Cuando los reyes de Siam (hoy Tailandia) no estaban contentos con la conducta de alguno de sus súbditos, le obsequiaban un elefante blanco. Pese a que esto podría ser bien visto –se trataba, después de todo, de animales sagrados–, en realidad, este acto representaba un castigo, pues los elefantes blancos demandaban un cuidado especial, generalmente muy oneroso, y terminaban por afectar la economía familiar. Los peruanos,en nuestra historia, hemos visto cómo desde el Estado, y también desde el sector privado, se nos ha hecho el mismo tipo de ofrenda: ambiciosos proyectos de infraestructura sin una debida planificación y sin los adecuados estudios de costo-beneficio que se traducen en obras mal presupuestadas y en proyectos que no deberían ser prioridad.
Hoy, vemos cómo dos proyectos se perfilan como candidatos a esta lista nefasta de obras elefantiásicas si no se hacen los estudios adecuados.
El primero es el Tren Bioceánico entre el Perú y Brasil, posibilidad anunciada desde Beijing por los presidentes Ollanta Humala y Xi Jinping (de China), en la última Cumbre de APEC. En principio, se tiene previsto que el ferrocarril tenga una extensión de 3.500 kilómetros y que, por lo pronto, demande una inversión de al menos US$10.000 millones. Para el país asiático, esta iniciativa es muy importante, pues le permitiría fácil acceso a fuentes de energía (Venezuela y Ecuador), productos agrícolas (Brasil y Argentina) y minerales (el Perú y Chile). El problema, sin embargo, es que el anuncio de la intención de ejecutar este proyecto ha venido antes de que se realicen los estudios que deberán determinar si hay evidencia de una demanda que justifique la viabilidad del proyecto.
De hecho, la experiencia nos haría pensar lo contrario. El Perú, por ejemplo, ya invirtió miles de millones de dólares en las carreteras interoceánicas para integrar los mercados, pero estas obras no han incrementado el comercio y el volumen de tránsito como se esperaba. Solo el 2% del comercio entre el Perú y Brasil se da por vía terrestre. Entonces, la decisión tendrá que depender de si se demuestra que este proyecto traerá efectivamente beneficios económicos y sociales, y que no nos generará un forado fiscal.
El segundo proyecto es el Tren de la Costa, cuyo predictamen la Comisión de Transportes del Congreso aprobó por unanimidad y propone declarar la obra de necesidad pública e interés nacional. Si bien el ministro José Gallardo ha señalado que el asunto aún está en evaluación, no ha sido descartado del todo.
Esta iniciativa privada cofinanciada de 1.340 kilómetros y que representaría una inversión de aproximadamente S/.27.500 millones presenta algunos problemas. Al igual que el Tren Bioceánico, aún no se ha probado que exista una demanda que justifique el proyecto. Si bien parecería que la sobredemanda de la Panamericana es un problema debido a la congestión de Lima a Ancón, pasando este lugar la carretera se libera y ya no hay mayores problemas. Esta situación, además, podría resolverse con un tren de cercanías, como el propuesto de Lima a Chincha.
Es cierto que el tramo Lima-Ancón no es el único complicado en la Panamericana. Sin embargo, la solución podría ser más simple –y menos costosa– que el tren. Por ejemplo, el tráfico que hay para cruzar ciudades como Chimbote, Trujillo o Chiclayo –que incrementa el tiempo y los costos– ya se está intentando solucionar a través de inversiones en vías de evitamiento para agilizar el tránsito (como la Autopista del Sol o la red vial 4). Además, existen nuevos aeropuertos, como el de Talara, que podrán aligerar el tráfico en la carretera.
Lo que buscamos retratar con estos ejemplos es que hay que explorar formas más eficientes de lograr los mismos resultados. ¿Necesitamos invertir miles de millones de soles cuando no está demostrado que traerán muchos beneficios o cuando con obras más económicas podemos satisfacer las mismas necesidades? El punto es que tanto el Estado como el sector privado deben apostar por proyectos realistas y bien sustentados, pues en la medida que la rentabilidad social no esté debidamente justificada, todos los peruanos heredaremos un elefante blanco.