Jaime de Althaus

ha conseguido algo casi sin precedentes en los últimos 80 años en y en alguna medida en : que las ideas de la libertad , del , del retiro de la bota del sobre los emprendimientos, empiecen a ser hegemónicas, populares, políticamente atractivas. Eso es extraordinario porque si la libertad económica se convierte en sentido común, en cultura popular, el crecimiento económico para todos queda garantizado. La deja de ser una fuente de contradicción con los principios del mercado, con la acumulación de riqueza, y más bien se vuelve coherente con ellos.

Parece casi imposible porque la idea de que la economía es un juego de suma cero en el que cuando ganan unos pierden otros, o que unos pocos se enriquecen a costa de los demás, está muy arraigada desde el medioevo precapitalista, cuando efectivamente era así. Y sigue siendo fácilmente explotada y alimentada por populistas, demagogos y marxistas.

Que en el mercado nadie puede crecer si no crecen los demás, y que alguien para acumular tiene que satisfacer alguna necesidad social produciendo algún bien a buen precio y calidad; es decir, tiene que ser un benefactor social –como repite Milei–, no es una verdad intuitiva. En cambio, es muy fácil agitar el espectro del monstruo , del gran empresario egoísta e insensible al que hay que despojar para redistribuir. El mito de David y Goliat, del débil venciendo al fuerte, que es el mito revolucionario por excelencia, no tiene un mito comparable en poder de atracción en el lado del mercado, donde el héroe no es el “débil”, sino el emprendedor o el empresario, por más que este deba esforzarse heroicamente para triunfar, en competencia con otros y contra las regulaciones, exacciones y extorsiones del Estado.

Milei precisamente ha logrado popularizar la ideología de la libertad económica apelando al mismo mecanismo retórico populista, pero cambiando el enemigo: ya no es el capital, la gran empresa, sino la “casta” política, sindical e inclusive empresarial (cuando es prebendaria y mercantilista), la que confisca riqueza a los que producen para generar negocios burocráticos, privilegios y regulaciones que matan el crecimiento y generan pobres. Y luego se enriquecen traficando con la. Milei divide el mundo entre los que “laburan” y los que viven de los que laburan generando pobres para montar el negocio de la redistribución.

De allí la inflación y el incremento de la pobreza del 5% al 50%. A diferencia del otro, el populismo (político) de Milei es fiscalmente inocuo y procrecimiento. No ataca a los que generan riqueza, sino a los que impiden que se genere. El programa político, entonces, consiste en expulsar a la casta, en eliminar ministerios, organismos y regulaciones que traban y succionan renta matando la creación de riqueza. Libertad económica, en suma, para que los ciudadanos dejen de ser dependientes de dádivas, lo que es indigno, y se conviertan en héroes benefactores de la sociedad produciendo e innovando para que Argentina vuelva a ser, en 40 años, la primera potencia mundial.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Jaime de Althaus es Analista político

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