Adivina, adivinador. Dice la leyenda que sus palabras tienen el efecto aturdidor de la pusanga y sus miradas, el de una flecha de Cupido disparada con cerbatana. Se afirma también que a su paso por la orilla femenina del Palacio Legislativo, congresistas y asesoras de todas las bancadas sienten que naufragan y claman entre ahogos: “¡Isla, isla!”, mientras bracean hacia un cobijo insular imaginario. En medio de la ofuscación que les provoca, además, confunden el Día de San Valentín con el de San Juan (ellas dicen “Fuan”, pero hay sobradas razones para pensar que ello es producto de una distorsión fonética inducida) y los celos las dominan sin atenuantes. En su defensa, ellas arguyen que la culpa la tienen sus besos y recitan con Góngora: “porque entre un labio y otro colorado / Amor está de su veneno armado, / cual entre flor y flor sierpe escondida”. Y luego añaden: “¡Maldita boa!”.
Lo cierto es que, por él, ahora el Parlamento parece una sucursal de “Esto es guerra”, aunque con el agregado de que en este conflicto la inteligencia sí cumple un rol importante (usamos, claro está, la palabra ‘inteligencia’ solo como sinónimo de ‘espionaje’). ¿Cuál será de esta adivinanza su solución? Envíenos su respuesta y, si acierta, participe del sorteo de una cena romántica en el restaurante El Paiche Eléctrico (copa de masato de cortesía).