¿Y ahora qué hacemos?, por Gonzalo Torres del Pino
¿Y ahora qué hacemos?, por Gonzalo Torres del Pino
Redacción EC

¿Qué hacemos con nuestro sostenido progreso en la ciudad si uno sube el Cerro San Cristóbal y el progreso no subió con uno? Solo pasó maquillando fachadas. ¿Dónde está la nueva cara de la ciudad, el crecimiento hacia arriba, si uno se mete por Piñonate o los intersticios de Francisco Pizarro en el Rímac si allí solo vemos la misma cara que tenía desde hace más de cincuenta años, cayéndose a pedazos, desfigurada, gente de mal agazapada entre la gente de bien? 

Si allí los arrinconaron en la colonia, allí deberán quedarse. La historia se vuelve inmanente para algunos.
¿Qué hacemos con el “Lima está más bonita” que el amigo turista nos suelta después de varios años de regresar y solo visita Miraflores, Barranco, San Isidro y unas cuantas cuadras del centro de Lima, si nunca ha pisado barrios no tan nuevos como Caja de Agua o mucho más nuevos como San Gabriel? 

¿Dónde está el parque lleno de grass, dónde están allí los restaurantes que celebramos, dónde están los que barren las veredas, las calles asfaltadas, el serenazgo que ronda cada cuadra a las cuatro de la mañana?

¿Cómo es que podemos crear un ciudad sostenible si solo una parte es la que se llena de aparente progreso y de clase media? ¿Por qué otros lugares no tienen ese avance y parece muy difícil que la tengan cuando las condiciones en las que fueron creadas las han marcado de por vida? ¿O es demasiado determinismo el que pronostico? 

Es que la ciudad, sus autoridades y su gente, nunca vieron con claridad el problema migratorio hacia el futuro. O no quisieron verlo. El rechazo se trocó en indiferencia, que es la peor forma de rechazo, y comenzó a gestarse la otra ciudad, la de los cerros y arenales. Solo la caridad y el trampolín político se aprovechó de su presencia. 
La ciudad que más tarde se identificaría con el mote de los conos de Lima es la ciudad que hoy reclama renovación urbana a gritos para esos mismos lugares y también en pro de la ciudad en su conjunto. 

¿Cómo desarrollar grandes espacios verdes si todo está tomado, cómo colocar anillos viales si no hay espacio, cómo deshacer lo hecho y volver a empezar?
Son muchos los casos de gente que al comenzar una nueva familia, y teniendo los medios para ser la nueva clase media, salen para ubicarse en los distritos con mayores servicios, mayor seguridad y más cerca de sus áreas laborales. Los otros lugares se condenan así a la pauperización eterna. En Lima se repite el fenómeno de la migración en el Perú (el imán de la utopía del progreso). Ahora todos quieren los distritos del centro en una suerte de migración intraurbana.

Si no se identifican, dentro de cada distrito, áreas proclives a la renovación urbana, que funcionen como semilleros para otras, pues la presión inmobiliaria será mayor para los mismos lugares de siempre generando un pernicioso centralismo dentro de la ciudad, mientras que los otros lugares languidecerán como las espaldas sucias de la ciudad, aquellas que nunca quisimos ver como parte de Lima.