Durante el último cuarto de siglo, el cambio climático ha recibido más atención –y generado más profecías catastrofistas– por parte de líderes políticos y religiosos, celebridades y miembros de la realeza que cualquier otro tema.
Se le presta tanta atención que es un sacrilegio incluso señalar que nos enfrentamos a otros desafíos enormes, complejos y costosos, que incluyen la guerra y la violencia doméstica, los superasesinos como la tuberculosis, el VIH, el hambre o la falta de agua potable, la desigualdad de género. Y la lista continúa. Muchos de estos desafíos globales en realidad tienen un coste mayor y respuestas políticas que se comprenden mejor, se implementan más fácilmente y ayudarán a la humanidad mucho más que nuestra respuesta actual al cambio climático.
El cambio climático es real, pero no es nuestro único problema, ni tan apocalíptico como pintan los medios. El último estudio planetario a gran escala del IPCC [el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, en sus siglas en inglés] calculó los efectos globales del cambio climático si no se frena. Los científicos establecieron que, a nivel mundial, el efecto del cambio climático será similar a una sola recesión. Provocará que, de media, cada persona renuncie a beneficios equivalentes a entre el 0,2% y el 2% de sus ingresos en la década del 2070. Tenga en cuenta que, para entonces, los ingresos se habrán incrementado en al menos 300% o 400%.
¿Pero, qué pasa con los desastres naturales que los medios de comunicación imputan constantemente al calentamiento global? Un hallazgo –del que se ha hablado poco– en el informe recientemente publicado del IPCC señala que hay pocas bases para afirmar que las sequías, inundaciones y huracanes han aumentado, y mucho menos que hayan aumentado debido a las emisiones de carbono.
Ha habido 23 cumbres anuales convocadas por la ONU . En París, en el 2015, los líderes mundiales firmaron un tratado para reducir las emisiones de carbono. Esta lista ambigua de promesas nacionales de reducción de las emisiones de carbono hasta el 2030 no está respaldada por ninguna represalia si no se cumple o se desiste.
Los líderes se dieron palmadas en la espalda con entusiasmo mientras declaraban que su objetivo era mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 1,5 grados centígrados, y los ambientalistas aplaudieron.
La verdad es que mantener ese aumento por debajo del 1,5 °C es imposible desde cualquier perspectiva realista.
Esta es la verdad: la Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que globalmente obtenemos menos del 1% de nuestras necesidades energéticas de la energía solar y eólica, e incluso en el 2040, haciendo todo lo prometido en el acuerdo de París, alcanzaremos el 3,6%.
La AIE estima que, de manera optimista, pasaremos de alrededor de 2 millones de vehículos eléctricos de hoy a los 300 millones en el 2040. Esto reducirá las emisiones globales en menos del 1%, porque estos vehículos aún obtendrán la mitad de su electricidad de los combustibles fósiles, y porque el petróleo se volverá más barato y se usará más en otros lugares a medida que se reduzca la demanda de automóviles.
La razón por la que estamos fallando no es que las personas no estén dispuestas a tomar medidas. Es porque las fuentes de energía verde todavía no son lo suficientemente competitivas como para sustituir a los combustibles fósiles como recurso de todas nuestras necesidades energéticas. Nuestro enfoque político pone el carro delante del caballo, al tratar de forzar o convencer a las personas para que cambien a una tecnología más costosa y menos eficiente.
Esto tiene un coste social enorme, porque una energía menos eficiente y más cara significa menos crecimiento y prosperidad, especialmente para los pobres del mundo.
Debemos asegurarnos de que la energía verde sea la opción inteligente y rentable. Deberíamos abandonar el experimento fallido de promesa de reducción del carbono en 25 años y centrarnos en el déficit tecnológico. El análisis de Copenhagen Consensus muestra que un presupuesto de investigación y desarrollo de energía verde con un valor aproximado de US$100 mil millones anuales sería la política climática más efectiva.
Debemos abandonar las ilusiones y la retórica exagerada, y centrarnos en abordar todos los desafíos de la humanidad, incluyendo soluciones inteligentes, eficaces y viables para el cambio climático.