Editorial El Comercio

El último domingo, el volvió a recurrir a sus prácticas de siempre para declarar una supuesta victoria de Nicolás Maduro en las elecciones venezolanas que ningún observador serio del proceso certifica. Lo que se vio, por el contrario, fue una operación para manipular el proceso antes, durante y después de que este se celebrara. Solo que esta vez se le vio las costuras como nunca.

Antes de entrar a los sucesos del domingo en sí, cabe recordar cómo se llegó a estos. Para comenzar, el chavismo se encargó de vetar a los principales líderes de la oposición con argucias de todo tipo y especialmente a , que había arrasado en las primarias de este sector político. Machado, sin embargo, no se quedó de brazos cruzados e inició una campaña francamente encomiable para transferirle su respaldo a, un académico desconocido en la política y al que el chavismo subestimó erróneamente.

Durante la campaña, como no podía ser de otra manera, el régimen utilizó toda la maquinaria estatal, tanto la mediática como la destinada a las asistencias sociales, para hacer proselitismo. Mientras, con la otra mano, perseguía a los colaboradores de Machado, se negaba a permitir una observación electoral de la Unión Europea, rechazaba la entrada de un grupo de expresidentes que acudían a ver el proceso, revocaba acreditaciones a periodistas internacionales y –utilizando una mezcla de plazos acotados y requisitos extensos– limitaba el sufragio de los venezolanos en el extranjero (poco más del 1% de ellos fueron habilitados para hacerlo). Pese a esto, sin embargo, los estudios más serios daban como ganador a González Urrutia hasta la semana pasada por una diferencia de entre 20 y 30 puntos porcentuales.

En la noche del domingo, no obstante, el Consejo Nacional Electoral (CNE), encargado de contar los votos y cuyo presidente, Elvis Amoroso, es amigo personal de Maduro, dio como ganador a este último con el 51,2% de los sufragios frente al 44,2% de González Urrutia. Con ello, encendió una serie de reclamos para que se muestren las actas y se realice una revisión completa de los resultados por parte de gobiernos de países como Argentina, Chile, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Guatemala, Panamá, República Dominicana, Uruguay, la Unión Europea y el Perú. Incluso los dos organismos con mayor peso a los que el chavismo permitió asistir como observadores del proceso, las Naciones Unidas y el Centro Carter, han pedido lo mismo y se han negado a certificar los resultados.

Por su parte, la oposición ha denunciado que solo les permitieron acceder al 40% de las actas de votación y que sus militantes fueron desalojados de varios centros electorales por las fuerzas del orden, pese a que la ley permite que representantes de los candidatos participantes puedan tener una copia de estas. Según ha contado Machado, en el 40% de las actas que pudieron recolectar, González Urrutia ganaba con alrededor del 70% de los sufragios. La estrategia del chavismo, así, pasaría por decir que las actas se perdieron, atribuyéndolo a un supuesto hackeo del sistema del que culparon sin prueba alguna a Machado y otros opositores, de modo que nadie pueda verificar los resultados.

Por lo pronto, el CNE no esperó ni siquiera a que se resolviera este ‘impasse’ y ayer se apresuró a declarar a Maduro como vencedor, en un acto que revela más desesperación que cualquier otra cosa. Las protestas, mientras tanto, se activaron en varios puntos de .

Una mención aparte merece el papelón de ciertos congresistas peruanos como Kelly Portalatino, Flavio Cruz, María Agüero (todos de Perú Libre), de su líder prófugo Vladimir Cerrón y del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que han salido a dar por sentado los resultados del CNE. Y el silencio de otros, como Verónika Mendoza, tan enérgicos para defender la democracia solo cuando quien la ataca se encuentra en la otra orilla ideológica.

La comunidad internacional tiene la obligación histórica de lograr que se respete la voluntad de los venezolanos, esa que el chavismo ha vuelto a burlar, y no ratificar este gran fraude. Los venezolanos no se merecen nada menos que eso.






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