Editorial El Comercio

La al ministro del Interior, , durante la sesión del pleno del viernes pasado, 23 de setiembre, fue una derrota sin atenuantes de la oposición. De los miembros de los distintos gabinetes que ha tenido este gobierno, pocos han acumulado, en tiempo tan breve, la cantidad de merecimientos que él para ser licenciados por el ; y, sin embargo, durante esa jornada, las bancadas que conforman el autodenominado ‘bloque democrático’ no fueron capaces de cosechar los 66 votos que necesitaban para lograrlo. Conspiró contra ello, desde luego, la disposición aniñada de varias otras bancadas que, aunque pretendan negarlo, se ubican en la periferia del oficialismo, pero también la ausencia de un trabajo de compromiso dentro de las propias filas de la oposición.

En lo que concierne a lo primero, hubo, como se sabe, insólitos votos en abstención y otros (ya menos insólitos) en contra; amén de un número bastante llamativo de congresistas que se ausentaron de la sesión o sencillamente no se registraron para votar.

En lo que toca a lo segundo, por otra parte, los grupos parlamentarios que iban tras la censura no se tomaron el cuidado de asegurar una asistencia de sus legisladores suficiente como para alcanzar la cifra de votos ya mencionada. Solo sumaron 55; es decir, 11 por debajo de los requeridos. Y con la sangre en el ojo, decidieron plantear una reconsideración de esa votación… a sabiendas de que esta tendría que producirse dentro de los 10 días siguientes a la votación original y que, por lo tanto, se superpondría a la “semana de representación”. En ella, los congresistas de regiones se alejan de la capital para visitar a sus representados: una circunstancia que determina que la participación en el pleno, aun cuando se recurra a la vía virtual, sea bastante raleada.

hemos sostenido que insistir con la censura del ministro Willy Huerta resultaba y resulta indispensable; sobre todo, por la forma en que ha sido funcional a los intentos de obstrucción de la justicia en que están empeñados el presidente y su entorno. No obstante, hacerlo a tontas y a locas, sin asegurarse una vez más los votos necesarios para coronar con éxito la medida de control político en cuestión, era absurdo y contraproducente. Y todo indica que eso fue exactamente lo que sucedió.

Conforme se fue acercando la fecha de la reconsideración comenzó a hacerse obvio que los votos a favor de la censura iban a ser una vez más insuficientes, hasta que ayer, a la hora nona, se retiró el pedido de reconsideración y se suspendió la sesión que había sido convocada para darle curso. Con ello, la oposición le entregó al oficialismo una victoria fácil y en un terreno donde el panorama lucía muy mal para el Gobierno. ¿No era acaso lo prudente esperar a que pasara la “semana de representación” y, aunque tomase más tiempo de lo deseable, solo entonces ir por una nueva moción de censura? Después de todo, eso es precisamente lo que al final parecen haber decidido las bancadas del ‘bloque democrático’.

El cálculo no era muy difícil de hacer y, sin embargo, algunos de los legisladores de oposición prefieren embestir el trapo rojo apenas lo ven agitarse delante de ellos. Sucedió con las dos mociones de vacancia presentadas en los meses pasados y también con la reciente invitación al pleno al presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres: tres ocasiones en las que esa oposición fue por lana y salió trasquilada.

Según ha trascendido, las recriminaciones mutuas dentro del sector al que aludimos han sido abundantes después de cada uno de esos episodios, pero aparentemente no se ha producido escarmiento alguno. La precipitación sigue siendo la doctrina principal de quienes pretenden encarnar la resistencia a las manifestaciones más perniciosas del poder que se ejerce desde el Ejecutivo, y a la ciudadanía no le queda sino contemplar la escena con desaliento.

Editorial de El Comercio

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