Como ocurrió en la segunda vuelta electoral, el presidente Pedro Pablo Kuczynski le ganó nuevamente la partida a Keiko Fujimori, en la hora enésima. Como entonces, PPK jugó la carta de la polarización, de ser el mal menor frente al autoritarismo que ella representaría. Como entonces, sin embargo, no fue suficiente la polarización, sino que Keiko Fujimori fue derrotada por un error estratégico de su responsabilidad.
En efecto, la estrategia desarrollada por PPK tenía un componente legítimo –explicar su conducta y pedir disculpas por ser desprolijo con sus cuentas– y otro de cálculo político consistente en reactivar el antifujimorismo. Los acusó de intentar un golpe de Estado, a pesar de que la moción de vacancia había sido presentada por el Frente Amplio y contaba con el apoyo no solo de Fuerza Popular sino también de importantes líderes del Apra y Acción Popular. Sostuvo que parte de esa estrategia era tumbarse el Tribunal Constitucional, aunque el pedido de sanción para uno de sus integrantes fue sustentado por su congresista y ministro Pedro Olaechea. Finalmente, dejó entender que si él caía, renunciaban sus vicepresidentes, lo cual sonaba a un chantaje poco responsable.
Conforme pasaban las horas el jueves 21, era claro que la estrategia antifujimorista no iba a ser suficiente. Aparentemente la vacancia sería aprobada con 89 votos –dos más de los requeridos– sumando 71 de Fuerza Popular, 10 del Frente Amplio, 3 del Apra, 2 de Acción Popular, 2 de Alianza para el Progreso y 1 no agrupado. Entrada la noche de ese aciago día, parecía evidente que PPK sería vacado y, si renunciaban los vicepresidentes, el presidente del Congreso Luis Galarreta asumiría la presidencia de la República para convocar elecciones presidenciales, aunque no necesariamente parlamentarias. El país entraba en una crisis profunda.
Fue entonces que, para sorpresa de todos, 10 congresistas de Fuerza Popular, liderados por Kenji Fujimori, salvaron a PPK de una derrota segura. Ahora se sabe que el propio Alberto Fujimori apoyó a Kenji en sus gestiones para conseguir estos votos, con la expectativa de que, en reciprocidad, PPK cumpla con su voluntad tantas veces insinuada de indultarlo.
El error estratégico de Keiko en el 2016 fue llegar a las elecciones con Joaquín Ramírez como secretario general de su partido, sabiendo que era investigado por lavado de activos. Y pretender luego desacreditar a un denunciante falseando un audio. El error estratégico esta vez fue comportarse como una perdedora rencorosa y lideresa autoritaria de su bancada. Cuando fue evidente que a ella no le interesaba la libertad de su padre, por temor posiblemente a que este pudiese disputarle el liderazgo de su partido, dejó el camino abierto para que su hermano Kenji, en el nombre de su padre, rompiese la unidad de Fuerza Popular.
En todo este “juego de tronos” estuvo claro que a la gran mayoría de congresistas no le interesaba si PPK había cometido o no un delito que justificase su “incapacidad moral permanente”. La naturaleza política del proceso fue muy evidente en la votación: el Frente Amplio votó unánimemente a favor. Peruanos por el Kambio unánimemente en contra. Y Nuevo Perú votó en bloque, con los pies, al retirarse minutos antes de la votación. Lo que es más grave, en Fuerza Popular y el Apra se anunciaron sanciones para aquellos que no hubiesen votado “disciplinadamente”, como si un juicio por incapacidad moral no requiriese por su propia naturaleza subjetiva un voto de conciencia de cada parlamentario.
Si PPK incurrió en un conflicto de intereses cuando fue ministro hace 12 años o si Keiko Fujimori, él u otros políticos recibieron contribuciones de la empresa Odebrecht para sus campañas electorales son temas que el Ministerio Público seguirá investigando. Al Congreso le corresponde legislar. Podría, por ejemplo, revisar las disposiciones sobre prisión preventiva, para que no se abuse de ella. Pero lo que no debe hacer es obstruir la lucha contra la corrupción. Es inaceptable, por ejemplo, que hayan pretendido destituir al fiscal de la Nación Pablo Sánchez. Los políticos deben saber que la opinión pública está atenta. De acuerdo con la última encuesta de Ipsos-El Comercio, 64% de la ciudadanía apoya el desempeño de la Fiscalía de la Nación en el Caso Lava Jato.
Mientras las investigaciones fiscales siguen su curso, al presidente le corresponde construir gobernabilidad. Sus principales aliados a la vista son los 10 congresistas disidentes de Fuerza Popular que lo salvaron de la vacancia. El indulto a Alberto Fujimori contaba hace un mes con 65% de aprobación. Hoy puede haberse consolidado este respaldo, ya que la actitud de Kenji y su grupo conmovió a muchos simpatizantes de PPK, que ahora se han vuelto más anti-Keiko que anti-Alberto. El principio de reciprocidad está en los fundamentos de la cosmovisión andina y la reconciliación y la compasión son la base de la cosmovisión cristiana, con especial sentido en Navidad. Pero desde el punto de vista político, la necesidad de forjar la gobernabilidad es una razón adicional para que PPK proceda con el indulto, ahora.