Después del duro golpe que supuso la pandemia para nuestro país, todos deberíamos buscar promover la inversión que el Perú necesita para fortalecer la recuperación económica, acelerar la generación de empleo e incrementar, en última instancia, el bienestar de los peruanos, en especial de aquellos que más sufrieron por el COVID-19. A pesar de que esto parece obvio, no lo viene siendo para todos. Los confusos mensajes que se vienen dando desde el Gobierno están erosionando la confianza empresarial y, con ella, la tan necesaria inversión. El último episodio de estos “dimes y diretes” fue el mensaje del presidente del Consejo de Ministros y de miembros del partido de Gobierno sobre Camisea hace apenas dos días.
Para comprender la relevancia de este tema, primero pongamos un poco de contexto: si bien la economía peruana se viene recuperando, todavía no logramos superar la fuerte caída generada por la pandemia. De hecho, de acuerdo con las últimas estimaciones del Banco Central de Reserva (BCR), la actividad económica alcanzaría los niveles previos a la pandemia en el primer trimestre del 2022. Más importante aún, según cálculos de Macroconsult, el PBI per cápita peruano retomaría los niveles del 2019 (es decir, prepandemia) recién en el 2023. En otras palabras, estamos creciendo, pero para poder recuperar lo perdido debido al COVID-19.
Ahora bien, ¿cómo se ven afectadas las expectativas cuando los mensajes de los distintos voceros del gobierno no son coherentes entre sí? Pues justamente las expectativas empresariales, medidas por el BCR, vienen mostrando un importante deterioro en las últimas encuestas. Estos índices revelan precisamente lo que esperan los empresarios sobre la economía en el futuro: un valor mayor de este índice indica que existe una mayor cantidad de empresas que esperan que la situación de la economía esté mejor en el periodo de tiempo indicado. Así, el índice de expectativas de la economía a tres meses tenía en su última medición de agosto de este año un valor de 33,6 (en el tramo pesimista), mientras que en agosto del 2020 era 38,1 y en agosto del 2019 era 45,2. Semejante situación se observa con el índice de expectativas de la economía a 12 meses, cuyo valor en agosto es de 43,48, también en el tramo pesimista (57,99 en agosto del 2020 y 53,39 en agosto del 2019). Lo que alarma es que, de acuerdo con Credicorp, los valores de las expectativas a 12 meses son los más bajos desde que se registran debido a un evento interno.
Sin embargo, más graves son las actuales proyecciones de la inversión privada para el próximo año. Y es que justamente estas menores expectativas se traducen en menos planes de inversión futura. De esta manera, lejos del 5,5% de crecimiento para la inversión privada proyectado recientemente por el Marco Macroeconómico Multianual, documento elaborado por el Ministerio de Economía y Finanzas para guiar las políticas públicas del país, el último reporte del BCR de setiembre ya proyecta una tasa de crecimiento nula o de 0% de la inversión privada para el 2022. Es más, Julio Velarde, presidente del BCR, ya se ha apurado en señalar la semana pasada que, si no se cuenta con inversión minera, esta tasa podría incluso ser negativa. Esta parece ser también la opinión de diversos analistas económicos. Así, por ejemplo, tanto Credicorp como Macroconsult proyectan tasas de crecimiento de la inversión privada negativas para el próximo año.
Imagino que usted, amigo lector, puede preguntarse si realmente es tan necesaria la inversión privada o si, por el contrario, esta puede ser reemplazada por la inversión pública. Pues si consideramos que 8 de cada 10 soles que se invierten en el país son privados, entenderemos que esto no es posible.
Más allá de buscar las razones detrás de estos mensajes contradictorios, lo realmente importante es entender que tienen efectos concretos sobre las condiciones de vida de los peruanos que necesitan empleo. Cuando una persona decide retrasar su inversión y no ampliar, por ejemplo, su empresa distribuidora, son varias las personas que, como consecuencia, no consiguen trabajo y cuyas familias se encuentran en una peor situación. Si por diversos motivos ya fuimos uno de los países que más sufrió por la pandemia, no podemos también darnos el lujo de tener una lenta reactivación económica.
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