Han pasado más de 10 meses desde que el presidente Humala en Arequipa habló por primera vez de la desaceleración económica, y desde entonces una especie de pesimismo parece haberse instaurado entre trabajadores, empresarios, amas de casa, y hasta al interior del propio gobierno. Se trata de un mal altamente contagioso: muchas familias decidieron no comprar la vivienda que pensaban, en parte porque el banco se puso más exigente, y en parte porque oyen y leen frecuentemente acerca del “enfriamiento” de la economía. Cosa similar sucede con muchos que iban a adquirir o cambiar un vehículo, o tomar un préstamo para empezar un pequeño negocio. Los consumidores de la nueva clase media han empezado a preguntarse si podrán enfrentar los pagos de sus varias tarjetas de crédito y, aun entre los ejecutivos que frecuentan lujosos restaurantes, se nota bastante más recato a la hora de ordenar ese costoso vino que hace poco pedían sin pestañear.
¿Qué está pasando en la economía; de dónde viene tanto desánimo? Al ciudadano común le cuesta digerir la cantidad de explicaciones que escucha, muchas veces envueltas en expresiones crípticas como “las vacas flacas”, “el viento en contra”, o “el freno chino”, el “fin del ciclo de alza de los minerales”, o las consecuencias que acarrea “el tapering por parte de la FED”.
Se entiende que si disminuyen los precios de los minerales que exportamos, o si la China ahora crece 7,4% en lugar de 10%, o si las tasas de interés internacionales son hoy más altas que hace 3 años, la economía peruana se verá impactada por tales eventos. ¿Pero son estas razones suficientes para explicar la caída en más de un tercio en la tasa de crecimiento ? Y si eso es cierto ¿cómo se las arregla, por ejemplo, Colombia para acelerar su crecimiento y revisar drásticamente al alza su tasa de crecimiento para este año, quitándole al Perú el primer puesto en crecimiento entre los países importantes de América Latina? Colombia tiene un potencial de crecimiento de 4%, pero espera crecer este año más de 5% (creció 6,4% en el primer trimestre). El Perú, en cambio, según el BCR, tiene un potencial de crecimiento de 6%, pero este año con suerte crecerá 4%.
Mirando los precios de los minerales y la salud de la economía mundial veremos que los precios actuales superan el promedio de los últimos 10 años, y la situación internacional hoy es ciertamente mejor que la que existía hace dos años. El Perú, sin embargo, ha dejado de crecer a la tasa promedio de 6,4% de los últimos 10 años. Algo más debe estar pasando que explique nuestro enfriamiento.
Sucede que durante una década el motor de la economía ha sido la inversión privada. A pesar de la fuerte caída que sufrió en el 2009, la inversión privada ha crecido en promedio 13,3% por año en los últimos 10 años. Este año, sin embargo, viene creciendo a un ritmo menor al 2%. A mi juicio, la causa principal de esta caída es la abrupta caída en las expectativas empresariales. El responsable ha sido el propio Estado con la absurda sobrerregulación burocrática y sus anuncios inútiles que validaron el pesimismo. El sector minero, por ejemplo, ha frenado fuertemente sus gastos en exploración, y 28 proyectos petroleros están paralizados por causas de “fuerza mayor” (fundamentalmente atribuidas a los engorrosos permisos). Ese desánimo se ha contagiado al sector de construcción y a muchos sectores de la manufactura no primaria.
Ciertamente, menores precios de minerales van a afectar a la minería, pero en el Perú, con el precio del oro a más de 1.300 dólares por onza y el cobre consistentemente a un precio mayor a 3 dólares por libra, es inconcebible que se pueda argumentar que el declive minero se deba a los bajos precios en un país que posee un territorio básicamente inexplorado, y donde los costos de producción siguen estando entre los más bajos del mundo.
Afortunadamente, luego de meses de inacción, el Estado parece querer sacudirse de su parálisis, y envió al Congreso para aprobación un conjunto de medidas que tienen el potencial de quebrar el desánimo inversor y animar al consumidor. Y aunque ya muy tarde para tener impacto real en este año, tal cambio positivo en el estado de ánimo, confiemos, permitirá al Perú volver a crecer.