"Si somos cuidadosos, vemos que antes de la ley no había ningún peligro para nuestra salud". (Foto: Archivo El Comercio/Andina)
"Si somos cuidadosos, vemos que antes de la ley no había ningún peligro para nuestra salud". (Foto: Archivo El Comercio/Andina)
José Ignacio Beteta

De un problema de publicidad engañosa en Panamá, pasamos a hablar de alimentación saludable, y de la alimentación saludable a hablar de la protección de la ganadería. Y seamos honestos. Mientras esta secuencia avanzaba raudamente, la mayoría estaba distraída con la aparición de memes y bromas para todos los gustos. ¿Los conectores “lógicos” de esa secuencia? Salud, dinero y amor.

Afirmaban congresistas y ganaderos antes de que la ley se promulgue: “si se prohibieran los insumos internacionales se cuidaría la salud de los peruanos”. No ha habido hasta la fecha ningún problema de salud causado por consumir productos que no son 100% leche fresca de vaca. De hecho, el se basa en un producto del cual se critica su supuesta publicidad, mas no su inocuidad. Por otro lado, a diferencia de la leche materna, no es novedad que la leche de vaca no es esencial en nuestra dieta, ni en la de nuestros niños. Finalmente, la FAO ha sido clara en afirmar que la Carragenina, presente en mínimas cantidades en la leche en polvo, no es dañina para la salud (salvo que te la inyecten por vía intravenosa, por supuesto).

Lo que sí se puede afirmar es que las bebidas lácteas llegan a un gran sector de la población que no cuenta con la capacidad de escoger la mejor oferta. Y también se puede afirmar que la gran mayoría de ganaderos (pequeños emprendedores que han sufrido décadas para sobrevivir en este mercado de por sí concentrado) no es capaz de producir leche ni en la cantidad necesaria (déficit de 26%), ni con los estándares de calidad que la industria requiere. Y esto sí podría ser un riesgo para nuestra salud y para nuestros bolsillos (salvo que algún creativo proponga controlar los precios, por supuesto, o que el Estado los subsidie).

Afirmaban congresistas y ganaderos: “se debe incrementar el consumo de leche fresca”. Pareciera que quieren proteger a la ganadería nacional de cualquier competencia y además obligarnos a tomar leche (al más puro estilo del “uniforme gris escolar”). Pero resulta que el peruano no es 'lechero'. Y aunque cada año, sin leyes proteccionistas, hemos ido incrementando nuestro consumo, los 80 litros de leche que anualmente tomamos no se comparan con los 140 que toman en Ecuador y Colombia, o los 220 que toman en Argentina. ¿Por qué no promover que crezca el consumo artesanal de leche fresca, que hoy querido lector, ya representa el 40% del mercado?

Entonces, si somos cuidadosos, vemos que no había ningún peligro para nuestra salud. Y vemos también que, con la demanda actual y en comparación con otros países, los ganaderos peruanos ganan hoy más que la media sudamericana por el litro de leche que producen (más que un ganadero colombiano, mexicano, chileno o uruguayo).

Pero queda el amor. Congresistas y ganaderos querrían que aplaudamos esta ley por amor a lo nuestro. Sí, nadie defiende a la Industria ni niega que la ganadería deba promoverse. Pero, ¿era tan agresiva la importación de insumos? Según datos del Ministerio de Agricultura al año 2015, En el Perú solo se usaría aproximadamente un 6% de leche en polvo o grasa anhidra para fabricar la totalidad de productos lácteos que consumimos. ¿El 94% restante? Es un único insumo: leche fresca.

Pero todo esto no importa. No importa si en dos semanas los ganaderos han logrado lo que nadie logró para otros temas más sensibles como la Salud, los proyectos de inversión o la Reforma Electoral. Lo que importa es que el caos es tan evidente, que nos meten por la guacha normas y leyes polémicas, ambos, el Ejecutivo y el Legislativo.

De nuestra salud nadie se preocupa. De nuestro dinero, tampoco. Y llegamos a las fiestas patrias con el optimismo y el amor mermados. Personalmente, no creo que podamos soportar un año más en esta situación crítica. Estamos a punto de entrar oficialmente en recesión. O salimos de esta dinámica, o cantaremos con Sciammarella la dulce letra de su triste tango: “un gran amor he tenido, y tanto en él me confié. Nunca pensé que un descuido pudo hacérmelo perder. Con la salud y el dinero, lo mismo me sucedió...”

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