Con un tono dizque técnico, los voceros de la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) pretenden explicarlo todo.
Empiezan por lo obvio: que desde hace más de una década usamos como referente la tabla de mortalidad de un país vecino que casi triplica nuestro PBI per cápita, que recientemente implementamos modificaciones a esta tabla al más puro estilo de un repuesto automotor adaptado en un taller de El Agustino y que ahora tendremos una tabla actuarial propia que se aplicaría a partir del próximo año.
También repiten que la gente que opina sobre la materia está confundida. Que no es lo mismo el tope de edad y la expectativa de vida. Es cierto, mucha gente está perdida en el tema. Y esto porque los esfuerzos de educación previsional de la SBS han tenido resultados muy pobres.
Es verdad asimismo que una tabla actuarial implica un trabajo sofisticado y no solo la construcción de algún índice, pero donde el superintendente y sus colaboradores hacen agua es en la transparencia.
Por ello, es recomendable que la aludida tabla se haga pública antes de aplicarse. Tal vez los técnicos actuariales de prestigio sean pocos, pero ese no es un argumento válido para actuar al caballazo.
El superintendente es solo otro servidor público, no el dueño de nuestra plata. Solo tras publicar, discutir y defender su trabajo habrá hecho su tarea. Aunque la habría hecho tarde y mal, pues esta tablita solo implica lluvia sobre suelo mojado.
Y esto porque las acciones de reforma regulatoria al sistema bajo la actual administración han resultado deplorables. La ausencia de la libre diversificación global de los portafolios, la subasta de la asignación de cuentas para los nuevos afiliados, la imposición de un cobro mixto, el aumento de la deuda estatal entre las inversiones del sistema y la reducción del fondo y su rentabilidad se asemejan cada vez más al proceso de debilitamiento del sistema previsional argentino de hace unos años.
Aquí lo relevante no es solo la conveniencia de usar una tabla propia o de hacer gala de transparencia. La forma tan torpe en la que se hizo pública su introducción ha despertado una batahola. Algunos sostienen que como la esperanza de vida se elevaría, las pensiones se reducirían. Y que por ello habría que descontar más a los trabajadores o alargar su edad de jubilación.
Estas recomendaciones son una barbaridad. Si la tabla se ajustase a la realidad y viviésemos alrededor de 20 años por encima de la edad de jubilación, cuando menos la mitad de este período seguiríamos trabajando como independientes. Entonces, ¿para qué esquilmarnos más? Hoy miles de peruanos sexagenarios y septuagenarios (escritores, empresarios, políticos, economistas, etc.) generan ingresos envidiables.
Que la SBS siga con su tablita y la discuta públicamente (dado que muchos desconfiamos de este proceso). Caso contrario, eso de elevar la tasa de aporte o postergar la edad de jubilación al caballazo será un innecesario disparate.