Si las cosas no cambian de manera drástica, llegaremos al bicentenario, no cerrando un ciclo para mejorar el futuro, sino que arrastraremos cosas del pasado que afectará nuestro futuro. No hay manera de cambiar la representación política si, entre otras cosas, no se modifica la forma de selección de candidatos o elecciones internas de los partidos, que es la base para la construcción de la propia representación.
Recién desde el 2003, con la Ley de Partidos Políticos, las agrupaciones se ven obligadas de realizar elecciones internas. Sin embargo, la experiencia muestra que estas son cuestionadas por sus propios adherentes. El modelo extendido que usan, es el de elecciones a través de delegados. De esta manera, un grupo muy pequeño de personas decide sobre las candidaturas del partido. Pero a esa asamblea o convención llegan delegados que deben nacer, a su vez, de elecciones de sus respectivas circunscripciones, pero que nadie ha verificado. Pero, incluso si los partidos quisieran realizar elecciones de manera correcta, no tienen la organización, logística y experiencia requerida, ni la capacidad de convocatoria.
Si se quiere encaminar en otra dirección, se hace necesario que los partidos se abran y se legitimen de cara a la ciudadanía. Por eso, la propuesta de elecciones internas abiertas, simultáneas y obligatorias, trata de enfrentar ese gran problema. En ellas, participan adherentes y no adherentes de los partidos políticos. Las elecciones internas son realizadas de manera simultánea para todos los partidos políticos inscritos y donde participan, de manera obligatoria, todos los electores. De esta manera, se involucra al ciudadano en un paso importante de la selección de candidatos. Si ahora vota y luego se queja de los representantes, con la propuesta se abre la oportunidad de involucrarse de manera participativa. Esto es corroborado por la última encuesta del IEP donde se señala que el 84% está a favor de elecciones abiertas.
La propuesta establece un día de la elección en el que cada elector se acercará al local de votación que le corresponda, como en cualquier elección nacional, en un proceso organizado por la ONPE, no por los partidos. Todos los procedimientos, derechos, garantías y obligaciones son iguales como cualquier elección nacional. Incluso recibirá una cédula (boleta) de votación, igual que de costumbre, donde marcará por el partido que desee, solo uno, para luego escoger entre, si es el caso, los candidatos presidenciales, previamente inscritos de aquel partido. Igual, para el caso del Parlamento. En cada partido, los candidatos que tengan más votos, serán inscritos, pues dicho resultado es vinculante. El requisito para que esto suceda, debe recibir al menos el 1,5% de los votos, de lo contrario la lista no se inscribe y el partido pierde la inscripción legal. Esto es un desincentivo para los ‘cascarones’ y ‘vientres de alquiler’, que desaparecerán.
A diferencia de elecciones solo con militantes que pocos participan y muchos cuestionan, en las elecciones abiertas, quien tiene dinero no podrá pagar para votar, pues estamos hablando de un padrón de casi 24 millones de electores, dispersos en los locales y mesas de votación en todo el país. Las elecciones abiertas, como es el caso peruano, sí impactarán positivamente en los partidos, acercarán a los ciudadanos a estos. Los partidos organizados no deben de temer, pero sí los aventureros. No será fácil aprobar esta propuesta, pero es el camino para el cambio que se requiere, en el horizonte bicentenario del 2021.
*El autor ha sido presidente de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política.