Diego Bardález

La desazón que sentimos gran parte de los peruanos con la situación que vive el país puede enfocarse si trasladamos este escenario de telón rasgado hacia la y no tanto al espacio de la inevitable política o la odiosa coyuntura.

Hace un par de meses, conversando en la Feria del Libro con una escritora a quien aprecio, hice algunos comentarios un tanto duros respecto de lo alicaída de nuestra escena literaria. Me di cuenta de que “estaba agarrando carne”. La autora me amonestó por lo injustas de mis palabras y lanzó algunos nombres de colegas, algunos cercanos a ella, por cierto, que estaban haciendo muy bien las cosas, nombres por los cuales yo me debería abstener de hablar así. No es un asunto sencillo, ella tenía una nómina para refutar. Yo, sin embargo, no podía detenerme en cada uno; pienso que cuando se habla de un hecho general, las especificidades resultan anodinas.

Tener un puñado de buenos escritores, muy insulares en sus propuestas, no hace que podamos concluir que existe una “movida” literaria en el Perú o signifique que el país se está posicionando en la región en base a sus letras. Si lo vemos desde una lógica liberal, ¿cuánto venden esos autores? ¿A cuántos convocan en sus eventos? ¿Influyen en su público? Si lo vemos más desde un espectro de izquierdas, ¿qué revoluciones han desatado estas plumas? ¿Qué cimientos sociales están moviendo? ¿Qué conciencias despertando? No es importante que lo hagan, debo aclarar, para mí, en las letras, pero también en cualquier arte; lo importante es el objeto artístico en sí mismo y no sus repercusiones. Pero, si lo miramos socialmente, es necesario añadir otras variables, que no recaen tampoco en el dilema simplista del talento o la carencia del mismo. Hay que reconocer que cada vez la cultura es más irrelevante, al menos la cultura como agente movilizador y espacio productor de (no ese cajón de sastre en el que se ha convertido el término).

Dicho esto, el prestigio social y el alcance de las artes debe interesarnos de manera especial a los gestores culturales. Pero empezar a reconocer que este no goza hoy de atención ni alcance es un primer paso para tomar acciones aterrizadas. Saber que si el Parlamento, el fútbol o la farándula requieren más espacio en los medios, la primera sección que volará es la cultural. Saber que cuando hay reajustes económicos en municipios o entidades, la primera partida que desaparece es la destinada a temas culturales. Saber que la cultura hoy, en nuestra sociedad, es vista solo como decoración. No obstante, reconocer eso, así nos duela, no debe hacernos olvidar que un volcán, aunque parezca dormido, sigue siendo un volcán.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Diego Bardález es editor y gestor cultural

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