Iván Alonso

Las cifras demuestran una vez más que la agricultura peruana no necesita subsidios de ninguna clase para prosperar. El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) ha reportado esta semana que en el 2024 la producción agropecuaria creció 4,9% en términos reales, y la producción específicamente agrícola, en 6,8%. A precios del año 2007, la producción agraria ha superado los S/33.000 millones, lo que hace del 2024 el mejor año de la historia. Las exportaciones agropecuarias, según el Banco Central de Reserva, alcanzaron los US$11.174 millones, superando en 24% el record absoluto que ostentaba el 2023 (año de recesión, dicho sea de paso).

Desde el 2020, que terminó con bloqueos de carreteras y disturbios que llevaron a un recorte de los privilegios tributarios de los que gozaba –principalmente, una tasa preferencial de impuesto a la renta de 15%, frente al casi 30% que pagan otros sectores– la agricultura peruana ha tenido un desempeño espectacular. La producción ha crecido 3,4% al año en términos reales; las exportaciones, más del 13% al año en dólares. Y, sin embargo… en el Congreso deambula un proyecto de ley para restituir los privilegios tributarios que fueron recortados en el 2020; y, en lo que consideramos una mala señal de lo que podría ser su gestión, el flamante ministro de economía José Salardi declara que tales privilegios –o incentivos, como él prefiere llamarlos– son “promoción pura”. Sí, promoción pura, a costa del fisco, de un sector que no necesita promoción.

El lector que nos sigue sabe, por supuesto, que, en nuestra opinión, ningún sector necesita promoción, y menos uno que crece como está creciendo la agricultura. Si un empresario quiere ser tratado como empresario, debe justificar su actividad en los precios de mercado y nada más: cuánto cuestan sus insumos y a cuánto se puede vender su producto. Es la única manera de garantizar que los escasos recursos económicos del país se empleen en sus usos más productivos.

La agricultura peruana viene demostrando que puede crecer a tasas aceleradas sin necesidad de tratamientos tributarios diferenciados. Como hemos sostenido en esta columna, las razones por las que ha crecido espectacularmente en los últimos 30 años han sido la apertura comercial, el respeto a los contratos y la libertad cambiaria, más que la tasa preferencial de impuesto a la renta, que solo ha servido para hacerla más intensiva en capital o, dicho de otra manera, para crear menos empleos de los que podría haber creado. Es hora de que el Congreso mande ese proyecto de ley al archivo.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Iván Alonso es economista

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