Más de tres millones de turistas han llegado a Brasil para vivir los partidos de la Copa Mundial, un evento cuya organización ha costado más de 11 mil millones de dólares y ha generado todo tipo de denuncias por corrupción y manifestaciones en contra. Además, como si todo eso no fuera suficiente, Brasil 2014 podría terminar siendo el Mundial más contaminante de la historia del fútbol. Y es que tres millones de turistas en un plazo tan corto se traducen en una concentración de viajes en autos circulando, más aviones viajando largas distancias, más demanda de energía, millones más de alimentos que preparar y mayor consumo de agua y otros recursos.
El Mundial, pues, contamina: basura y, principalmente, emisión de gases de efecto invernadero (GEI). La BBC difundió que la propia FIFA había informado que se generarán unos 2,72 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono. Es decir, 13 veces más de lo generado en el Mundial de Alemania 2006 y más del doble de las emisiones de Sudáfrica 2010. Con esas cifras tenemos, sin duda alguna, el Mundial más contaminante de la historia.
Los hinchas sin la dicha de estar en Brasil también abonamos a ese problema con solo prender el televisor para disfrutar de un partido. Y es que en más de la mitad del planeta, millones de aficionados lo harán en el mismo momento y con eso los futboleros promoveremos la emisión de toneladas de GEI, esos que propician el peligroso cambio climático.
Según cálculos, si vemos unas diez horas de partidos, habremos contaminado tanto como manejando por alrededor de dos mil kilómetros, como ir de Lima a Tacna. La buena noticia es que los televisores más modernos contaminan menos; la mala que la gran mayoría de hinchas en los países en desarrollo no ha podido renovarlos.
Lo positivo es que ni Brasil ni la FIFA están dispuestos a pasar a la historia por haber organizado el Mundial más contaminante de la historia y se han abocado a “reverdecerlo”. Entre sus propuestas hay proyectos de reforestación y el canje de bonos de carbono, mecanismos por los que empresas y gobiernos de países desarrollados subvencionan proyectos de reducción de emisiones para mitigar el calentamiento global. El gobierno de Dilma Rousseff ha solicitado a las empresas brasileñas poseedoras de bonos la donación de estos, a cambio de publicidad gratuita. La intención es lograr que el Mundial resulte en un evento “de emisiones cero”.
Estas acciones se completan con el pasaporte verde, iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Gobierno Brasileño para facilitar a los turistas mundialistas información sobre consumo sostenible y conservación de la biodiversidad.
Al cabo del evento deportivo más importante del mundo, seremos testigos de si aquellos esfuerzos logran o no convertir a Brasil 2014 en ejemplo de responsabilidad ambiental para las juventudes del planeta y en el primer megaevento futbolístico sostenible. Lo que sin duda ayudaría a mitigar las denuncias de corrupción al país del jogo bonito y a la FIFA, cuya esencia misma parece ser la falta de transparencia y honradez de sus directivos que enturbia los aires de la institución.