Estuve dos días seguidos en el Centro Cultural de la PUCP. El viernes moderé una mesa en la que participaron Verónika Mendoza y Sergio Tejada; el sábado vi dos películas de Paolo Sorrentino. En la mesa escuché con atención las opiniones de dos jóvenes que se inician en la política y en el cine quedé fascinado con la prolongada presencia en la escena italiana de Giulio Andreotti, el líder de la Democracia Cristiana. Se trataba de dos extremos: el inicio inocente de dos jóvenes y la malicia de un veterano. El domingo, como corolario, pensé en el significado del trayecto de la vida y en la forma en que las personas llegan, eventualmente, a envilecerse.
La idea que propone Giulio Andreotti es que para hacer el bien en la política hay que hacer el mal. Se trata de un pensamiento enrevesado, pero que reposa fundamentalmente en la idea de la pérdida de la inocencia, de la ingenuidad que acompaña, generalmente, al bien. ¿Cómo gobernar prescindiendo del mal? ¿Cómo hacer el bien sin el uso consciente de todas las mañoserías propias del mal? Durante los diversos períodos que ejerció el poder, Andreotti no solamente se vinculó con la mafia, ese poderoso tentáculo sin el cual prácticamente no gobiernas, sino que asesinó y dejó a merced de las Brigadas Rojas a Aldo Moro, el compañero de ruta que más apreció. Andreotti era un político de carácter frío, físicamente mal constituido, que creía más en la voluntad de Dios que en las casualidades, que se confesaba y se persignaba; era un militante austero, que escribía un diario y guardaba un inmenso archivo de toda la política italiana. Era temido. No bailaba, pero tenía esposa, creía en la familia y murió a los 94 años.
Verónika Mendoza y Sergio Tejada han nacido en 1980, los dos tienen 35 años, han vivido fuera del país durante un tiempo y ostentan diversos estudios universitarios. Desean hacer una política de buenos modales, de pensamientos alturados, de posiciones argumentadas, creen en la verdadera democracia y en la honestidad de la política. Todavía no la consideran sucia. Ni maleada. Son conscientes de que la prensa no les da bola, que los políticos que lideran las encuestas son viejos zorros, personas temibles, que detrás de ellos hay intereses oscuros que los financian y apoyan. Giulio Andreotti los miraría con displicencia. Salió ileso de todos los juicios que debió enfrentar. Era ferozmente astuto, lector y memorioso. Cuando terminó la película los asistentes pensamos en las numerosas similitudes que tiene con el Perú. Solo yo retenía las voces de Verónika Mendoza y Sergio Tejada, separadas todavía por ligeros cálculos políticos, cuando deberían hacer el esfuerzo de ir juntos a las elecciones.