Mario Saldaña

En días pasados terminé de ver las dos primeras temporadas de “Mayor of Kingstown”, la notable serie emitida por Paramount+, no solo por sus estupendas actuaciones, en especial la de Jeremy Renner (ya felizmente recuperado tras un accidente que le pudo ocasionar la muerte), sino por el ecosistema de corrupción, violencia y crimen organizado que proyectan sus guionistas y directores.

La prisión de Kingstown, Michigan (lugar de ficción), es el centro estratégico y ordenador de las actividades delictivas en la ciudad. Las organizaciones criminales, divididas tanto por especialidades (atracos, narcotráfico, trata de personas, de armas, etc.) como por el origen étnico de las bandas, y a través de sus respectivos líderes, han logrado fijar una “eficiente” división del territorio en prisión y cierto equilibrio estratégico que, de romperse, generará una guerra sin cuartel.

¿Qué hace posible lo anterior? Que las autoridades competentes como la policía, la fiscalía y eventualmente los jueces son conscientes de dicho “equilibrio” y no se atreven a romperlo, aunque oficialmente el discurso que esgrimen es el de “la lucha sin cuartel contra el crimen”. Ni qué decir de las autoridades y de las fuerzas de seguridad penitenciarias, absolutamente funcionales al “orden establecido”, lo mismo que los abogados y familiares de los presos.

Viendo lo ocurrido hace horas en Ecuador, hice una asociación inmediata. La violencia y la brutalidad de las que hemos sido testigos son una demostración de fuerza. Una señal para la población de nuestro vecino del norte en torno a quién tiene el control y quiénes pueden hacer más daño en relativamente pocas horas. Es amenazar con el terror.

Pero, como bien se ha anotado, esta acción concertada de bandas criminales organizadas, horrenda por el baño de sangre que originan, es expresión de las economías ilegales que están detrás. Así que, tan importante como la capacidad que tenga el Estado para adelantarse y reprimir eficazmente a los delincuentes, es la de cortar el circuito económico que los alimenta.

Y esto es válido tanto para Ecuador como para nuestro país. No solo porque la violencia criminal y terrorista se hace cada vez más presente gracias a la minería ilegal, el narcotráfico y otros delitos, sino porque el despliegue corrupto que logran sus operadores avanza indetenible en toda instancia estatal; absolutamente en todas.

Como he mencionado antes, he aquí la principal amenaza que afronta el Perú (y acaso América Latina) para su futuro y su gobernanza.

Mario Saldaña C. es Periodista

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