Para mi cumpleaños 31 –todavía falta para eso, querido lector– se me ha ofrecido como regalo la congelación de mis óvulos, ello como una forma de asegurar mi descendencia, acaso tardía. Ideas como “el trabajo no lo es todo” y “para las mujeres es diferente” orbitaban, inevitablemente, alrededor de aquella propuesta. Yo solía pensar –con privilegiada ingenuidad– que las cosas eran distintas ahora. No me refiero a las nuevas tecnologías en reproducción.
Crecí pensando que hombres y mujeres tenemos las mismas posibilidades; que ambos padres trabajan; que uno puede llegar tan lejos como así lo desee –ese optimismo se lo culpo a los noventa– y que las metas se alcanzan luchando por ellas. Considero absurdo tener que decir si soy feminista: sencillamente lo doy por hecho. Ocurre que la realidad me exige más acción y menos ideología. En el Perú, por ejemplo, solo el 14% de los puestos de liderazgo en empresas son ocupados por mujeres, según datos del Foro Económico Mundial. Sheryl Sandberg es una ejecutiva estadounidense de 45 años, con MBA en Harvard y una trayectoria de altos cargos en Google y Facebook. Su libro “Lean In” es la obra que la ha convertido, entre otras cosas, en una de las principales defensoras de la equidad laboral para mujeres en el mundo entero. Para Sandberg hay un concepto clave: “Intentar hacerlo todo y esperar que todo se pueda hacer bien es una receta para la decepción”. Reconocer que tiene razón no es sencillo, con o sin congelación de óvulos de por medio.
La comunicadora Andrea de la Piedra forma parte de Aequales, organización que promueve el empoderamiento laboral de las mujeres para reducir las brechas de género. Para ella, una de las causas principales de que esto suceda está en que no negociamos nuestros sueldos o no lo hacemos lo suficiente, a diferencia de los hombres. La problemática no parte de una ausencia en formación (mujeres y hombres se gradúan en porcentajes similares en muchas universidades), sino más bien en la línea de carrera, donde el talento femenino se va perdiendo en las posiciones más altas. Figuras como Jennifer Lawrence han puesto el tema sobre el tapete al pronunciarse sobre la desigualdad de salarios. Lawrence dice que no quiso parecer demandante al negociar cifras equitativas con las de sus contrapartes masculinos. Ella, la actriz mejor pagada de la industria del cine.
Hace un tiempo me invitaron a participar, junto a dos colegas, de una ponencia sobre un tema que manejo bien. Durante la charla logré decir poco o nada. Mis compañeros se entramparon en una conversación de a dos, un ir y venir de palmaditas mutuas en el hombro. Salí de ahí culpándolos, primero, y luego pensando que tal vez yo no había tenido mucho que aportar. Estaba equivocada. Llegué a la conclusión de que dependía de mí y de nadie más hacerme escuchar. Así como dependerá elegir si decido o no darle uso a mi sistema reproductivo. Tal vez las cosas sí pueden ser diferentes.