Hong Kong, donde escribo estas líneas, ha sido uno de los experimentos sociales más interesantes desde que se reincorporó a China en 1997. Gobernado por la dictadura de Beijing, es a su vez uno de los lugares más libres del planeta. Para sorpresa de muchos, bajo el esquema de “un país, dos sistemas”, los ciudadanos de Hong Kong han podido mantener sus derechos por largo tiempo.
Esto, sin embargo, puede estar empezando a cambiar conforme los hongkoneses reclaman democracia, y el gobierno chino, de manera torpe e irónica, busca defender la economía libre que tanto los ha beneficiado. Algunos dicen que Beijing teme que si los demócratas llegan al poder debilitarán el sistema económico liberal. Quizás. Pero China también busca evitar un ejemplo de democracia independiente dentro de su territorio.
Hong Kong es un caso ejemplar de desarrollo económico y social. Carece de recursos naturales, es uno de los territorios más poblados del mundo y, hasta que se incorporó a China, fue una colonia del imperio británico. A pesar de esas supuestas desventajas, pasó de tener un ingreso per cápita equivalente al 28% del Reino Unido en 1960 a más de $38.000 hoy, prácticamente lo mismo que su antiguo colonizador.
Esto ocurrió porque Hong Kong adoptó el sistema económico más libre del mundo. Ha ocupado el primer lugar del índice anual de libertad económica del Fraser Institute desde 1970, año en que empezaron las mediciones. Es un territorio abierto al comercio y al capital, tiene moneda estable, y mínima regulación y gasto gubernamental. Goza de un sólido Estado de derecho. Esas cualidades han hecho posible un alto nivel de libertades civiles, que han convertido a Hong Kong en un caso inusual de amplias libertades individuales a pesar de no contar con democracia.
Eventualmente, Hong Kong tendrá que ser democrático. Es lo que está previsto en la ley básica o “constitución” que se estableció al transferir el territorio a China. De hecho, hay una cámara legislativa, pero sus poderes son limitados y el Ejecutivo es en la práctica elegido a dedo por Beijing. La decisión de China la semana pasada de seguir negándole a Hong Kong elecciones libres ha producido manifestaciones y la declaración de uno de los líderes democráticos de que “la era de la desobediencia” ha empezado.
Es posible que un Hong Kong democrático reduzca la libertad económica. Algunos líderes democráticos parecen tener una agenda populista. (Durante una visita anterior acá, vi a uno de los diputados demócratas usando una camiseta del Che Guevara en plena cámara legislativa –imagen paradójica, para no decir hipócrita.)
Pero la amenaza más seria viene por el lado de la dictadura china. El régimen está incrementando su influencia y debilitando el Estado de derecho. Hay cada vez más empresas estatales chinas en Hong Kong e informes de que estas presionan a sus empleados a apoyar las decisiones de Beijing. Los grandes empresarios de Hong Kong tienen muchas inversiones en China que no quieren perder, razón por la que dejan de apoyar el movimiento democrático.
Al magnate Jimmy Lai, que apoya las manifestaciones, le han levantado investigaciones policiales, y los medios de prensa de los que es dueño de repente han perdido el negocio de publicidad de empresas importantes. Ese tipo de acontecimientos ocurren con más frecuencia y apuntan a una amenaza a la libre expresión y al Estado de Derecho, elemento fundamental de la sociedad libre.
Lo que termine ocurriendo aquí nos dirá mucho del futuro de la libertad en China. No hay duda de que la prioridad de los liberales en Hong Kong debe ser la defensa del Estado de derecho.