¿Cuál es la edad ideal para ser ministro? ¿50 años? ¿70? ¿30?
A María Antonieta Alva le imputaron, injustamente, ser muy joven para ser ministra de Economía y Finanzas. La juventud, sin embargo, no tendría por qué ser una virtud ni un defecto. Hasta donde recuerdo el calendario es idéntico para todos, y no encuentro nada de celebratorio en el dato de que la vida de una persona haya dado más vueltas al sol que la otra. No estamos festejando aquí un onomástico ni un récord de supervivencia.
PARA SUSCRIPTORES: El Gabinete (de) Cateriano, por Carlos Basombrío Iglesias
La edad, valgan verdades, suele venir acompañada de algunas cualidades como la madurez, la experiencia y la prudencia. Pero bien sabemos, gracias a nuestra historia política, que la estulticia es indiferente a las canas. Entonces, ¿no sería mejor referirnos a los atributos o carencias de quien porta un fajín ministerial, antes que a su colección de abriles?
Ser joven, pues, no invalida a nadie de ostentar un cargo encumbrado y, por supuesto, tampoco les concede inmunidad frente a las críticas. Y es mejor no brindar mucho cobijo a quienes piden que “dejemos trabajar primero” a tal o cual ministro antes de cuestionar su designación. Su indulgencia se la debe haber enseñado el homeópata con el que se atienden cada vez que tienen una dolencia. “Echando a perder se aprende”, se debe leer en su diploma.
Así como un equipo de fútbol no contrata a un delantero que no metió goles la temporada pasada (salvo algunos optimistas dirigentes peruanos), también es válido preguntarnos por el palmarés de un profesional que ahora va a liderar la cartera de un país.
Por eso, es falaz la equiparación que hizo el nuevo primer ministro Pedro Cateriano entre la ministra Alva y el bisoño ministro de Trabajo, Martín Ruggiero. Ambos son jóvenes, sí. Pero las similitudes se agotan pronto. La economista gozaba de mucha mayor trayectoria que el abogado.
El haber laborado principalmente en el sector privado no descalifica a Ruggiero del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, este último un aspecto que algunos fanáticos de izquierda creen, fantásticamente, que puede ir divorciado de la promoción de la actividad empresarial (quizá se atienden con el mismo homeópata). Por el contrario, a ese sector le vendría muy bien una visión más amplia de la que dispensa un escritorio y la laptop desde donde se redactan protocolos que más del 70% de la población no podría cumplir.
Pero haber trabajado únicamente en un estudio de abogados –por más bueno que este sea– no otorga mucha versatilidad que digamos. Más aún, no haber desempeñado siquiera un puesto de dirección puede ser una señal de la cantidad de peldaños que todavía le faltaban recorrer antes de sentarse en una silla tan grande. Cierto es que, excepcionalmente, uno puede encontrar frutos muy maduros que extrañamente aún no caen del árbol, pero la mayoría de las veces se puede confiar en la gravedad.
Asimismo, aunque el currículum ministerial no necesariamente tiene que incluir una larga trayectoria en el aparato público, el no haber transitado nunca por el Estado es un indicio de que la vocación por el servicio público apareció súbitamente y, paradójicamente, un poco entradito en años.
Por el bien del país, esperemos que Alva, Ruggiero y demás ministros logren resultados positivos en su gestión. Y que cuando corresponda hacer la evaluación por parte del presidente Vizcarra y el primer ministro Cateriano, esa sea la única vara que importe.