La grandeza de una vida bien podría medirse en función de los recuerdos gratos que nos deja un ser querido que partió, de las sonrisas que asoman cada vez que rememoramos las anécdotas compartidas con esa persona y del vacío en el alma que nos deja su ausencia. Partiendo de ello, Jorge Saldaña fue una persona enormemente rica en experiencias y, al mismo tiempo, inmensamente generosa al compartir sus conocimientos.
Como periodista, Jorge se codeó con políticos de diversas generaciones y pensamientos. Respetado por sus fuentes y querido por sus amigos, inició su trayectoria profesional en el diario “Expreso” en 1984 y siete años después ingresó a El Comercio, donde trabajó por más de 25 años.
George, como lo llamábamos con cariño en el Diario, era el cronista parlamentario por excelencia y era, con orgullo, nuestro representante en el Congreso. Era un periodista de la vieja escuela pero que se adaptó a los cambios que impusieron las nuevas tecnologías. Si teníamos cualquier duda sobre cuestiones de confianza, procedimientos congresales o número de votos requeridos para aprobar una iniciativa, no necesitábamos revisar el reglamento o consultar con los especialistas. Ahí teníamos a nuestro propio oficial mayor, quien de inmediato nos absolvía las dudas y con paciencia de maestro nos explicaba los enredos de las instancias parlamentarias. Pero no solo instaló su cátedra en la redacción de El Comercio, sino también en los pasillos legislativos. Sin importar de qué medio fueran, Jorge siempre estuvo presto para apoyar a todo joven colega que requiriera un consejo o explicación.
Formal en el vestir y en el hablar, empleaba el mismo tono solemne tanto para detallar el mecanismo de una moción de censura como para contar la broma que rompía la tensión de los cierres más complicados. Una de sus frases características y más recordadas era “¡A mí nadie me lo cuenta!”. Era su forma de decir, ya en tiempos de redes sociales y de coberturas virtuales, que él estaba al tanto de los últimos trascendidos en el Congreso o que había sido testigo presencial del hecho noticioso.
La noticia de su temprana partida vistió de luto a todo el periodismo peruano. Ese día, colegas de medios impresos, digitales, radiales y televisivos inundaron las redes sociales de sentidos mensajes de despedida y recuerdos de anécdotas durante comisiones. Ese día el cariño y la pena nos desbordó.
George se fue dejando una gran deuda pendiente con todos sus amigos y lectores: ese gran libro de memorias que siempre quisimos leer.
Viajero empedernido, reportero, cronista, ciclista, aventurero, salsero, amigo, Jorge Saldaña Ramírez era todo eso y además fue una persona decente que dignificó la profesión.