"Cada vez que el mandatario ha tenido que separar a un funcionario, ha dudado incluso frente a acusaciones sólidas y al rechazo generalizado de la ciudadanía". (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
"Cada vez que el mandatario ha tenido que separar a un funcionario, ha dudado incluso frente a acusaciones sólidas y al rechazo generalizado de la ciudadanía". (Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
Alek Brcic Bello

es un muy mal presidente y no sabe tomar decisiones. Tampoco tiene una agenda clara sobre qué es lo que quiere hacer. Sus declaraciones son erráticas y contradictorias. Además, se acomodan al interlocutor de turno o a la coyuntura, y solo duran hasta su siguiente presentación.

No es un líder. Ocupa la primera posición en la Encuesta del Poder de este año, pero en la entrevista que acompaña a los resultados, Alfredo Torres de Ipsos lo describe como un presidente “débil”. Según la misma encuestadora, en solo cuatro meses ha logrado que su desaprobación sea 22 puntos porcentuales mayor que su aprobación (en setiembre la diferencia era de cuatro puntos).

Esto no es raro, cuando hace cosas como dejar al país esperando una explicación sobre su exsecretario general Bruno Pacheco. A pesar de que renunció el viernes 19, su salida recién se oficializó el martes 23. Y Castillo no ha dicho ni una palabra al respecto. Ni siquiera después de los mensajes de Pacheco presionando a la cabeza de la Sunat ni cuando la fiscalía encontró US$20 mil en efectivo en el baño de su oficina.

Además, no es la primera vez que ocurre algo así. Cada vez que el mandatario ha tenido que separar a un funcionario, ha dudado incluso frente a acusaciones sólidas y al rechazo generalizado de la ciudadanía. No quiso despedir a Héctor Béjar pese a que este afirmó que Sendero Luminoso había sido una creación de la CIA. Tampoco a Luis Barranzuela después de la fiesta que organizó en su casa. Al exministro Walter Ayala lo dejó en el aire cuando ya había presentado su renuncia (pasó de poner su cargo a disposición a decir que estaba “fresco como una lechuga”).

El problema, por supuesto, es grave, porque ha sido Castillo quien los nombró en primer lugar. Pero no solo a ellos, sino a tantos otros servidores públicos que demuestran que la meritocracia en este es solo un recuerdo. El último de ellos: el expresidente de la Federación de Taxis Colectivos, sancionado por conducir ebrio y nombrado director general en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (afortunadamente, renunció el lunes tras una denuncia periodística).

Hasta ahora, su círculo cercano parece tener como requisito compartir el mismo ubigeo que el jefe del Estado. En el entorno del despacho presidencial, entre asesores formales e informales, se cuentan por lo menos a siete personas de Chota. Y cuando va a la playa un fin de semana, aprovecha para juntarse con el exrector de una universidad con licencia denegada.

Cuando se le busca cuestionar por estos temas, no hay respuesta, ya que no brinda entrevistas. En sus discursos, sostiene que todo se soluciona “coordinando”, aunque jamás dice cómo arreglará los problemas que ocasiona (la culpa siempre es de los otros que le ‘obstruyen el camino’). Sus promesas están cargadas de demagogia, populismo y casi ningún sustento técnico.

En esas mismas presentaciones, cuestiona el significado oficial de las palabras y dice que ‘nacionalizar’ no quiere decir estatizar. Sus funcionarios lo apoyan y repiten lo mismo sin medir el daño que ocasionan.

Con esos mensajes, la economía se dirige a una parálisis. Luego del rebote de este año, las expectativas para el 2022 son bajísimas. Tanto así que la inversión privada parece que se reducirá (distintos analistas esperan una contracción mayor al 10%).

Por si lo anterior no fuera ya preocupante, llevó a una de las mineras más grandes del país a detener operaciones por su incapacidad para mediar en un conflicto social. Peor aún, su gobierno ha firmado un acta que promete el cierre de cuatro operaciones mineras formales que se enteraron de la decisión por un comunicado de la Presidencia del Consejo de Ministros.

Esto último ocurrió apenas un día después de que asegurara estabilidad jurídica a los inversionistas durante su participación en CADE. ¿Alguien le creerá la próxima vez que repita ese discurso? Porque no se entiende qué estabilidad podría ofrecer el presidente cuando en otros foros reclama una asamblea constituyente.

Pide facultades y confianza mientras asegura que su administración cuenta con una política de gobierno. No obstante, su bancada es el oficialismo más dividido en la historia reciente. Según un informe de la unidad de datos de este Diario, Perú Libre se ha fraccionado en casi la mitad de las votaciones en el Congreso. Esto incluye el voto de confianza a Mirtha Vásquez y la interpelación a ministros.

En resumen, en solo cuatro meses, Pedro Castillo ha tenido tantos tropiezos y generado tantas crisis que el poco capital político que tenía está por desaparecer. Y sin embargo, nada de lo anterior sería suficiente para justificar una vacancia por incapacidad moral.