Los grupos de trabajo en los que cada miembro mantiene objetivos y plazos distintos difícilmente llegan a funcionar de forma adecuada. Por el contrario, cuando el camino es común y las prioridades son claras y compartidas, los esfuerzos de cada integrante encuentran sinergias en el trabajo de los demás.
La Alianza del Pacífico, grupo de países que incluye a México, Colombia, Chile y el Perú, parece formar parte del segundo tipo de asociación. A diferencia de otras sociedades de países de la región en las que sus integrantes mantienen perspectivas distintas, contradictorias o llanamente desacertadas sobre la ruta al desarrollo y la inclusión económica, los países de la alianza comparten de cierto modo una visión de largo plazo a favor del respeto a la democracia y la apertura económica que permiten crear riqueza. De hecho, uno de los beneficios de este bloque es justamente fortalecer la ruta de respeto a las libertades políticas y económicas que –con matices– cada uno de los cuatro países de la alianza ha emprendido.
El Perú tiene mucho que ganar en esta integración. Más allá de las ventajas comerciales, la asociación facilitará los negocios interregionales abriendo las puertas a los empresarios peruanos a un mercado de 214 millones de personas con un ingreso promedio más alto que el nacional. En el marco de la alianza, a la estandarización de mejores prácticas en materias de finanzas públicas y atracción de inversiones se sumarán la preservación del medio ambiente y mayor movilidad de personas.
Sin embargo, para aprovechar todo el potencial que ofrece la alianza, el Perú tiene todavía tarea pendiente. Por ejemplo, respecto al Mercado Integrado Latinoamericano (MILA), que articula las bolsas de valores, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y el Congreso han optado por mantener el impuesto a las ganancias de capital que nos pone en desventaja frente a los otros países del grupo. Como su nombre revela, este tributo grava las utilidades obtenidas al momento de vender una posición. En Chile, por ejemplo, se eliminó este impuesto en el 2001 y el resultado fue un mercado de bonos y acciones que multiplicó su volumen de negociaciones por diez en menos de una década. Las ganancias de capital están también exentas de impuestos en Colombia y México para las acciones líquidas.
La apuesta por la integración bursátil como parte de la Alianza del Pacífico permitirá a los inversionistas mayores alternativas sobre instrumentos financieros, mejores balances de riesgo y diversificación, pero en la medida en que la bolsa de valores nacional sea menos competitiva que la del resto de países del MILA por la regulación interna, corremos el riesgo de quedar aún más rezagados que antes de integrarnos.
Otra tarea que tenemos pendiente es mejorar la competitividad del mercado laboral. Según escribió en nuestro suplemento “Día 1” de este lunes, Jorge Toyama, abogado laboralista, el Perú es el país con la informalidad laboral más alta de los cuatro que integran el bloque. “De hecho, somos el miembro de la Alianza del Pacífico que menos ha reducido la brecha de informalidad, algo que sí han hecho el resto de los países”, remarcó.
Buena parte de la explicación recae en la excesiva regulación y costos que ahogan los emprendimientos empresariales. Entre las barreras que tienen que sortear los empresarios formales en el Perú están un salario mínimo por encima de la productividad de gran parte de los trabajadores informales –y posiblemente próximo a subirse–, sobrecostos laborales que llegan al 59% (en comparación con el 54% de Colombia, 36% de México y 32% de Chile), limitaciones a la contratación y despido de trabajadores (el Perú ocupa el puesto 130 entre 144 países evaluados en el Foro Económico Mundial), entre varias otras trabas. La legislación laboral, en general, hace poco competitivo al país en relación con el resto de los integrantes de la alianza, y ello tiene el potencial para empujar a las inversiones fuera del Perú en un contexto de mayor integración económica.
La participación del Perú en la Alianza del Pacífico es en general positiva, pero si no hacemos la tarea que nos toca internamente, corremos el riesgo de ser el integrante más rezagado e ineficaz del grupo.