Cuando todo se junta respecto de un tema es el momento de resolverlo. Es lo que está ocurriendo con la informalidad o, mejor dicho, con la formalidad excluyente. Las condiciones están dadas. La eliminación de la obligatoriedad de los aportes de los independientes al sistema de pensiones abre la conciencia de que la mayor parte de los peruanos están fuera del sistema formal. No es solo que no quieran o no puedan pagar una aportación para su jubilación. Tampoco pagan las otras obligaciones de la formalidad ni reciben sus beneficios, porque están al margen.
Entonces es hora de resolver el problema si es que queremos que todos algún día gocen de protección previsional, vacaciones y seguro de salud, y, en otro plano, si queremos que la economía recupere su potencial de crecimiento ahora que la desaceleración y la pérdida de posiciones en el índice de competitividad global nos recuerdan que el crecimiento sostenido no era un don automático de un modelo económico incompleto, sino que requería precisamente completarse abarcando las reglas del trabajo, la tributación y el funcionamiento del Estado.
Hemos pasado a una economía supuestamente libre, pero nos hemos quedado con las reglas laborales y administrativas de una economía protegida y patrimonialista. Esa contradicción ya no da más. Es el momento de resolverla para incluir a los peruanos y recuperar el crecimiento.
Y también para consolidar la democracia. Porque el informal emergente no es todavía ciudadano pleno si no comparte las obligaciones con la polis, si no pasa de un sistema de reglas familiares a uno de reglas nacionales de convivencia común. La nueva clase media no será clase media plena si no se formaliza. Necesita hacerlo además para seguir creciendo. Rolando Arellano apunta que la informalidad sirvió como mecanismo de adaptación y crecimiento paralelo, pero ya no sirve más. Es el momento de descubrir que el policía que pido en mi cuadra sale de mis impuestos.
La clase popular y media emergentes han alcanzado ya la masa crítica para dar el salto a la ciudadanía plena y a la acumulación formal. Pero eso implica formalización, lo que depende de la lucidez de la clase política, en cuyas manos está. Alfredo Torres señala que este año que nos queda antes del inicio de la campaña electoral presidencial, es la última oportunidad para generar los consensos que nos permitan no tener que esperar hasta el 2016 para dar las reformas laborales y políticas necesarias para incorporar a los peruanos y reanimar la economía. Algo que les conviene tanto al Gobierno como a la oposición que pretenda llegar al poder.
El problema es que a los partidos les cuesta representar a sectores (mayoritarios) no organizados, con demandas difusas y poco conscientes. Pero es cuestión de expresarlas con claridad, como lo han hecho con la ley sobre los aportes de los independientes. Quien mejor lo haga, ganará.
Por lo demás, una clase media amplia, formal y contribuyente es la base para la reconstitución del sistema de partidos, tarea que también reclama unas reformas específicas. Todo se junta. Es el momento.