La hipocresía de la dictadura cubana no tiene límites. La dinastía Castro y su banda de asaltantes (ideológicamente marxistas-leninistas) arremeten contra el capitalismo, pero fácil extienden la mano derecha para saludar a los inversionistas extranjeros y recibir su dinero.
Cuba requiere unos US$2.500 millones anuales para subsistir, y a sus autoridades (que nadie eligió) les importa poco de dónde sale la plata.
En “El verdadero Pablo”, libro del narco colombiano John Jairo ‘Popeye’ Velásquez (hombre de confianza del asesinado rey de la coca Pablo Escobar), por ejemplo, se vincula a Fidel y Raúl Castro con el tráfico del cártel de Medellín. Cuba es, además, uno de los paraísos del tráfico de flora y fauna silvestres. Aunque también buscan capital limpio.
Con una deuda que sobrepasaba los US$13 mil millones en el 2010 (último dato disponible), deben olvidar eso de “patria o muerte, venceremos”. El tiempo ya demostró que su “sistema” no sirve: mejor que los Castro coreen “plata o muerte”.
Al mundo libre le compete desoxigenar a ese régimen, corrupto, asesino y sistemático violador de derechos humanos. Lamentablemente, frente a la hipocresía castrista tenemos a la angurria empresarial, dispuesta a todo por unos centavos más. Ya lo decía Lenin, uno de los padres de la Unión Soviética: “Los capitalistas son capaces de vendernos la soga con que habremos de ahorcarlos”. Cuidado.
En meses recientes el hermanísimo del decrépito Fidel Castro, es decir Raúl, aprobó una nueva ley de inversión privada extranjera. Con ella se espera triplicar el crecimiento económico y alcanzar el 7%. Sobre esta ley Rodrigo Malmierca, ministro de Comercio, tiene un discurso bastante confuso. Rojo e incoherente al fin, dijo que esta “no solo ayudará a atraer el capital extranjero con reglas claras e incentivos, también nos permitirá usar ese potencial para desarrollar el país, mientras preservamos nuestra independencia y soberanía”. Ante lo cual surge la pregunta ¿independencia de qué? ¿Cómo llamar independiente a un país que depende del dinero de otros, como un niño de la propina de sus padres?
La cúpula cubana debe aceptar que su “revolución” fracasó, que sucumben por falta de libertades y que dependen del dinero del capitalismo.
En setiembre del 2010 el ex “presidente” Fidel Castro tuvo un lapsus: “El modelo cubano ya no funciona”, dijo y la frase dio la vuelta al mundo. A los días el dictador sostuvo que fue malinterpretado porque en realidad quiso decir que “es el sistema capitalista el que ya no sirve para Estados Unidos, ni para el mundo. ¿Cómo podría servir semejante sistema para un país como Cuba?”. La entraña parasitaria del marxismo-leninismo en todo su esplendor: “semejante sistema” le sirve para llenar sus arcas.
Mientras varios empresarios locales, olvidando la soga de Lenin, hacen negocios con la isla, la inteligencia cubana ha infiltrado Sudamérica, disfrazándose de ayuda médica, asesoría educativa y otros, como el ‘Comandante Marañón’, más conocido como Gregorio ‘Goyo’ Santos.
El antiinversión Santos fue reelegido por voluntad popular, es cierto, como presidente de la región Cajamarca. No se quejen quienes invierten en Cuba o nutren esa economía disfrutando de Varadero y otras de sus playas. Recuerden la soga de Lenin.