A propósito del actual debate en el Congreso sobre la esperada reforma electoral, el último jueves la ex candidata presidencial Verónika Mendoza convocó a una conferencia de prensa para expresar la postura al respecto de su nuevo movimiento político, Nuevo Perú.
Rodeada por sus correligionarios, Mendoza solicitó, entre otras cosas, que se elimine la exigencia de reunir cerca de 750.000 firmas para registrar un nuevo partido (algo que justamente viene dificultando la inscripción de Nuevo Perú) y que sea obligatoria la participación de la ONPE en las elecciones internas. Como último punto, exigió también mayor transparencia en los partidos políticos, ya que “las campañas electorales en los últimos años han movido millones y millones de soles y no sabemos de dónde viene la plata”. Para cooperar con este propósito –según su perorata–, planteó, además, prohibir la contratación de publicidad electoral en televisión. Ello pues, según la ex candidata, la mayor parte del dinero irregular es invertido en dicha partida.
Difícilmente alguien podría oponerse –al menos, en el discurso– a la transparencia en las finanzas partidarias que proclama la señora Mendoza, pero no deja de llamar la atención que esta vez el pedido venga de una persona que, cuando participó en una campaña, no parece haber sido igual de entusiasta.
En efecto, uno de los partidos con más problemas en los últimos años en cuanto a la transparencia financiera ha sido el Partido Nacionalista –en cuya campaña del 2011 participó Mendoza–. Ello no solo por la acusación de Jorge Barata (antiguo máximo representante de Odebrecht en el Perú) –ratificada por el propio Marcelo Odebrecht– de que el nacionalismo recibió US$3 millones de esa empresa en aportes no reportados; sino también por los cuestionamientos sobre posibles ofrendas del chavismo a Ollanta Humala y a quienes lo acompañaron en sus aventuras electorales.
Particularmente sobre este último punto, la ex congresista del humalismo tiene asuntos pendientes de aclaración. Primero, la anotación descubierta el año pasado en una agenda de la ex primera dama Nadine Heredia de una cuenta bancaria en la cual el Partido Nacionalista habría recibido dinero, que es materia de investigación. Como se recuerda, según más de un perito, la letra con la que fue escrita dicha anotación es sumamente parecida a la de la señora Mendoza, pese a que ella misma había negado en reiteradas ocasiones vínculo alguno con las agendas. Y segundo, los correos electrónicos del 2007 revelados por el ex nacionalista y embajador en Venezuela Luis Raygada, que llevaban la firma de Mendoza y a través de los cuales se coordinaron varios aportes extranjeros a favor del nacionalismo. En ellos se señalaba, además, como cuenta bancaria receptora la misma que aparece anotada en el cuaderno de Heredia.
Ya en la última campaña electoral, por otro lado, cuando la señora Mendoza fue candidata presidencial por el Frente Amplio, la ONPE también hizo más de una observación sobre la información financiera reportada. Por ejemplo, señaló que no se identificaron con claridad los aportes de 78 personas por más de S/85 mil, y que no se declararon gastos por cerca de S/30 mil.
Comentario aparte merece, por supuesto, la radical propuesta de prohibir los gastos publicitarios en televisión. Después de todo, ¿con qué base afirma la lideresa izquierdista que hay capitales ilícitos que son destinados por algunas agrupaciones políticas a la publicidad televisiva? Y si así fuera, ¿por qué tendrían que verse impedidos de hacer publicidad aquellos partidos que sí lograran financiamientos lícitos?, o ¿por qué le perturba solo el uso publicitario de aquel ‘dinero negro’ y no cualquier otro? ¿No será acaso que las preocupaciones de la señora Mendoza tienen que ver más bien con aquello que le resulta inconveniente para sus propios intereses electorales?
La poca transparencia en las finanzas de los partidos políticos es un problema real en nuestro país, que debe ser atendido y corregido. Pero antes de criticar la paja en el partido ajeno, harían bien nuestros políticos en preocuparse por ser ellos mismos los agentes de cambio en sus propias tiendas.