La campaña por la alcaldía limeña ha confirmado que la canción pegajosa, el bailongo y el apoyo farandulero siguen siendo estrat|egias importantes para intentar ganar votos.
Estas tácticas han sido especialmente importantes para que los llamados pitufos se hagan conocidos. Una historia de éxito pitufo es, por ejemplo, la de Salvador Heresi, quien, pese a parecer en ocasiones Pitufo Acaparador, ha logrado trepar a los dos dígitos de intención de voto a punta de poner harta voluntad al canto y baile.
La otra cara de la moneda son los pitufos que no despegaron. La lista incluye personajes a quienes muchos veían como potenciales buenos alcaldes, como Fernán Altuve, a quien no lo salvó ni su ras-tas-tas (aunque es cierto que Altuve y el reggaetón-rap-perreo o cualquiera sea el género musical del ras-tas-tas como que no van). Más dramático es el caso del competente Enrique Cornejo, a quien sus asesores intentaron quitarle de varias formas (baile del bigote incluido) esa sobria imagen mezcla de segunda guitarra de Los Morunos con asesor corporativo de los sesenta que lleva con tan buen talante, pero cuya candidatura nunca despuntó.
Lo cierto es que a estas alturas queda claro que los pitufos no llegarán muy lejos y la mesa está servida para que Pitufo Mudo vuelva a convertirse en Papá Pitufo. Veremos si hay alguna sorpresa.