“Hay muchos lacayos, hay muchos sobones que salen a defender [a Saavedra]… no sé con qué intereses”. “El lobby que se maneja por consultorías […] sale a los medios”. “La reacción de algún sector de los medios de comunicación, como bien lo dijo Phillip Butters, no se veía desde la época [en] que Montesinos manejaba los medios de comunicación”, Luis Galarreta.
“Hay una campañita [contra el Congreso] pues hay periodistas o su medio de comunicación que nunca antes han recibido tanto dinero del ministerio [de Educación]”. (En una entrevista con un periodista de radio) “Vergüenza es defender a un ministro por la mermelada que les han dado”, Héctor Becerril.
Dicen que en política no hay coincidencias. Entonces, que dos de los principales voceros del fujimorismo –que, por cierto, cada vez se parecen más, ¿no?– manejen un discurso similar contra la prensa no parece ser tan azaroso, ¿cierto?
¿Y a qué se debe esto? La opción A es que tengan razón y que, en efecto, exista un operativo mediático, una “campañita” para atacar al Congreso y defender al ahora ex ministro de Educación, Jaime Saavedra, a cambio de pagos de dinero (‘mermelada’, en argot periodístico), todo orquestado por un agente oscuro a lo Vladimiro Montesinos. Salvo por el pequeño detalle que ni Galarreta ni Becerril han presentado prueba alguna que respalde su acusación y más parezca un berrinche frente a una crítica incómoda. Además, probablemente el emperador Palpatine sería más idóneo que Montesinos para armar un complot que involucre a gran parte de la prensa nacional (desde Rosa María Palacios hasta Aldo Mariátegui) e internacional (The Economist), por su dominio más profundo del lado oscuro de la fuerza.
La opción B es que los parlamentarios de Fuerza Popular hayan encontrado en el éxito electoral de Donald Trump un nuevo modelo a seguir. Y, entonces, las fronteras de la verdad y la mentira ya no son relevantes, y lo que importa es posicionarse como los representantes del clamor popular indignado contra la prensa liberal, elitista y, cómo no, mermelera. Actitudes como no conceder entrevistas, dar anuncios solo a través de videos grabados y redes sociales, y los ataques a los medios torcidos (‘crooked media’) podrían ser guiños hacia esa estrategia.
Disculpará el señor Galarreta quien en una entrevista publicada ayer en este Diario aseguraba estar “en el lado correcto de la fuerza”, y disculparán los lectores las referencias a Star Wars, pero según el maestro Yoda “las mentiras, el engaño y crear desconfianza” son las formas del lado oscuro.
Pero, ¿por qué agobiarse por políticos que acusan sin pruebas? ¿No ha sido así siempre? Tal vez. Pero me preocupa la tranquilidad con la que ciudadanos y medios de comunicación nos acostumbramos a estas prácticas. A pasar por alto las mentiras y pasar al siguiente tema. A resignarnos a que la forma en que un político responde a un cuestionamiento válido es acusando al entrevistador de turno o, más cobardemente aún, a “un sector de la prensa” sin nombrarlos, de lobbista o mermelero.
La prensa no merece un trato especial. Si un político no está de acuerdo con una columna de opinión o con un editorial, que lo diga y sin piedad. Si no les gusta este artículo, desmenúcenlo y conviértanlo en puré. Pero con hechos y argumentos, no con falsedades ni ataques personales.
No deja de ser paradójico que el vocero de Fuerza Popular haya utilizado lo que dicen algunos periodistas para despotricar contra otros. Porque si, bajo su entendimiento, el que defiende una causa se convierte en mermelero, entonces (opción C), no es la mermelada periodística la que le preocupa, sino el sabor.