“Vanagloriarse”. Al menos si lo interpretamos sumando el contenido de las dos partes que lo forman, el verbo calza al milímetro con lo que se ve en el intercambio sostenido por varios prominentes miembros de la bancada de Fuerza Popular (FP), junto con su líder, sobre la interpelación al ministro Jaime Saavedra. Felicitarse en vano, felicitarse por nada.
En efecto, lo que hay en la conversación de la bancada fujimorista es un jactarse de su propia fuerza, la misma que puede traer al Congreso con cualquier [mala] excusa a un ministro exitoso en lo que toca a lo principal de su gestión, a decirle cualquier cosa y, acto seguido, a censurarlo.
“Leo que está temblando”, se recreaba el congresista Luis Galarreta. “Ya saben con quién se meten”, escribía la congresista Cecilia Chacón. Y Keiko Fujimori era aún más explícita: “Estoy orgullosa de la fuerza de nuestro partido” (no de las decisiones: de la fuerza).
Huecas eran, sin embargo, estas autofelicitaciones. Lo único que estaban celebrando era haber exhibido, una vez más, un poder que ya tenían desde julio, cuando ganaron la mayoría en el Congreso y que incluía la capacidad de censurar al o a los ministros que quisieran. Es decir, nada nuevo. Con su interpelación solo habían agregado a ese poder una prueba inequívoca de su disposición para usarlo arbitraria e irresponsablemente. Además, desde luego, de un desahogo para las emociones de un ego adolescente –la necesidad de exhibir el tamaño del propio músculo y el deseo de venganza– que, queda claro en el chat, está detrás de dicha disposición.
Por otra parte, no había en la conversación rezago alguno de una preocupación por maquillar lo que había motivado este despliegue. “Todos han estado muy bien”, decía la presidenta del Congreso, Luz Salgado. “Felicitaciones a todos los que han hablado”, añadía Keiko Fujimori. Esto, pese a que el señor Galarreta había usado el debate para calificar de “psicosocial” del ministro Saavedra la prueba PISA, que administra la OCDE y que es el medidor educativo más respetado internacionalmente. Y cuando el también congresista fujimorista Bienvenido Ramírez había dicho que dicha prueba era “una cortina de humo”.
Viene siendo una pérdida para el país, por supuesto, que la bancada de FP parezca seguir sin comprender que quien tiene el poder tiene la responsabilidad y que, por tanto, dada la forma como quedó distribuido el poder político en el Perú luego de las últimas elecciones, ellos son parte del gobierno durante este quinquenio y no podrán evitar responder políticamente por los resultados del mismo. Y es que es un error llamar “gobierno” solo al Ejecutivo. “Gobierno” es todo el que tiene el poder de “gobernar” –el poder para hacer las normas que rigen a la ciudadanía– y ese poder está distribuido entre el Ejecutivo y el Congreso. Es decir, entre PPK y el fujimorismo.
Sea como fuese, el Ejecutivo no debe responder a esta irresponsabilidad del Congreso con otra irresponsabilidad. Y eso es lo que, por dos motivos, supondría forzar en este momento una cuestión de confianza.
El primero: porque una cuestión de confianza podría terminar con la caída del Gabinete Zavala y el inicio de una guerra política de bastante mayor intensidad, cuya inevitable consecuencia sería la interrupción indefinida de todos los cambios que ha planteado poner en marcha el Ejecutivo y que son urgentemente necesitados por el país –especialmente en todo lo que toca a la economía y a la seguridad–. Cambios para los que, por cierto, aún cuenta con algunos días de facultades legislativas.
El segundo: porque el Ejecutivo no tiene asegurado, ni mucho menos, que una eventual disolución del Congreso con llamado a nuevas elecciones legislativas no terminaría en un nuevo Congreso con una composición similar a la actual.
El presidente debe elevarse por encima del despliegue de irresponsabilidad y mala fe en que ha incurrido el Congreso y priorizar las medidas que necesita el país (incluyendo la continuación de la reforma de la educación pública del ministro Saavedra). Después de todo, son esos cambios los que tendrían que motivar, por encima de cualquier otra consideración, a cualquiera que busque estar en el Gobierno. Y son también el único camino para esos primeros resultados que puedan dar al Ejecutivo de PPK el capital político sólido, a prueba de censuras, con el que todavía no cuenta.