El Perú de las últimas décadas ha probado ser un país con una solidez macroeconómica envidiable. A pesar de golpes internos y externos, la inflación ha sido la más baja de la región en los últimos 15 años, la deuda pública y el déficit fiscal se mantienen en niveles controlables, y las tasas de crecimiento, aunque moderándose, son de las más altas de Latinoamérica. Ello se debe, en buena cuenta, al manejo responsable de las cuentas públicas y de la política monetaria que han tenido el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y el Banco Central de Reserva (BCRP), respectivamente. Dos instituciones que, a lo largo de este siglo, han trabajado de la mano de forma eficiente.
Es por ello que no dejó de llamar la atención que, en plena CADE, Julio Velarde, presidente del BCRP, mencionase con preocupación que el MEF “ha perdido peso en los últimos años, desde antes de este gobierno”. Su reflexión, mencionó, se daba en un contexto en el que diversos proyectos de ley podían avanzar en el Congreso aun sin la anuencia de ministerio, situación que hubiera sido más inusual en años anteriores. Aunque no lo señaló de forma explícita, el señor Velarde probablemente hacía referencia a iniciativas legislativas como el llamado IGV Justo, el Sello Mype, las Alertas Educativas y otros proyectos convertidos en ley –o camino a serlo– que erosionan seriamente la base tributaria.
Según el presidente del BCRP, el crecimiento económico de los últimos años puede haber generado cierta “despreocupación” respecto de las consecuencias de medidas individuales que, sumadas, suponen una “mochila pesada” para el país.
El comentario del señor Velarde es pertinente. Como mencionamos en editoriales anteriores, en el Congreso actual abundan iniciativas que generan distorsiones en la economía al paso que reducen la recaudación fiscal. Ello puede ser consecuencia, como especula el representante del BCRP, de un relajamiento en la percepción de la importancia de la disciplina fiscal en vista de años consecutivos de relativa bonanza.
Una explicación alternativa, sin embargo, podría tomar en cuenta la actual composición del Congreso –y por tanto la correlación de fuerzas políticas– para entender la misma situación. Por primera vez en décadas un partido político tiene el peso parlamentario suficiente para pasar legislación sin contar con el apoyo de otros partidos o del Ejecutivo. La aprobación por insistencia de la norma que equipara de las pensiones del personal militar y policial es una muestra. En este marco, es lógico que –por lo menos en cuanto a cuestiones legislativas– la fuerza del MEF sea inversamente proporcional a la fuerza del grupo dominante en el Congreso.
Es justo reconocer, no obstante, que el mismo MEF ha tenido alguna cuota de responsabilidad en la tendencia que marca el señor Velarde. El desprolijo manejo del tema del Aeropuerto de Chinchero, el innecesario enfrentamiento inicial con ex cabezas del ministerio de la administración anterior, la falta de decisión para empujar reformas estructurales, entre otros asuntos, pueden haberle pasado factura a su peso relativo dentro de las fuerzas del Estado.
Si algo ha demostrado la historia económica del Perú de los últimos años es que contar con instituciones económicas fuertes es elemental para el crecimiento y la competitividad del país. La aparente debilidad de la voz del MEF en el proceso legislativo, en ese sentido, es una mala noticia no solo para la presente administración, sino para la institucionalidad del país en general.