es buen pagador y desembolsar un préstamo en pocas horas. Todo este proceso se realiza vía Internet o celular, sin contacto personal.
Instintivamente, uno pensaría que los bancos se adaptarán al siglo XXI y repelerán a estos ‘invasores’. No obstante, la historia nos habla más de disrupción que de adaptación. ¿Por qué Blockbuster no pudo ajustar su modelo de negocios y convertirse en Netflix? ¿Por qué Sony Music dejó entrar a Spotify en el negocio de la música y por qué Amazon le sigue quitando negocio a las tiendas de ladrillo y cemento? Estas empresas tenían todas las ventajas competitivas (productos, distribución y clientes) para adaptar su negocio a las nuevas tecnologías. Pero no lo hicieron. Quizá fue por incapacidad de prever el futuro o simplemente porque tenían demasiados intereses creados para aceptar el cambio.
Con lo anterior en mente, pero esperando no repetir la historia, los bancos han entablado una guerra silenciosa contra las fintech. Esta es a veces muy violenta: obstruyéndoles la entrada al mercado vía barreras regulatorias, boicoteándolas solapadamente o copiándoles las ideas de negocio; pero otras veces muy diplomática: haciendo sociedades y trabajando en forma “colaborativa” con ellas, con el fin de conocer al enemigo por dentro.
Sin embargo, no creo que los bancos sobrevivan ilesos al ataque de las fintech. Probablemente, el modelo de banca universal que nos proveía de múltiples productos y servicios dará paso a instituciones más pequeñas, enfocadas en servicios especializados y con mucho menos empleados. Ello pues, mordisco a mordisco, las fintech les irán quitando parte del negocio. Y no porque las fintech sean más inteligentes y esforzadas que los bancos, sino que están dispuestas a ser más eficientes (baratas) y tener menores márgenes. La inercia del negocio, su pesada organización y los intereses creados al interior de los bancos (todo eso que los hizo ser tan grandes y rentables) será esta vez su talón de Aquiles.
Solo por curiosidad, la próxima vez que vaya a cambiar dólares a la ventanilla de un banco, consulte en su celular el tipo de cambio en cualquiera de las fintechs peruanas que ofrecen hoy este servicio. Verá que la diferencia en los tipos de cambio ofrecidos es sustancial. Pero difícilmente un gerente bancario tiene en su agenda reducir su jugoso margen en operaciones de cambio. A pesar de ello, usted como yo seguramente no usaremos una fintech y seguiremos yendo al banco a cambiar dólares. El problema para los bancos es que nuestros hijos sí las usarán.