Jorge Camacho Bueno

Se adquiere la plenitud de derechos y deberes con la mayoría de edad, pero a ser ciudadano se aprende. Con la masificación de la tecnología aparece la necesidad de humanizarla y se empieza a hablar de “ciudadanía digital”. Esto es cada vez más importante porque la tecnología no solo impacta a quien la usa, sino también a los demás. Como toda herramienta, la tecnología no es buena ni mala en sí misma; es el modo en el que la empleamos lo que le da la calificación moral. Por eso, los colegios no pueden estar de espaldas a esta ni dejar de orientar a sus alumnos también en este campo.

Estas herramientas abren un sinnúmero de posibilidades porque todo educador busca formar para la vida, de modo que sus alumnos sean capaces de hablar con propiedad, de opinar sobre temas de actualidad, de discrepar de argumentos y de respetar diversos puntos de vista. Ahora los medios digitales de comunicación están al alcance de un clic y los estudiantes tienen la posibilidad de mostrar lo que saben de modos muy diversos: organizando en los colegios clubes de periodismo, la producción de podcasts, los noticieros en YouTube o videos con consejos útiles para la comunidad.

Cada vez es más imprescindible hablar de ciudadanía digital con nuestros alumnos e incorporar temas en la tutoría que no son evidentes y que suelen ser difíciles de descubrir para un niño o adolescente. Entre otros aspectos, podemos mencionar el derecho al buen nombre que todos tenemos; entender qué es calumniar o difamar; enseñarles que una broma pesada a un compañero en las redes sociales puede convertirse en un aluvión que arrase con su autoestima cuando es blanco de insultos o comentarios hostiles en las redes sociales; advertirles que la violencia no solo es física, sino que también se hiere por medio de palabras y/o imágenes.

Además, estar conectados con el mundo a través de Internet tiene los riesgos que se corren en la vida real. A ninguno de nosotros se nos ocurriría salir de noche por las zonas más peligrosas de Lima, porque es altamente probable que nos pase algo. Es necesario enseñarles que lo mismo pasa al navegar en Internet. No todas las páginas web son seguras: unas por su contenido gráfico, otras por las ideas que propalan, otras por la seguridad personal y los datos. Además, deben saber que no todos los que están del otro lado de la pantalla son tan buenos como parecen, por lo que no es bueno hablar con extraños en la red.

Por otro lado, tener el mundo y a los amigos al alcance de la mano hace más imperiosa la educación del carácter en los alumnos. Así serán capaces de usar las herramientas tecnológicas para estudiar, producir contenido, entretenerse o como punto de encuentro social en el momento adecuado y en la dosis oportuna. Es todo un reto que requiere de las virtudes cardinales que los griegos proponían como fundamentales: la prudencia para pedir consejo y decidir qué es lo conveniente; la justicia para respetar y hacer respetar el derecho de los demás en las redes sociales; la fortaleza para cambiar de actividad y hacer lo planificado en el momento previsto, y para no entrar en páginas de contenido indecente e inadecuado; y la templanza para poner límites de tiempo al entretenimiento y la vida social virtual.

Es necesario insistir en el equilibrio saludable entre la vida ‘online’ y la vida ‘off-line’. Ayudarles a gustar del encuentro personal, a vencer timideces y comodidades, a llevar una vida activa evitando el sedentarismo y estando atentos para prevenirlos de los riesgos de la red.

Es una tarea urgente recuperar la confianza entre escuela y familia porque formar ciudadanos digitalmente responsables requiere un mayor trabajo en la formación del carácter, una tarea que corresponde primeramente a las familias y, en segundo lugar, a los maestros.

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