Ayer, durante más de cuatro horas, se celebró la audiencia en la que la fiscalía sustentó ante el juez Juan Carlos Checkley su solicitud para que los exministros Betssy Chávez, Willy Huerta y Roberto Sánchez cumplan 18 meses de prisión preventiva por su participación en el golpe de Estado del pasado 7 de diciembre. Aunque el magistrado anunció que comunicaría su decisión el próximo miércoles, la audiencia sirvió para conocer todas las evidencias que ha recabado el Ministerio Público en torno de la participación de estos tres ex altos funcionarios en lo que, a contracorriente de lo que varios aliados del golpista quieren hacer creer ahora, fue un operativo de desmantelamiento de nuestro sistema democrático. De entre todos, sin embargo, hay que decir que los indicios más fuertes corresponden a Chávez, tal y como varios medios, entre ellos este Diario, han reportado en los últimos meses.
Ahí están, por ejemplo, los reportajes periodísticos que revelan que ella estuvo en Palacio de Gobierno coordinando con el equipo de TV Perú que transmitió el mensaje y con el golpista minutos antes de que saliera al aire, como ha quedado registrado en distintas grabaciones de esa jornada. Además, según ha contado ante la fiscalía Cyntia Malpartida, la reportera de la televisora estatal, antes de la transmisión fue Chávez la que los recibió y los condujo hasta el despacho presidencial; que, tras esta, la entonces primera ministra se acercó a saludar al mandatario sin cuestionarlo por lo que acababa de hacer y que, poco después, mientras los acompañaba a ella y a su camarógrafo a la salida, Chávez le indicó que “ahora mismo” debía sacar “el decreto” oficializando los anuncios de Pedro Castillo.
No abonan a su defensa tampoco la circunstancia de que, mientras varios de sus ministros dimitían en cadena, ella continuaba al frente de la PCM, que solo anunciara su renuncia una vez que el Comando Conjunto de las FF.AA. comunicaba que no se plegaba al zarpazo de Castillo (es decir, que el golpe había fracasado) y que, desde entonces, ella no haya mostrado ningún arrepentimiento por haber tomado parte de un gobierno que trató de dinamitar el régimen constitucional.
Todo esto, como dijimos, ya se conocía gracias, en gran parte, a la labor de la prensa. Lo que no se sabía a profundidad era el comportamiento que había mostrado Chávez luego del golpe y que la fiscalía ha documentado para argumentar la necesidad de imponerle una prisión preventiva a fin de proteger las investigaciones que pesan sobre ella.
Hoy se sabe, por ejemplo, que el 9 de marzo Chávez prescindió de su seguridad personal que le correspondía por ser congresista hasta el día siguiente, por un lapso de alrededor de 22 horas, y que ese 10 de marzo ella consiguió burlar durante unas horas a los efectivos que la resguardaban cambiando sorpresivamente de vehículo. Que, asimismo, el celular que ella aparece sosteniendo el día previo al golpe en Palacio de Gobierno –y que han registrado las cámaras de seguridad del recinto– no fue encontrado por las autoridades el día que allanaron su vivienda, que hasta el día de hoy este equipo permanece inubicable, y que ella también consignó otros dos números como suyos cuyos chips no han sido encontrados y que la fiscalía presume destruidos.
También, que el día del golpe desapareció de la Presidencia del Consejo de Ministros la computadora asignada a ella y que esta solo fue encontrada por el Ministerio Público recién el 9 de marzo (es decir, más de tres meses después). No hay que olvidar, finalmente, que ella fue parte hasta el último día de una administración caracterizada por sus afanes obstruccionistas y por la tendencia de algunos de sus integrantes a la destrucción de pruebas, desde la desaparición de los registros de determinadas cámaras de seguridad de Palacio hasta la eliminación de celulares con información potencialmente comprometedora.
Si ya lo que se sabía del comportamiento de Betssy Chávez antes y durante el golpe del pasado 7 de diciembre era lamentable, lo que se conoce ahora sobre su conducta en los meses siguientes es tan elocuente como revelador.